El jesuita defiende que “las fronteras no deberían ser campos de batalla, sino espacios de amistad y cooperación”
El jesuita español Kike Figaredo, prefecto apostólico de Battambang, provincia camboyana limítrofe con Tailandia, ha alentado que aunque “hay una tregua entre Tailandia y Camboya, pero los civiles desplazados, alojados en campos de refugiados, no pueden regresar a sus hogares y aldeas porque hay muchas bombas sin explotar, bombas de racimo o dispersión, que hacen que el territorio sea peligroso”.
Para el prefecto apostólico destaca que ahora “es necesario limpiarlo, y para ello se necesitarán meses. En algunas zonas, el ejército tailandés ha instalado nuevas vallas y empalizadas, ocupando terrenos y ampliando la frontera. Aunque no hay enfrentamientos armados, la tensión sigue siendo alta”, señala a la Agencia Fides. Y es que este acuerdo de tregua del 7 de agosto tiene mucho camino por recorrer ya que se dan aún acusaciones mutuas.
Figaredo ha apuntado que “según una visión impregnada de paz, las fronteras no deberían ser campos de batalla, sino espacios de amistad y cooperación”. “Para ello se necesita claridad jurídica, voluntad política constante, confianza mutua y un compromiso compartido por la paz y la estabilidad regional”, añade tras cuatro días en los campos de refugiados de la frontera en una misión de Cáritas Camboya. Unos campos que “son muchos y muy diferentes; acogen a campesinos y agricultores pobres, arrastrados por un conflicto que no comprenden y sumidos en un sufrimiento innecesario. La gente carece de medios de subsistencia y depende de la ayuda humanitaria”, denuncia.
Más allá de eso, “en medio de la precariedad veo una gran solidaridad, gracias al apoyo del Gobierno, de las ONG y de Cáritas. Los desplazados son acogidos en recintos de monasterios budistas, en los jardines de los templos: es un hermoso testimonio de fraternidad de los monjes budistas. Sus jardines, habitualmente lugares de meditación, se han convertido en hogares para los refugiados. He visto una acogida cálida, una empatía profunda y compasión compartida”.
En sintonía con los mensajes del papa León XIV, “la paz en el mundo se construye en la vida cotidiana, en nuestro estilo de vida, en la familia, en la comunidad, en el territorio. Nace de nuestras relaciones con el prójimo y nos llama a un cambio de corazón, para vivir en paz con el vecino y con quien está a nuestro lado”. “En el contexto de las relaciones entre Camboya y Tailandia, es necesario restaurar la paz también en el lenguaje: que sea un lenguaje no violento, lleno de compasión y reconciliación”, señalaba. “Debemos abandonar los discursos de odio y elegir palabras de paz”, añade.