León XIV se va (de nuevo) a Castel Gandolfo y recibe al ‘papa’ armenio

Es la primera vez que se encuentran León XIV y Karekin II, catholicos de todos los armenios, aunque para el líder de la Iglesia apostólica de Armenia es ya su cuarto encuentro con un Papa en veinticinco años de ministerio. La cita ha tenido lugar este martes, 16 de septiembre, en Castel Gandolfo, donde León se aloja desde ayer por la tarde.

Según relató el arzobispo Khajag Barsamian, representante de Etchmiadzin ante la Santa Sede, en declaraciones a Radio Vaticano, el encuentro transcurrió en “un clima fraterno y cordial”. Sobre la mesa, diversos asuntos eclesiales, pero también la preocupación del patriarca por el futuro del pueblo armenio en Artsakh.

Durante la audiencia, Karekin II no solo compartió sus inquietudes, sino que invitó oficialmente al Papa a visitar Armenia. Tanto el ‘papa’ armenio como León XIV coincidieron en subrayar la urgencia de trabajar por la paz, “una paz fundada en la justicia”, como remarcó el líder armenio. La delegación armenia acompañó al patriarca en esta visita que marca un nuevo capítulo en la relación entre las dos Iglesias.

León XIV en Castel Gandolfo

Un camino de comunión

El vínculo entre Roma y Etchmiadzin tiene ya una historia de pasos significativos. Karekin II visitó por primera vez el Vaticano en noviembre del año 2000, apenas elegido catholicos, para encontrarse con san Juan Pablo II durante el Gran Jubileo. Entonces, en continuidad con la declaración firmada en 1970 por san Pablo VI y Vasken I, ambos líderes rubricaron un nuevo texto conjunto.

Aquel documento rezaba: “Confesamos juntos nuestra fe en el Dios Trino y en el único Señor Jesucristo, Hijo unigénito de Dios, que se hizo hombre para nuestra salvación. Creemos también en la Iglesia Una, Católica, Apostólica y Santa. En efecto, la Iglesia, como Cuerpo de Cristo, es una y única”.

Un compromiso que hoy sigue vivo. “Seguimos rezando por la comunión plena y visible entre nosotros”, afirmaba el texto, que concluía recordando la misión común de “enseñar la fe apostólica y testimoniar el amor de Cristo a todo ser humano, especialmente a los que viven en circunstancias difíciles”.