El Papa ha celebrado esta mañana la misa en la plaza de San Pedro con motivo del Jubileo del Mundo Misionero y de los Migrantes
Jubileo de los Migrantes y de los Misioneros
“A los migrantes les digo: son siempre bienvenidos”. Así ha concluido el papa León XIV la misa en la plaza de San Pedro con motivo del Jubileo del Mundo Misionero y de los Migrantes, en una lluviosa mañana en Roma.
Según sus palabras, esta es “una hermosa ocasión para reavivar en nosotros la conciencia de la vocación misionera, que nace del deseo de llevar a todos la alegría y la consolación del Evangelio, especialmente a aquellos que viven una historia difícil y herida”.
Y esos heridos en el camino son para el Pontífice “los hermanos migrantes, que han debido abandonar su tierra, muchas veces dejando a sus seres queridos, atravesando las noches de miedo y de soledad, padeciendo en su propia piel la discriminación y la violencia”.
Citando a Francisco y a Benedicto XVI, Robert Francis Prevost ha recordado que “el Espíritu nos manda continuar la obra de Cristo en las periferias del mundo, marcadas a veces por la guerra, la injusticia y por el sufrimiento”.
“Ante estos escenarios oscuros, brota de nuevo el grito que tantas veces en la historia se ha elevado a Dios: Señor, ¿por qué no intervienes?, ¿por qué pareces ausente? Este grito de dolor es una forma de oración que permea toda la Escritura”, ha agregado.
Para el Papa, “la respuesta del Señor, sin embargo, nos abre a la esperanza. Si el profeta denuncia la fuerza ineluctable del mal que parece prevalecer, el Señor por su parte le anuncia que todo esto tiene un momento fijado, un término, porque la salvación vendrá y no tardará”.
Como ha afirmado León XIV, “hay una nueva posibilidad de vida y de salvación que proviene de la fe, porque la fe no solo nos ayuda a resistir al mal perseverando en el bien, sino que trasforma nuestra existencia hasta hacerla un instrumento de la salvación que Dios sigue queriendo realizar en el mundo. Y, como nos dice Jesús, se trata de una fuerza mansa, la fe no se impone con los medios del poder”.
En este sentido, ha continuado: “Es una salvación que se realiza cuando nos comprometemos en primera persona y nos hacemos cargo, con la compasión del Evangelio, del sufrimiento del prójimo; es una salvación que se hace camino, de forma silenciosa y aparentemente ineficaz, en los gestos y en las palabras cotidianas, que son como la pequeña semilla de la que habla Jesús”.
León XIV, en la plaza de San Pedro
Con una referencia a san Pablo VI, el Pontífice ha llamado a “renovar el fuego de la vocación misionera” hoy, cuando “se abre en la historia de la Iglesia una época misionera nueva”.
“Si por un largo periodo hemos asociado la misión con el partir, el ir hacia tierras lejanas que no habían conocido el Evangelio o se encontraban en situaciones de pobreza, hoy las fronteras de la misión ya no son las geográficas, porque son la pobreza, el sufrimiento y el deseo de una esperanza mayor las que vienen hacia nosotros”, ha remarcado.
Y ha contiproseguido: “Nos lo atestigua la historia de muchos de nuestros hermanos migrantes, el drama de su fuga de la violencia, el sufrimiento que los acompaña, el miedo a no lograrlo, el riesgo de peligrosas travesías a lo largo de las costas del mar, su grito de dolor y desesperación”.
“Esas barcas que esperan avistar un puerto seguro en el que detenerse y esos ojos llenos de angustia y esperanza que buscan una tierra firme a la que llegar, no pueden y no deben encontrar la frialdad de la indiferencia o el estigma de la discriminación”, ha rematado.
León XIV ha señalado que “la cuestión no es partir, sino más bien permanecer para anunciar a Cristo a través de la acogida, la compasión y la solidaridad. Permanecer sin refugiarnos en la comodidad de nuestro individualismo, quedarnos para mirar a la cara a aquellos que llegan desde tierras lejanas y sufrientes, permanecer para abrirles los brazos y el corazón, acogerles como hermanos”.
“Son tantos los misioneros, pero también los creyentes y las personas de buena voluntad, que trabajan al servicio de los migrantes, y para promover una nueva cultura de la fraternidad sobre el tema de la migración, más allá de los estereotipos y los prejuicios. Pero este precioso servicio interpela a cada uno de nosotros, en la medida de sus posibilidades”, ha subrayado.
El Papa ha exigido a posteriori dos grandes compromisos misioneros: la cooperación misionera y la vocación misionera.
En primer lugar, “les pido promover una renovada cooperación misionera entre las Iglesias. En las comunidades de antigua tradición cristiana como las occidentales, la presencia de muchos hermanos del sur del mundo debe ser acogida como una oportunidad, para un intercambio que renueva el rostro de la Iglesia y suscita un cristianismo más abierto, más vivo y más dinámico”.
Al mismo tiempo, “cada misionero que parte para otras tierras, está llamado a habitar las culturas que encuentra con sagrado respeto, dirigiendo al bien todo lo que encuentra de bueno y de noble, y llevándoles la profecía del Evangelio”.
En segundo lugar, “me dirijo en particular a la Iglesia europea. Hoy se necesita un nuevo impulso misionero, de los laicos, religiosos y sacerdotes que ofrezcan su servicio en las tierras de misión, de nuevas propuestas y experiencias vocacionales capaces de suscitar este deseo, especialmente en los jóvenes”.
Asimismo, “las comunidades del sur del mundo están llamadas a discernir con atención las motivaciones vocacionales de quien desea ser misionero”, ha concluido.