‘León XIV: ciudadano del mundo, misionero del siglo XXI’ ha visto la luz este 18 de septiembre
El papa León XIV en la audiencia general
León XIV ha roto su habitual silencio mediático para conceder su primera gran entrevista como Pontífice. Lo ha hecho a la periodista Elise Ann Allen, corresponsal de Crux Now, en el marco de una biografía que busca trazar el perfil más completo hasta ahora de un Papa discreto, pero que empieza a mostrar su voz en temas que marcan el presente y el futuro de la Iglesia.
En las páginas de ‘León XIV: ciudadano del mundo, misionero del siglo XXI’, que se ha publicado en español este jueves, 18 de septiembre, se despliega una conversación a corazón abierto en la que el Papa de asuntos como la tragedia de Gaza, el lugar de la mujer en la Iglesia, la acogida de las personas LGTBIQ+ o la herida de los abusos.
La gente hace muchas afirmaciones sobre la situación financiera del Vaticano. Pero no es la crisis que se le ha hecho creer a la gente. Afortunadamente, tengo un poco de conocimiento y experiencia en muchos tipos diferentes de asuntos financieros. Así que continuaremos trabajando en eso. En la reforma que Francisco inició se tomaron algunas decisiones muy importantes, las cosas ciertamente han mejorado con respecto a hace diez años, y eso tiene que continuar. Hay más cosas por hacer en ese sentido.
Incluso con algunas declaraciones muy claras hechas, recientemente por el presidente Trump, no ha habido una respuesta clara en términos de encontrar formas efectivas de aliviar el sufrimiento de la gente en Gaza, y eso es una gran preocupación. (…). La palabra genocidio se está usando cada vez más. Oficialmente, la Santa Sede no cree que podamos hacer ninguna declaración al respecto en este momento. Hay una definición muy técnica de lo que podría ser un genocidio, pero cada vez más personas están planteando la cuestión, incluyendo dos grupos de derechos humanos en Israel que han hecho esa declaración. Es tan horrible ver las imágenes en la televisión, ojalá algo cambiara esto. Ojalá no nos volvamos insensibles, porque no puedes soportar tanto dolor.
No tengo planeado involucrarme en la política partidista. La Iglesia no se trata de eso. Pero no me da miedo plantear temas que creo que son verdaderos temas del Evangelio, que ojalá la gente de ambos lados del pasillo, como decimos, pueda escuchar. En una de las últimas conversaciones que tuve con el vicepresidente de Estados Unidos —no he tenido conversaciones directas ni me he reunido con el presidente— hablé sobre la dignidad humana y lo importante que es para todas las personas, sin importar dónde nazcan, poder encontrar formas de respetar a los seres humanos y la forma en que los tratamos mediante las políticas y decisiones que tomamos. Obviamente, hay algunas cosas que están ocurriendo en Estados Unidos que son motivo de preocupación. Seguimos buscando formas de al menos responder y plantear algunas de las preguntas que deben hacerse.
Algo que hizo Francisco hacia el final de su pontificado, que creo que fue muy significativo, es la carta que escribió sobre el trato a los inmigrantes. Me alegró mucho ver cómo los obispos estadounidenses lo asumieron, y
algunos de ellos fueron lo suficientemente valientes como para seguir adelante con eso.
No veo que mi papel principal sea el de tratar de ser el solucionador de los problemas del mundo. No veo mi rol así en absoluto, en realidad, aunque creo que la Iglesia tiene una voz, un mensaje que necesita seguir siendo predicado, ser hablado y hablado en voz alta
Para la mayoría de la gente, ciertamente está la comprensión de que el papel de la mujer en la Iglesia tiene que seguir desarrollándose. Creo que en ese sentido hubo una respuesta positiva. Espero seguir los pasos de Francisco, incluyendo la designación de mujeres en algunos roles de liderazgo, en diferentes niveles, en la vida de la Iglesia, reconociendo sus dones y su contribución a la Iglesia de muchas maneras.
