La copa empleada por Jesús en la Última Cena ha despertado siempre una gran expectativa, sin necesidad de ser Indiana Jones. Pero más allá de la leyenda, la historiadora del Arte, Catalina Martín Lloris, y el profesor de Estética, Guillermo Gómez-Ferrer, ambos de la Universidad Católica de Valencia, han explorado lo últimos siglos del Santo Cáliz que se venera en la catedral valenciana. En ‘El Santo Cáliz. Una historia real’ (Ediciones Encuentro, 2025), presentado estos días en Madrid, presentan “una meticulosa investigación que trata de establecer un hilo conductor histórico” entre el relato evangélico y la gran reliquia.
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Una propuesta que recoge dos mil años de historia, fe y poder con el rigor de una historiadora del arte y la mirada crítica de un filósofo que comparten con ‘Vida Nueva’ esta historia tan real como la vida misma.
Miradas complementarias
PREGUNTA- ¿Cómo llegan una historiadora del arte y un filósofo a interesarte tan a fondo en el Santo Cáliz?
CATALINA- Yo llegué al estudio del Santo Cáliz gracias a una beca de investigación para hacer mi tesis doctoral cuando acabé el grado de Historia del Arte. A partir de ese momento, hace ahora 30 años, mi vida siempre ha estado ligada a la reliquia. Ha habido momentos muy bonitos y muy difíciles también.
GUILLERMO- A mí me interesó la reliquia por la investigación de Cata que empezó cuando éramos novios. Primero fue un acompañamiento personal. Y después empezamos a trabajar y publicar juntos: ella desde la investigación histórica y yo desde la mirada filosófica y cultural.
P.- Como dice el título de un capítulo, ¿es posible que se conservara el Cáliz de la Última Cena?
RESPUESTA- Si nos atenemos a lo que dicen los documentos, a la arqueología y a las referencias complementarias, sí, es posible. Hay unos años complejos porque no hay documentación. Sin embargo, desde muy pronto, desde el siglo IV tenemos testimonios en libros de viajeros y peregrinos a Tierra Santa que aseguran haber visto la reliquia en Jerusalén. Luego, tras la invasión de Al Mustansir, está documentada su presencia en El Cairo; y a partir de ahí, en el siglo XIV, en España, en concreto en la Corona de Aragón. Se puede seguir el rastro documental de la reliquia desde el siglo IV hasta su llegada a Valencia en el XV de manera lineal y continua. Y, por supuesto, desde ese momento hasta nuestros días. Cada uno de los personajes que, a lo largo de la historia ha hecho referencia a la reliquia, -y así aparece en los documentos- la ha considerado siempre como el cáliz o copa de la Última Cena, nunca se puso en duda.
Totalmente documentado
P.- Ante los más escépticos, ¿cuál es el dato histórico más sólido que encontramos en los que se refiere a esta gran reliquia?
R.- Todos. Nos referimos a que hay documentación que hablan del cáliz como el utilizado por Jesús en la Última Cena en el siglo IV, V, VI, VII, VIII, IX, XI, XIII, XIV y hasta hoy. O sea, la mayor solidez es la continuidad documental. No se refiere su aparición o llegada a hechos misteriosos o legendarios. Se debe a un recorrido documentado a través de viajes, inventarios, solicitudes, embajadas diplomáticas y actas de donación. Prácticamente toda la documentación existente que hace referencia al Santo Cáliz es documentación oficial. Esa es su mayor solidez. No hay ninguna reliquia que esté tan avalada documentalmente como el cáliz de la Última Cena.
P.- Un tema que se aclara es el hecho de la aparición del término “grial” que se ha hecho muy famoso, ¿por qué llamarlo entonces Santo Cáliz?
R.- Llamar grial al Santo Cáliz es una tremenda equivocación. El Santo Cáliz es la reliquia de la copa utilizada por Cristo en la Última Cena. Existió, es real, un objeto concreto. El grial es el nombre dado a un objeto narrado en las novelas artúricas medievales. No es real. No existió. Es una creación literaria. Se lo intentó vincular con el Santo Cáliz para hacerlo más atractivo, pero no es lo mismo. Que hoy identifiquemos el Santo Cáliz con el grial hace que la reliquia pierda realismo, que parezca algo fantástico, irreal, misterioso, aventurero. Se podría decir que el grial en la Edad Media se cristianizó y el Santo Cáliz en la contemporánea se quiere paganizar. Hay que huir de esa tendencia.
Memoria viva
P.- ¿Qué ha supuesto el Cáliz para Valencia y Valencia para la reliquia?
R.- Valencia está orgullosísima de tener el Santo Cáliz. Somos muy afortunados. Su presencia en la ciudad desde el siglo XV ha hecho que se investigue, se estudie, se pinte y se escriba sobre él desde fecha muy temprana. Grandes historiadores de la talla de Beuter, Escolano o incluso Gregorio Mayans investigaron sobre él, también pintores como Juan de Juanes o Francisco Ribalta lo han representado en sus obras. Quizá desde fuera se puede desconocer, pero aquí, en Valencia, todo el mundo sabe que el Santo Cáliz está en su catedral y nos encanta.
P.- ¿Como proteger y transmitir el legado del Santo Cáliz?
R.- Investigando y estudiando. Aprovechando lo que aportan las nuevas tecnologías en el campo de la arqueología o los nuevos datos descubiertos en archivos. Invirtiendo en congresos, tesis, investigaciones y exposiciones. Todo lo que sirva para saber más de esta apasionante reliquia es la mejor manera de protegerla y transmitir su legado. No podemos olvidar que la reliquia no es un objeto turístico –aunque también lo sea–. Es memoria viva de que el cristianismo sucedió en la historia: en un momento y en un lugar concreto, con personas concretas. Es el testimonio de que Cristo instauró una nueva alianza. No debemos aplastar su valor religioso por otros intereses. Hemos escrito este libro justamente para incidir en su valor histórico y su dimensión religiosa, que es lo que ha dado sentido a que tanta gente –reyes, emires, monjes, viajeros, sultanes, reinas, clérigos– estuviera interesada en él.
