Manu Velasco, maestro, conferenciante y escritor
Profesor en el colegio Santa Teresa de León desde hace más de dos décadas, Manuel Ángel Velasco Rodríguez (Toreno, León, 1982) –que así se llama este popular bloguero, conferenciante y escritor– se define como un “maestro con los pies en la tierra y la cabeza en las estrellas”. Un modo de entender la vocación de enseñar que ha querido plasmar en su último libro, ‘Soñando escuelas’ (Ed. Mensajero), un viaje en 43 etapas o capítulos –tantos como años tiene el autor– al que invita a unirse al lector para seguir aprendiendo juntos que “educar exige fe, pero también rebeldía”.
PREGUNTA.- ¿Cómo se lucha por un sueño cuando la realidad se empeña en despertarnos de golpe?
RESPUESTA.- Soñando más fuerte y soñando juntos. La realidad no siempre es amable, pero los sueños son tozudos. Luchar por ellos no consiste en cerrar los ojos, sino en abrirlos de otra manera. Cada maestro que se levanta con ilusión y compromiso, aunque el sistema pese, ya está soñando una escuela mejor. Y esto, al final, es una forma de resistencia.
PREGUNTA.- ¿Y si, contrariamente a lo que se nos ha dicho siempre, para poder no basta solo con querer?
R.- Querer es el motor, pero no basta si no hay camino. Para poder, hay que querer, saber y, sobre todo, creer: en uno mismo, en los demás y en que todo gesto, por pequeño que sea, deja huella. El querer enciende, el saber construye y el creer sostiene. Sin conocimiento, los sueños se quedan en ideas; y sin fe, las ideas se apagan. Solo cuando se unen el querer, el saber y el creer, la educación se convierte en transformación.
P.- Son muchas las imágenes que emplea en su libro para describir la escuela que anhela. ¿Alguna que resuma su ideal de escuela?
Una escuela con ventanas grandes, abierta al mundo, a la vida, a la emoción y al error. Una escuela donde entre la luz de fuera y salga la de dentro; que no se conforma con enseñar, sino que se atreve a iluminar.
P.- En las páginas de este sueño compartido, invita a sus compañeros de profesión a educar “con palabras de poeta y con manos de artista”. ¿Cómo se traslada al aula cada día tan loable propósito?
R.- Con ternura, creatividad y coherencia. No hace falta pintar murales ni recitar versos: basta con mirar de verdad, escuchar despacio y enseñar de la mejor manera posible para generar aprendizajes. Las palabras del poeta llegan al alma y las manos del artista al corazón. Si conseguimos ambas cosas, la mente se abre sola. Se trata de poner belleza y creatividad en lo cotidiano.
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