La cuestión se convierte en un tema polémico cuando se hace la pregunta específica sobre la ordenación. El sínodo había hablado específicamente de la ordenación, quizá, de mujeres diaconisas, que ha sido una cuestión que se ha estudiado durante muchos años. Ha habido diferentes comisiones nombradas por diferentes papas para decir: ¿qué podemos hacer al respecto? Creo que seguirá siendo un problema. Yo, por el momento, no tengo la intención de cambiar la enseñanza de la Iglesia sobre el tema. Creo que hay algunas preguntas previas que
deben hacerse. (…) ¿querríamos simplemente invitar a las mujeres a clericalizarse, y qué ha resuelto eso realmente? Quizá hay muchas cosas que deben ser examinadas y desarrolladas en este momento antes de que podamos realmente llegar a hacer las otras preguntas.
Así es como veo las cosas en este momento. Ciertamente, estoy dispuesto a seguir escuchando a la gente. Existen estos grupos de estudio, como el Dicasterio para la Doctrina de la Fe, que continúan examinando el trasfondo teológico, la historia, de algunas de esas preguntas, y caminaremos con eso y veremos qué resulta.
No tengo un plan en este momento. Ya me han preguntado un par de veces sobre eso durante estos primeros dos meses, sobre el tema LGBT. Recuerdo algo que un cardenal de la parte oriental del mundo me dijo antes de ser papa, sobre que “el mundo occidental está obsesionado con la sexualidad”. Para algunas personas, la identidad de una persona implica solo la identidad sexual, y para muchas personas, en otras partes del mundo, ese no es un tema principal en términos de cómo debemos tratarnos unos a otros. Confieso que eso está en el fondo de mi mente, porque, como hemos visto en el sínodo, cualquier tema relacionado con las cuestiones LGBTQ es altamente polarizador dentro de la Iglesia.
Por ahora, debido a lo que ya he intentado demostrar y vivir en términos de mi comprensión de ser papa en este momento de la historia, estoy tratando de no seguir promoviendo la polarización en la Iglesia. Lo que intento decir es lo que Francisco dijo muy claramente cuando decía: “Todos, todos, todos”. Todos están invitados a entrar, pero no invito a una persona porque sea o no de una identidad específica. Invito a una persona porque es un hijo o una hija de Dios. Todos son bienvenidos y vamos a conocernos y a respetarnos. La gente quiere que la doctrina de la Iglesia cambie, quiere que las actitudes cambien. Creo que tenemos que cambiar las actitudes, antes incluso de pensar en cambiar lo que la Iglesia dice sobre cualquier pregunta dada.
Me parece muy improbable, ciertamente en un futuro cercano, que la doctrina de la Iglesia cambie en términos de lo que enseña sobre la sexualidad y el matrimonio. Ya he hablado sobre el matrimonio, al igual que lo hizo el papa Francisco, sobre que la familia es un hombre y una mujer en un compromiso solemne, bendecidos en el sacramento del matrimonio. Pero incluso al decir eso, entiendo que algunas personas se lo tomarán mal.
En el norte de Europa ya están publicando rituales para bendecir “a las personas que se aman”, es la forma en que lo expresan, lo que va específicamente en contra del documento que el papa Francisco aprobó, Fiducia Supplicans, que básicamente dice: por supuesto que podemos bendecir a todas las personas, pero no buscar una forma de ritualizar algún tipo de bendición, porque eso no es lo que la Iglesia enseña. Eso no significa que esas personas sean malas, pero creo que es muy importante, de nuevo, entender cómo aceptar a los demás que son diferentes a nosotros, cómo aceptar a las personas que toman decisiones en su vida y respetarlas.
