Durante las Primeras Vísperas en la Domus Australia de Roma, el Papa invitó a mirar a la Virgen del Rosario de Pompeya como “imagen viva de la esperanza”
León XIV vísperas
León XIV ha presidido esta tarde la celebración de las Primeras Vísperas en la Domus Australia, con motivo de la fiesta patronal de la Virgen del Rosario de Pompeya. El Papa participó también en la bendición solemne de la imagen restaurada de Nuestra Señora, un icono con una historia singular: fue donado hace décadas por el beato —y pronto santo— Bartolo Longo, apóstol del Rosario y fundador del santuario de Pompeya.
“Esta devoción a nuestra Madre Bendita ocupa un lugar especial en mi corazón”, comenzó diciendo el Papa, quien expresó su deseo de que la imagen restaurada “inspire una devoción cada vez mayor entre los residentes, los peregrinos y la comunidad local”.
El Pontífice destacó que la celebración se enmarca en el Año Jubilar dedicado a la virtud teologal de la esperanza, recordando que María fue su encarnación más perfecta: “María confió en que Dios cumpliría sus promesas. Esa esperanza le dio la fuerza y el valor para entregar su vida por el Evangelio y abandonarse totalmente a la voluntad de Dios”.
Asimismo, León XIV ha subrayado que la fe de la Virgen no fue pasiva, sino activa, paciente y confiada. “Dios nunca se retrasa”, ha asegurado; “somos nosotros quienes debemos aprender a confiar, incluso cuando se requiere paciencia y perseverancia. El tiempo de Dios siempre es perfecto.”
En su homilía, el Papa recordó las palabras de san Pablo: “Cuando llegó la plenitud de los tiempos, Dios envió a su Hijo”, y explicó que Cristo no solo nos redime del pecado, sino que libera nuestros corazones para decir ‘sí’ a Dios, “como hizo nuestra Madre Bendita”.
Por otro lado, y citando a San Agustín, el Papa ha recordado que “Dios nos creó sin nosotros, pero no nos salvará sin nosotros. Por eso estamos llamados a cooperar con Él, viviendo como hijos e hijas de la gracia”.
