Lula en la COP30 de Brasil
Estamos en la recta final de la COP30, la trigésima Conferencia de la ONU sobre el Cambio Climático, que se está celebrando, del 6 al 21 de noviembre, en Belém, en la Amazonía brasileña. En unas horas decisivas, la presidencia del evento, delegada directa del Gobierno de Lula da Silva, ha presentado su propuesta de borrador del ‘Documento final’. El mismo, ahora, deberá debatirse entre todas las partes hasta alcanzar un consenso definitivo.
Más allá de lo que pase al final, estamos ante un texto esperanzador. Al menos, así lo ve el director del Departamento de Ecología Integral de la Conferencia Episcopal Española, Eduardo Agosta, muy activo estos días en Belém en distintas aportaciones de plataformas eclesiales. En conversación con Vida Nueva, el carmelita argentino valora el texto “muy positivamente”.
Empezando por el título del documento: ‘Mutirão: unir a la humanidad en una movilización global contra el cambio climático’. En ese sentido, “la palabra ‘mutirão’ ya es en sí misma una declaración de intenciones que resuena profundamente con la enseñanza social católica. De origen tupí, implica una movilización comunitaria, colectiva, para un fin común, basada en la cooperación mutua y la gratuidad. En esencia, es la traducción cultural del principio católico de solidaridad”. Un gran punto de partida para acometer una causa en la humanidad se juega el presente y el futuro.
Agosta también aplaude la audacia al enfatizar que estamos ante “la COP de la verdad, haciendo hincapié en la urgencia y la realidad de la crisis climática”. Lo que se demuestra en compromisos concretos, como “en su ambición de los 1,5 °C, abordando la brecha de implementación para limitar el calentamiento global a esa temperatura máxima”. En ese sentido, “destaca que el costo de la inacción supera al de la acción”.
Respecto al ámbito financiero, “reconoce la necesidad de ‘multiplicar’ el apoyo movilizado para los países en desarrollo, tanto para la mitigación como para la adaptación”. Otra aportación clave se da en lo relativo al comercio internacional, con la petición de “consultas sobre la cooperación internacional y las preocupaciones relativas a las medidas comerciales restrictivas unilaterales relacionadas con el cambio climático”.
En cuanto a la transparencia, “se aborda la presentación y revisión de los informes bienales”. Un paso concreto, como en el que “demanda la restauración de los ecosistemas y el papel activo de los actores no estatales (sociedad civil, instituciones financieras, ciudades y pueblos indígenas)”.
En definitiva, “se trata de un documento político con el que la presidencia brasileña busca lograr un ambicioso consenso global en la cumbre”. De lograrlo, se podrían implementar acciones tan potentes como “triplicar la financiación pública para las medidas de adaptación al cambio climático y el desarrollo de hojas de ruta para superar los combustibles fósiles”.
Sobre si podemos esperar de la COP30 un avance significativo en la apuesta por la ecología integral, Agosta es claro: “Yo tengo fe”. Y más al evidenciarse que “la presidencia tiene valores cristianos, algo que hace la diferencia”. Viendo en Lula un heredero en política de la Laudato si’ de Francisco, con quien le unía una estrecha amistad, el representante de la CEE valora cómo “el borrador muestra tres señales claras de que se acerca a la ecología integral”.
Así, “la primera es el reconocimiento de la responsabilidad histórica. En el preámbulo se admite que los países del Norte ya han usado el 80% del presupuesto de carbono disponible. Esto significa que el poco espacio atmosférico que queda debería corresponder al Sur para poder desarrollarse. No es un favor, es cuestión de justicia”.
La segunda señal “es el enfoque en los derechos humanos. El texto comienza hablando de personas: de los pueblos indígenas, de las comunidades locales, de las mujeres y de la equidad entre generaciones. Esto coincide con lo que dice Laudato si’: no se puede cuidar la naturaleza sin cuidar también a la gente. Así, se evita tanto el biocentrismo (proteger árboles olvidando a los pobres) como el tecnocratismo (reducir CO₂ ignorando derechos)”.