Entiendo que este es un tema muy polémico y que algunas personas harán exigencias para decir “queremos el reconocimiento del matrimonio gay”, por ejemplo, o “queremos el reconocimiento de las personas que son trans”, para decir “esto es oficialmente reconocido y aprobado por la Iglesia”. Los individuos serán aceptados y recibidos. Cualquier sacerdote habrá escuchado confesiones de todo tipo de personas, con todo tipo de problemas, todo tipo de estados de vida y elecciones que se han tomado. Creo que la enseñanza de la Iglesia continuará como está, y eso es lo que tengo que decir al respecto por ahora. Creo que es muy importante.
Las familias necesitan ser apoyadas, lo que llaman la familia tradicional. La familia es padre, madre e hijos. Creo que el papel de la familia en la sociedad, que ha sufrido en las últimas décadas, debe ser reconocido y fortalecido una vez más. Me pregunto en voz alta si la cuestión de la polarización y cómo las personas se tratan unas a otras no proviene también de situaciones en las que la gente no creció en el contexto de una familia donde aprendieran a amarse unos a otros, a vivir unos con otros, a tolerarse unos a otros y a formar los lazos de comunión. Eso es la familia. Si quitamos ese bloque de construcción básico, se vuelve muy difícil aprender eso de otras maneras.
Hay otro tema, que también es polémico, y sobre el que ya he recibido varias peticiones y cartas: la cuestión sobre cómo la gente siempre dice “la misa en latín”. Bueno, se puede decir misa en latín ahora mismo. Si es el rito del Vaticano II, no hay problema. Obviamente, entre la misa tridentina y la misa del Vaticano II, la misa de Pablo VI, no estoy seguro de hacia dónde va a ir eso. Es obviamente muy complicado. Sé que parte de ese problema, desafortunadamente, ha hecho —de nuevo, parte de un proceso de polarización— que algunos usen la liturgia como una excusa para promover otros temas.
Se ha convertido en una herramienta política. Creo que a veces el, digamos, “abuso” de la liturgia de lo que llamamos la misa del Vaticano II, no fue útil para las personas que buscaban una experiencia más profunda de oración, de contacto con el misterio de la fe, que parecían encontrar en la celebración de la misa tridentina.
Una vez más, nos hemos polarizado, de modo que [planteamos eso] en lugar de poder decir: “Bueno, si celebramos la liturgia del Vaticano II de una manera adecuada, ¿realmente encuentras tanta diferencia entre esta experiencia y esa experiencia?”. No he tenido la oportunidad de sentarme realmente con un grupo de personas que aboguen por el rito tridentino. Pronto se presentará una oportunidad, y estoy seguro de que habrá ocasiones para tratarlo.
Creo que se invirtió una cantidad significativa de trabajo en tratar de encontrar la manera de organizar la institución de la Santa Sede, para ponerla al servicio de los demás. Ahora, como en cualquier organización humana, hay cosas positivas y hay cosas que necesitan ser mejoradas.
Creo que habrá algunas preguntas sobre Praedicate Evangelium, algunas de las decisiones que se tomaron que probablemente necesiten algún ajuste en algún momento. Uno de los aspectos específicos en los que espero empezar a trabajar en un futuro muy cercano es continuar rompiendo o transformando la manera aislada en que trabaja cada dicasterio.
Las víctimas deben ser tratadas con gran respeto y con la comprensión de que aquellos que han sufrido heridas muy profundas a causa de los abusos a veces llevan esas heridas durante toda su vida. Sería ingenuo por mi parte, o por parte de cualquiera, pensar que [basta] mientras les demos algún tipo de compensación financiera, o nos ocupemos de la causa y el sacerdote sea despedido, como si esas heridas simplemente fueran a desaparecer por eso.
En primer lugar, se necesita una sensibilidad y una compasión auténticas y profundas hacia el dolor y el sufrimiento que la gente ha padecido a manos de los ministros de la Iglesia, ya sean sacerdotes, obispos, laicos, religiosos, hombres o mujeres, catequistas, etcétera. Ese es un problema que nos acompaña, y creo que debe ser tratado con un profundo respeto.
Las estadísticas muestran que más del 90% de las personas que se presentan y hacen acusaciones son víctimas auténticas. Dicen la verdad. No se lo están inventando.