Escena del 'Cántico de las criaturas' pintada por Antonio Oteiza
“Nuestro propósito es poner de relieve cómo la inquietud creadora del ser humano trasciende límites cronológicos, etiquetas estilísticas y conceptos estéticos cuando responde a la llamada de la inspiración”, explica Jesús Torrecilla, coordinador de la Escuela de Estudios Franciscanos y miembro de la Comisión Nacional de los Centenarios Franciscanos.
Es el caso de la profunda atracción que sintió Joan Miró por el ‘Cántico del hermano Sol’ o ‘Cántico de las criaturas’ (1225), el célebre poema-oración de san Francisco de Asís que cumple 800 años. “Creo que Miró es un artista del color, la luz, la expresión y, a la vez, muy sugerente. En este ‘Càntic del Sol’ –como él lo llamó– captó el espíritu de Francisco. Conecta, sobre todo, por la luz, el color, lo distinto de las criaturas, y porque a la vez hay armonía. La obra de Miró, a veces, parece disruptiva, pero enseguida encuentras una armonía”, insiste Torrecilla.
“En el Cántico de las criaturas también hay algo de esto –prosigue–. No está solo lo bueno o bonito de la vida, el sol, la luna, las estrellas, también está la enfermedad, el conflicto, la muerte, y todo hermanado. Lo que vio Miró en los pequeños trazos de su ‘Càntic’ sugiere además un misterio, un algo más, un esplendor, una belleza total. Y eso es muy franciscano”.
Los 32 aguafuertes con los que Miró ilustró en 1975 los versos de Francisco, traducidos al catalán por Josep Carner en un volumen editado por Gustavo Gili, son los grandes protagonistas de la exposición ‘Specvlvm Creatvrarvm’. 800 años mirando a Francisco, que la Comisión Nacional de los Centenarios Franciscanos ha inaugurado en O_LUMEN, el espacio para las artes y la palabra de los dominicos en Madrid.
“Al exponer aquí, en medio de la gran ciudad, estas obras que perpetúan a Francisco y su ‘Cántico’, seguimos actualizando su deseo original: que el ‘Cántico’ se escuche, se vea, se baile, se haga trazos de luz y color; y así se viva, se nos meta dentro y pueda envolvernos en su danza, en su total y pobre certeza”, confía Torrecilla.
Junto a Miró, completan esta mirada de arte, espiritualidad y fraternidad el clasicismo contrarreformista de Vicente Carducho y tres esculturas contemporáneas, una atribuida a Antonio Cano Correa, y las dos de Jorge Oteiza y Antonio Oteiza, que completan el viaje desde el Barroco hasta los siglos XX y XXI. “Estas esculturas representan a Francisco en diálogo con los animales, con el lobo, con el cordero. Sugieren otra mirada a Francisco”, apunta Torrecilla, quien recuerda con emoción al capuchino Antonio Oteiza, fallecido este agosto a los 99 años, y su ‘Cántico al sol’.
“Es la primera vez que se expone una obra suya tras su muerte –continúa–. El genio que atraviesa su fecunda trayectoria artística tiene que ver con la búsqueda del aura de todo, de lo sacro de la realidad, del esplendor de la sencillez. Y algo de ese esplendor de la cotidianidad es lo que nos pone delante el Cántico que aquí miramos”.