Diez mil personas asistieron a los actos conmemorativos en el barrio 20 de Julio, donde nació esta tradición
“Divino Niño Jesús, bendícenos, escúchanos, consuélanos, ayúdanos, protégenos, defiéndenos, en ti confiamos”. Con esa jaculatoria miles de bogotanos acuden al Divino Niño para que interceda por algún milagro.
Una tradición propia de la capital colombiana y que el 7 de septiembre conmemoró sus 90 años, a casa llena, en el 20 de Julio, sede de su santuario.
Desde el Episcopado aseguran que “no fue solo una efeméride religiosa, sino una vibrante muestra de fe popular que refleja el significado profundo de este símbolo para la identidad nacional”.
La devoción al Divino Niño se extiende por toda Colombia y el mundo. En Bogotá, la lideran los salesianos. Por eso, en la víspera de las fiestas ofrecieron un almuerzo a mil niños y celebraron una eucaristía con Alejandro Díaz, obispo auxiliar.
Los actos centrales se realizaron en el santuario del 20 de Julio, barrio del suroriente de Bogotá. Allí participaron 10 mil personas que recibieron el sacramento de la confesión, participaron en la misa y en una procesión.
La lluvia no atajó a los peregrinos, quienes con cantos, el rezo del rosario y cientos de niños vestidos de Niño Jesús recorrieron las calles de la barriada con la imagen original, llevada sobre sus hombros por unos feligreses mexicanos como signo de la internacionalización de esta devoción.
Rubén Darío Jaramillo, superior salesiano en Colombia, celebró la eucaristía. Pidió a los asistentes “construir un país con gracia, sabiduría y santidad”.
“Solamente así venceremos la mentira, el engaño, la falsedad, la corrupción; solamente así seremos la humanidad colombiana que el Señor quiere”, apuntó.
Millones de colombianos acuden al Divino Niño. No se trata solo de una imagen, sino de un símbolo de consuelo, esperanza y resiliencia en una nación herida por el conflicto armado.
Jaramillo recordó que el santuario se erige como un faro de fe donde convergen ciudadanos de todas las clases sociales para pedir, agradecer y encontrar paz. Es una devoción que se remonta cuando los salesianos llegaron al 20 de Julio.
Juan del Rizzo, religioso y sacerdote de esta congregación, sembró esa semilla, cuando dijo: “Jesús quiere ser honrado en el misterio de su niñez y a Él le agrada mucho cuanto se haga en favor de los niños pobres y de las gentes más necesitadas”.
Es así como en 1937 comenzó la construcción del Templo ante la creciente comunidad de devotos. Fue inaugurado en 1942 y erigido ya como parroquia por Ismael Perdomo, arzobispo de Bogotá entre 1928 y 1950.
“Lo que comenzó en el sur de Bogotá hoy es un fenómeno global. La devoción se ha extendido con fuerza a países como México, Perú, Ecuador y República Dominicana, llevando consigo un pedazo de la cultura y la fe colombiana”, indicaron desde el Episcopado.