Vaticano

¿Qué dice san Agustín en la exhortación apostólica ‘Dilexi te’ de León XIV sobre los pobres?

| 09/10/2025 - 12:00

“El santo obispo de Hipona enseñó el amor preferencial por los pobres”, afirma el Papa en su primer gran documento magisterial





El Vaticano ha publicado hoy, a las 12:00, la primera exhortación apostólica del papa León XIV: ‘Dilexi te’. En el texto en el que el Pontífice reflexiona sobre el amor hacia los pobres, son decenas las referencias a santos y otros papas, pero hace mención especial al fundador de su congregación: san Agustín.



Robert Francis Prevost recurre en ‘Dilexi te’ a las voces de san Francisco, santa Clara, san Esteban, san Lorenzo, san Ignacio de Antioquía, san Justino, san Juan Crisóstomo, Jesús, los pontífices desde León XIII hasta hoy, Madre Teresa de Calcuta o los fundadores de las congregaciones más antiguas y numerosas. No obstante, Vida Nueva se detiene, a continuación, en el fundador de los agustinos.

León XIV recuerda que “san Agustín tuvo como maestro espiritual a san Ambrosio, que insistía en la exigencia ética de compartir los bienes: ‘Lo que das al pobre no es tuyo, es suyo. Porque te has apropiado de lo que fue dado para uso común’.

Según explica el Pontífice, “para el obispo de Milán, la limosna es justicia restaurada, no un gesto paternalista. En sus sermones, la misericordia adquiere un carácter profético: denuncia las estructuras de acumulación y reafirma la comunión como vocación eclesial”.

Opción preferencial por los pobres

Así, destaca que, “el santo obispo de Hipona enseñó el amor preferencial por los pobres”. “Pastor vigilante y teólogo de rara clarividencia, comprendió que la verdadera comunión eclesial se expresa también en la comunión de los bienes”, agrega.

Como indica Prevost, “en sus Comentarios a los Salmos, recuerda que los verdaderos cristianos no dejan de lado el amor a los más necesitados: ‘Atended a vuestros hermanos, si necesitan algo; dad, si Cristo está en vosotros, incluso a los extranjeros'”.

“Este compartir los bienes brota, por tanto, de la caridad teologal y tiene como fin último el amor a Cristo. Para Agustín, el pobre no es solo alguien a quien se ayuda, sino la presencia sacramental del Señor”, subraya.

Amor a los pobres

El Papa afirma en su exhortación que “el Doctor de la Gracia veía en el cuidado a los pobres una prueba concreta de la sinceridad de la fe. Quien dice amar a Dios y no se compadece de los necesitados, miente (cf. 1 Jn 4,20)”.

En este sentido, continúa: “Al comentar el encuentro de Jesús con el joven rico y el ‘tesoro en el cielo’ que está reservado a quienes dan sus bienes a los pobres (cf. Mt 19,21), Agustín pone en boca del Señor las siguientes palabras: ‘Recibí tierra y daré el cielo. Recibí cosas temporales y daré a cambio bienes eternos. Recibí pan, daré la vida. […] He recibido alojamiento y daré una casa. He sido visitado en la enfermedad y daré salud. Fui visitado en la cárcel y daré libertad. El pan que se dio a mis pobres se consumió; el pan que yo daré restaura las fuerzas, sin acabarse nunca’. El Altísimo no se deja vencer en generosidad por aquellos que le sirven en los más necesitados; cuanto mayor es el amor a los pobres, mayor es la recompensa por parte de Dios”.

Para León XIV, la “mirada cristocéntrica y profundamente eclesial” de san Agustín “lleva a sostener que las ofrendas, cuando nacen del amor, no solo alivian la necesidad del hermano, sino que también purifican el corazón de quien da y está dispuesto a la conversión, ‘pues las limosnas pueden servirte para redimir los pecados de la vida pasada, si cambias de vida’. Son, por así decirlo, el camino ordinario de conversión de quien desea seguir a Cristo con corazón indiviso”.

León XIV, durante un almuerzo con los agustinos

Además, Prevost sostiene que “en una Iglesia que reconoce en los pobres el rostro de Cristo y en los bienes el instrumento de la caridad, el pensamiento agustiniano sigue siendo una luz segura. Hoy, la fidelidad a las enseñanzas de Agustín exige no solo el estudio de sus obras, sino la disposición a vivir con radicalidad su llamada a la conversión, que incluye necesariamente el servicio de la caridad”.

Al término del epígrafe que le dedica al hombre del que bebe su espiritualidad, reconoce que “la teología patrística fue práctica, apuntando a una Iglesia pobre y para los pobres, recordando que el Evangelio solo se anuncia bien cuando llega a tocar la carne de los últimos, y advirtiendo que el rigor doctrinal sin misericordia es una palabra vacía”.

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