“Si alguien dice: ‘Estoy contra el aborto, pero estoy de acuerdo con el trato inhumano a los migrantes en Estados Unidos’… No creo que sea ser provida”. Hace unos días, el Papa, respondiendo a una pregunta sobre su país natal que nada tenía que ver con las migraciones, pronunció estas palabras que no poco estupor han causado en el Gobierno estadounidense. Al paso de estas declaraciones salió el ariete mediático de la administración Trump, la portavoz Karoline Leavitt. Católica confesa, rechazó de pleno la afirmación de León XIV y echó balones fuera asegurando que el trato inhumano lo habían recibido los migrantes durante anteriores gobiernos. Cierto es que, en administraciones previas, demócratas y republicanas, los muros se siguieron levantando en la frontera sur con más o menos atención mediática.
En los últimos meses, a estas vallas físicas se les han unido otras legales casi más insuperables. La más reciente es del 3 de octubre y es la decisión de la Corte Suprema que permite al gobierno de Donald Trump retirar la especial protección a 600.000 venezolanos y 500.000 haitianos. El llamado TPS (Temporary Protected Status) fue creado en los 90 para evitar deportaciones de ciudadanos a países con desastres naturales, conflictos civiles u otras condiciones peligrosas. A partir de ahora, y si nada lo impide, la puerta queda abierta a las devoluciones masivas. En enero, además, Trump eliminó el sistema CBP One que permitía a los migrantes presentar solicitudes de asilo por razones humanitarias. Incluso las citas que ya estaban concedidas se cancelaron. Dos meses después, el Gobierno republicano habilitó el CBP, no para impulsar los trámites de asilo, sino para facilitar la autodeportación voluntaria.
“Parece que no nos acordamos ya, pero, durante décadas, hubo un sistema exitoso para el control migratorio en Estados Unidos. Se identificaba a los migrantes y refugiados y se les invitaba o no al país. Ese sistema permitía a las personas llegar a la frontera y solicitar asilo y luego se tramitaba su petición; y no todos conseguían el asilo. Ese sistema que funcionaba ya no existe”, comenta a Vida Nueva Michele R. Pistone, fundadora del Mother Cabrini Institute on Immigration. Esta nueva institución que se inserta en la Universidad Villanova, centro en el que estudió un joven Robert Prevost, que se presentó al Papa en Roma durante el Jubileo de los Migrantes. El Instituto se apoya en cuatro pilares fundacionales como son la docencia, la investigación, la defensa y el servicio a migrantes y refugiados.
Michele Pistone, fundadora del Instituto para las Migraciones de la Universidad Villanova
Si en el siglo XIX y principios del XX la inmigración en Estados Unidos provenía de la maltrecha Europa, desde finales del XX procede, en su mayor parte, del vecino al sur de la frontera. De esa migración sabe mucho sor Norma Pimentel, hija de mexicanos. La religiosa de los Misioneros de Jesús acudió a Roma para acompañar la iniciativa de la Universidad de Villanova, que también organizó un encuentro de tres días titulado Refugiados y Migrantes en Nuestra Casa Común.
Sor Norma Pimentel
La llaman “el ángel de los migrantes” porque, desde hace 12 años, es el rostro amable que miles de personas encuentran al cruzar el Río Grande desde México a Texas en el Catholic Charities of the Rio Grande Valley Humanitarian Respite Center. La religiosa confiesa sorprendida que nunca había visto la situación que se está dando ahora con las redadas llevadas a cabo por el ICE, la agencia para el control migratorio.
Para esta religiosa, mucho del ambiente de miedo en torno al migrante cambiaría si se conocieran las razones de estas personas, “porque es un hecho que va a seguir habiendo inmigración”, insiste. La hermana reivindica soluciones desde los gobiernos, también para que se garantice el derecho a no emigrar: “Muchas de estas personas que conozco quieren quedarse en sus casas, en sus países, pero no pueden porque sus vidas corren peligro. No tienen otra opción”. Por eso, asegura que llevaría a los gobernantes a conocer a sus migrantes “y que vean sus rostros, para que así sepan que lo que hacen tiene consecuencias serias en estas personas”. “¿Pero ya estuvo Trump en 2019 en su centro?”, le preguntamos. “Sí, pero no se acercó a ningún migrante”. Touché.