Delegación española en el Consejo de Jóvenes del Mediterráneo
El 5 de septiembre, León XIV recibió en audiencia al Consejo de Jóvenes del Mediterráneo. La entidad, creada por la Conferencia Episcopal Italiana en 2020, ha involucrado en este lustro a numerosos chicos de todo el Mare Nostrum para testimoniar, como les dijo Prevost, que, en un mundo convulsionado como el actual, no solo “el diálogo es posible”, sino que “las diferencias son fuente de riqueza y no motivo de oposición”, pues “el otro es siempre un hermano y nunca un extraño o, peor aún, un enemigo”.
Un mensaje que caló hondo en Beatriz González Villarrubia, Clara Marugán Martín y Pilar Shannon Pérez Brown, las tres representantes españolas designadas por la Conferencia Episcopal para estar en el Consejo y que acudieron a Roma para participar en un encuentro de varios días que tuvo como hitos destacados la audiencia papal y su participación en la canonización de Acutis y Frassati.
En conversación con Vida Nueva, las tres relatan fascinadas la experiencia. Beatriz, toledana de 21 años que está a punto de graduarse en Educación Social, tiene claro que su fe marcará su vocación: “Entusiasmada con la belleza de la vida y profundamente enamorada de ella, siento cómo Dios guarda mis latidos y es la esencia de mi existencia. Seguir su camino me ha llevado a comprender lo importante que es el prójimo y a vivir entregada, consciente de que mi misión será amar”.
Sobre el encuentro con el Papa, apunta que “tanto su presencia como sus palabras fueron un símbolo de esperanza, un llamado a perseverar en nuestro deseo de paz, a seguir conociendo el mundo de hoy con el anhelo de convertirlo en un lugar de convivencia. Nos fortaleció en nuestro compromiso de ser partícipes del sueño común de cambiar el mundo”.
Clara, zamorana de 20 años, también está “muy comprometida tanto en la parroquia como en la Diócesis de Zamora: en coros y en las pastorales juvenil y familiar. Ahora estoy estudiando Medicina en Salamanca, donde también estoy implicada en la pastoral universitaria”. Todo ello bañado por su pertenencia a Cristianos Sin Fronteras, “cuyo carisma es la evangelización y la animación misionera”.
Desde esa experiencia espiritual, vuelve de Roma plena: “La audiencia con León XIV fue muy emocionante y especial. Encarna una Iglesia cercana y con los pies en la tierra, en la que los jóvenes católicos somos escuchados y apoyados”. En ese sentido, “nos invitó a seguir siendo semillas de paz y signos de una esperanza arraigada en Cristo. Este encuentro ha sido un soplo de espíritu que nos ha renovado las fuerzas y la ilusión en nuestro compromiso a ser el presente de la Iglesia. Una Iglesia que es hogar para todos, desde nuestra diversidad y riqueza”.
Igualmente feliz regresa Pilar, madrileña de 27 años. Muy implicada en el Consejo de Jóvenes del Mediterráneo, del que es su coordinadora, define la audiencia papal como “un regalo del cielo y un motor en nuestro camino, ya que nos ha confirmado que vamos por buen camino y estamos haciendo la voluntad de Dios”.
De sus palabras, se queda con que el Papa “nos definió como una obra-signo”. Por la primera, “a las Iglesias del Mediterráneo se nos ha confiado ‘reconstruir los lazos que se han roto, levantar las ciudades destruidas por la violencia e infundir esperanza a quienes la han perdido’”. Desde ahí, “somos el signo de una generación que no mira para otro lado, que no espera a que sea otro quien dé el primer paso; el signo de una juventud que imagina un futuro mejor y que se compromete para transformar el mal en bien”.
Consciente de la tarea, Clara cree que “la paz está sobre la mesa de los líderes de las naciones, pero a menudo se reduce a eslóganes. En cambio, necesitamos cultivar la paz en nuestros corazones y relaciones, hacerla florecer en los gestos cotidianos, ser motores de reconciliación en nuestros hogares, en las comunidades, en los ambientes de estudio y de trabajo, en la Iglesia y entre las Iglesias”.
Desde esa clave es en la que se mueve el Consejo en todos los rincones del Mediterráneo. En su caso, desde Toledo, busco “llevar las realidades de los jóvenes de nuestras comunidades y unirnos en comunión con la diversidad y la riqueza de los demás países, tratando de transformar las realidades juveniles”. Lo hacen “a través de proyectos interreligiosos y multiculturales. Centrados en necesidades específicas que detectamos, las evaluamos y analizamos con el fin de convertirlas en espacios de encuentro y diálogo fraterno”.
Así, “la paz se construye cuando escuchamos a los países del Mediterráneo y actuamos; cuando conocemos y entendemos las diferencias y dejamos de verlas como motivo de discusión para vivirlas como motivo de unión. Se crea cuando nos mantenemos firmes, valientes y serenos para promover la vida y los derechos humanos. La paz se edifica sembrando y trabajando sin descanso”. Algo fundamental “en medio de un mundo herido”.
Desde este actuar, Clara siente que “el Consejo es un lugar de encuentro con Dios y con los hermanos de distintas realidades de la Iglesia católica, donde conocernos y compartir diferentes testimonios, ideas y un proyecto común. Tenemos distintos grupos de trabajo enfocados en la educación formal e informal, la evangelización y redes sociales, intercambio interreligioso y el compromiso social. Desde ellos y con el apoyo de la Conferencia Episcopal Italiana, así como las distintas asociaciones que forman la Rete Mare Nostrum, desarrollamos proyectos concretos, en los que trabajamos para implicar a nuestras respectivas comunidades”.
Todo para “poner a Jesús como centro y faro, para que, siendo nuestra luz, nos ayude a ser puentes de paz y entendimiento entre los distintos países, culturas y personas. Para que, en este tiempo, en el que el Mediterráneo es a menudo un lugar de guerra, confrontación y muerte, los jóvenes seamos signo de esperanza y construyamos un mar de diálogo, cultura y fraternidad”.
Pilar, que como coordinadora representa a la región del sur de Europa, acompañada por otros representantes de Balcanes, Oriente Medio, y Norte de África, detalla algunas de las iniciativas: “Están la Oración por la Paz, para estar unidos a nuestros hermanos que sufren; el Photomarathon, como experiencia de intercambio cultural y de diálogo; o el campamento interreligioso, para promover la educación formal e informal en un contexto de encuentro. También apostamos mucho por las redes sociales como lugar de testimonio para sembrar semillas de paz”.