Muchos cristianos rezan con ‘El Señor es mi pastor’, con los acordes ideados por Nico Montero. El cantautor onubense lleva más de tres décadas regalando su música impregnada de fe a varias generaciones de cristianos. Una pasión evangelizadora que encaja al dedillo con su vocación como educador. No en vano, este filósofo desde hace trece años es el director del Instituto Público Fernando Aguilar, el más grande de la ciudad de Cádiz, y el segundo más populoso de la provincia con 1.200 alumnos, 120 profesores, turnos de mañana y tarde, además de ser referente en Formación Profesional más relevante de la capital. “No me aburro”, comparte a ‘Vida Nueva’ con la misma naturalidad con la que se despacha sobre el papel de los docentes cristianos en las aulas estatales.
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PREGUNTA.- ¿Cómo acaba un católico dirigiendo un buque público?
RESPUESTA.- Me dieron destino en el año 2001. Entonces, el centro se llamaba Bahía de Cádiz. Literalmente todo el mundo me lo definía como un instituto “horrible”. “¡Dónde te vas a meter!”, me soltaron. Tenía muy mala fama y pude comprobarlo de primera mano. El primer día me topé con un tío haciendo motocross en el hall de la entrada, como en las películas. Además, el hachís se movía con la misma facilidad que el material escolar se lanzaba por las ventanas.
Lo cierto es que yo venía con un bagaje en Granada, porque había sido profesor durante tres años en el barrio de Almanjáyar, donde enviaron a todos los gitanos que sacaron del Sacromonte. Allí formaba parte de un proyecto educativo de las hijas de la Caridad y de los salesianos. Esa experiencia de solidaridad y pastoral callejera me hizo callo y me facilitó me aterrizaje en Cádiz. Gracias al entonces director, Fernando Aguilar, que hoy da nombre al instituto, logramos darle la vuelta a la tortilla y a pacificar las aulas.
Hemos promovido todo tipo de iniciativas porque me dio mucha cancha para hacer juntos muchas locuras. Por ejemplo, una noche al mes abríamos el instituto a las diez de la noche para una gran fiesta que sirviera de válvula de escape y alternativa de ocio para los chicos. La única condición para asistir era no tener partes de mala conducta. Y funcionó. Se logró rebajar la tensión con un trabajo integrado desde el claustro, una escuela de padres, grupos de formación humana… Hoy es el centro público más demandado de Cádiz, tanto por los docentes como por los alumnos. Hemos logrado entre todos un ambiente de familia muy sano, una aldea educativa.
Bichos raros
P.- A menudo se piensa que la presencia de la Iglesia en la educación se circunscribe a los colegios católicos y a los maestros de la asignatura de Religión en la pública…
R.- Somos muchos entregándonos en este campo. Tengo muy claro que hay que seguir mimando la clase de Religión y hay que dar cancha a los profesores de Reli, porque es verdad que en la escuela pública, y con razón, se sienten bichos raros y en los claustros, a veces, son ninguneados y hasta maltratados. Hay que dotarles de todas las herramientas para que puedan fomentar una apertura de los niños y adolescentes a la trascendencia y educarla la interioridad. Junto a ellos, estamos los profesores católicos que educamos en las demás áreas. Tenemos una tarea enorme, inmensa.

Creo que el primer paso que tenemos que dar es no escondernos. Aquí no vale disfrazarse. En mi instituto, desde el primer día, gente sabe quién soy, a qué me dedico y en qué creo. También es fácil descubrirme, porque voy cantando por los pasillos… En serio, no me avergüenzo de mi Evangelio en absoluto. Tener fe es algo maravilloso que hay que compartir. No tenemos por qué amedrentarnos y entrar en una espiral de pensar que vivimos atrapados en un ambiente laicista y beligerante.
Mi planteamiento es compartir con libertad y sencillez lo que soy con serenidad, a pecho descubierto, pero sin avasallar, viviendo con alegría mis convicciones. Eso sí, sin adoctrinar ni repartir moralinas. Intentar que todos piensen como tú es un gran error. La pastoral de frontera no se practica con el catecismo bajo del brazo y ni con la cruz por delante como los misioneros de hace siglos, sino con el testimonio de tu vida.
P.- En su caso, con algo de arte…
R.- En realidad, el arte está más en lo que haces que en lo que dices, en el testimonio. Tanto los profesores como los alumnos y sus familias se sentirán interpelados por cómo te comportas y cómo actúes ante los desafíos que se presenten en el día a día. Cuando juegas en la cancha de la escuela pública, lo haces en la del equipo visitante, lo que implica que tienes que currártelo algo más, mirarlo desde la perspectiva de una grada diferente, ni mejor ni peor.
En la medida en la que tú abordes los problemas desde el humanismo cristiano que desborda en integridad, justicia y búsqueda del bien común, podrás hacer que el otro se cuestione y se sume a tu dinámica. Con la reforma educativa de la LOMLOE se ha puesto de moda el concepto ‘situaciones de aprendizaje’, que son unos contextos de experiencia donde los chicos pongan en juego lo que han aprendido. Esa situación de aprendizaje no se recoge en ningún libro, no está en ninguna normativa. La situación de aprendizaje se desarrolla con lo que expresas, con lo que sientes, con lo que transmites en cada momento.
Los chavales están ahí para captar lo que dices y lo que callas, aquello con lo que te emocionas, la manera en la que los corriges y los felicitas… Un profesor católico, una profesora católica que se vista por los pies en un centro público, tiene que ser reconocido por abanderar estas situaciones de aprendizaje, por ser excepcional a nivel humano, por poner en juego todos los valores del Evangelio aplicándolos en la pastoral de frontera que hoy es el aula. Para ello, ha de ser una mujer y un hombre abierto al diferente, capaz de establecer un diálogo con las personas que igual no tienen fe, no la han descubierto o incluso tienen reticencias a creer, pero que sí que pueden reconectarse con nosotros desde los principios del humanismo cristiano, que son universales e inherentes a nuestra cultura.
La fuerza del testimonio
P.- ¿De verdad funciona?
R.- Palabra. Hay un momento, cuando menos te lo esperas, que surge una interrogante en una alumna o un padre y te la verbalizan: “¿Y tú por qué montas estos líos?” “¿Y por qué te implicas tanto?”. Es ahí donde yo me abro y expreso que soy un loco enamorado de Jesús de Nazaret que se mueve por amor. Entonces, la inquietud en el otro se multiplica y les interpela que no solo sea un buen hombre que no va a hacer la puñeta a la gente, sino que tratas a todos con cariño y les sacas una sonrisa movido por algo más profundo. De hecho, he podido experimentar cómo algún alumno me ha pedido que sea su padrino de confirmación o acompañar a algún profesor para abrazar de nuevo la fe.
actor religioso.
Fotos: Diario de Cádiz