La última señal es “la batalla por la financiación. Aquí el documento muestra distintas opciones, porque no hay acuerdo. El párrafo 57 es clave: una opción propone un plan de acción vinculante sobre financiación, lo que sería un paso hacia la justicia. Otra opción se limita a una reunión anual de ministros; algo burocrático y sin fuerza real, criticado como un gesto meramente cosmético”.
Ese elemento es clave “para la justicia climática, ya que el mayor riesgo del borrador está en los párrafos 49 al 52. Allí se reconoce que el mundo necesita 1,3 billones de dólares para enfrentar la crisis, pero, al mismo tiempo, se aceptan como meta los 300.000 millones fijados por los países del Norte en la cumbre anterior. La diferencia es enorme: un billón de dólares menos de lo que la ciencia y la justicia reclaman”.
Ahí está, precisamente, una de las lagunas del texto: “Si el ‘Documento final’ se conforma con esos 300.000 millones y los presenta como un ‘éxito’, sin crear un mecanismo obligatorio para cubrir el resto, se estaría legitimando una injusticia estructural. En palabras del papa Francisco, sería solo un parche que mantiene intacto el sistema”.
Por otra parte, “desde la perspectiva del pensamiento social de la Iglesia, dejar atrás los combustibles fósiles no es solo una decisión técnica, sino un deber moral urgente. Francisco lo ha dicho con claridad: la transición debe ser drástica, intensa y con el compromiso de todos”.
El borrador actual, eso sí, “refleja esa tensión. El punto clave está en el párrafo 44, donde se debate si mantener la expresión ‘transitioning away’ (alejarse de los fósiles) o borrarla. La opción 1 conserva ese lenguaje y lo vincula con los planes nacionales, aunque no llega a hablar de una eliminación total. Es lo mínimo aceptable. Las opciones 2 y 3, en cambio, eliminan la frase y supondrían un retroceso respecto a lo acordado en la COP28”.
Otro “problema” aparece en el párrafo 36, “que habla de acabar con los ‘subsidios ineficientes’ a los fósiles. Ese adjetivo abre la puerta a justificar subsidios como ‘eficientes’ si benefician a la economía, aunque dañen la creación. Desde la ética social, un subsidio que destruye la naturaleza nunca puede considerarse legítimo”.
Igualmente, “el borrador también menciona la idea de una ‘transición justa’ (párrafo 35). Reconoce que cada país tiene circunstancias distintas, lo cual es positivo. Pero no asegura fondos ni mecanismos de protección para los trabajadores y comunidades que perderán empleos en minas o pozos. Sin apoyo social, la transición corre el riesgo de crear nuevos pobres. Además, aunque reafirma la meta de limitar el calentamiento a 1,5°C, el texto no fija una fecha clara para abandonar los fósiles. Confía en tecnologías futuras, como la captura de carbono, lo que la Iglesia considera una ilusión peligrosa”.
De este modo, “defender la opción 1 del párrafo 44 es, para la Iglesia, un acto de justicia política. Es un camino estrecho y lleno de obstáculos, pero es la única vía que mantiene viva la esperanza de poner fin a la era fósil sin que los más pobres carguen con el costo”.
A modo de conclusión, teniendo en cuenta tanto las luces como las sombras, Agosta se queda con que “el texto es valiente, un buen punto de partida. Habla de solidaridad, de derechos y de las brechas históricas. Pero las múltiples ‘opciones’ que aparecen (incluyendo la posibilidad de borrar párrafos enteros) muestran que los países ricos intentarán eliminar las referencias a la responsabilidad histórica y suavizar las obligaciones financieras. Tampoco es que la batalla sea lograr que se escriba ‘phase out’ (eliminación total), sino evitar que se borre ‘transitioning away’”. Con todo, “falta conectar la financiación con el abandono de los fósiles: los países del Sur no podrán avanzar si no reciben apoyo para alternativas”.
A dos días de que llegue la clausura, “el desenlace dependerá de si Brasil logra defender los puntos clave señalados. Si lo consigue mantenerlos, será una victoria histórica para la Doctrina Social de la Iglesia. Si no, la cumbre quedará en un discurso bonito de Mutirão, pero sin cambios reales en la estructura”.