España

Javier Gay: “Hay que trabajar intensamente para apagar el fuego de la crispación política”

| 28/08/2025 - 19:01

El administrador apostólico de Astorga analiza para ‘Vida Nueva’ un verano letal para la diócesis, la más castigada por los incendios





Cuando se le designó administrador apostólico de Astorga el pasado mes de mayo, ni por asomo se imaginaba que iba a tener que afrontar la mayor catástrofe natural que ha sufrido la diócesis desde que se tienen registro. Y es que, los voraces incendios que han asolado el noroeste de España, aunque corresponden a las provincias de León, Zamora y Orense, en lo que a territorio eclesiástico se refiere, pertenecen a Astorga. A la espera de un nuevo obispo, Francisco Javier Gay ha estado al frente de un operativo que se ha volcado, no solo para acoger a los evacuados, sino para acompañarlos en un duelo colectivo por los fallecidos, por los pueblos quemados y los montes devastados.



PREGUNTA.- ¿Cómo ha vivido esta coyuntura?

RESPUESTA.- Con pesadumbre y poniendo todo lo que ha estado en nuestra mano para ayudar. Nos dimos cuenta de la magnitud de lo que estaba sucediendo el 10 de agosto y, por eso, ya el día siguiente por la mañana publicamos la primera nota de apoyo a los afectados, ofreciendo nuestra ayuda materia y nuestra oración. En ese momento ya teníamos quince poblaciones afectadas, a las que siguieron otras tantas los días posteriores. Ahora ya nos cuesta contarlas, pero estoy seguro de que han sido más de cien. Para hacerse una idea, de los cien sacerdotes diocesanos en activo, hay más de treinta afectados directamente por los incendios.

Patrimonio calcinado

P.- ¿Se ha visto dañado el patrimonio eclesial?

R.- Tenemos constancia de que se han quemado al menos dos iglesias y una ermita, pero es pronto para hacer un balance, por los lugares que han sido evacuados. Gracias a Dios, no se ha quemado la casa de ningún sacerdote, aunque hay llamas que se han quedado literalmente a las puertas. Lamentablemente, sí han ardido casas de muchos de nuestros feligreses. Es una tristeza enorme la que genera.

Javier Gay, administrador apostólico de Astorga

P.- ¿La Iglesia de Astorga ha colaborado en apagar estos incendios?

R.- Por supuesto, cada uno ha colaborado en lo que ha podido. Evidentemente la extinción hay que dejarla en manos de los profesionales, dada la magnitud de estos fuegos. Llevamos en el corazón el dolor por los dos jóvenes de 35 y 37 años nuestras parroquias que han fallecido intentando que el incendio no llegara a su pueblo o colaborando para que no llegase al pueblo de al lado. Nos hemos volcado como comunidad cristiana en la atención humana y espiritual a todos estos fieles que han sido evacuados, porque sus casas corrían peligro de arder o lamentablemente se han quemado, como ha sucedido también con muchos lugares de trabajo. La afectación material es muy grande y, en paralelo, está la otra gran afectación anímica. Aunque no se haya quemado la casa o el medio de trabajo, ver cómo desaparece tu entorno donde está vinculada toda tu historia, afecta muy hondamente. Por eso, ahora es tiempo de emprender una labor humana y espiritual para recuperar la esperanza y la fortaleza, es fundamental.

P.- ¿El Seminario se ha convertido en el símbolo de la Iglesia hospital de campaña?

R.- Efectivamente, pero no solo hemos abierto las puertas del Seminario de Astorga, también hemos puesto a disposición otros espacios como el Colegio Pablo VI  o la Colonia de Corporalis. Hemos puesto todo a disposición. Pero además, hemos hecho un despliegue humano en todos los lugares donde estaban los evacuados, como los pabellones. Nos hemos hecho presentes para acompañarlos y que sientan que la Iglesia está a su lado.

Qué tenemos que cambiar

P.- ¿Cómo se apaga el fuego de la crispación política que ha surgido estos días?

R.- A partir de ahora habrá que trabajar intensamente para apagarlo y habrá que orar. Los fuegos nos recuerdan la importancia de la unión para hacerlos frente. Un fuego no es un mal ni de una administración ni de un pueblo. Es un mal que afecta a todos. Y por tanto, todos somos los que lo apagamos y los que lo prevenimos, a todos nos cuestiona para ver en qué tenemos que cambiar, en qué tenemos que mejorar y cómo tenemos que poner siempre por delante a la persona por delante de cualquier otra intencionalidad. Todas las instituciones tenemos que estar al servicio de las instituciones. Y aunque esto probablemente todos lo sabemos, hay que hacerlo realidad.

El Seminario de Astorga, casa de acogida para los evacuados

P.- ¿Cómo puede contribuir la Iglesia a no echar más cizaña?

R.- Es importante animar y ayudar a todos a que entremos en el camino de colaboración mutua. Igual que la Iglesia continuamente intenta colaborar con todas las instituciones al servicio de las personas, de los fieles, de la sociedad, esa misma llamada es la que nos toca hacer para que todas las instituciones se una al servicio de aquellos necesitan y merecen un cuidado y atención, estén donde estén.

P.- En medio de la desolación, con los fallecidos y todas las pérdidas materiales, ¿cómo se habla de esperanza cuando hay pocas razones para la esperanza?

R.- Es cierto la dificultad para vivir la esperanza, pero sin embargo me llama la atención que, cuando me he acercado y he estado con la gente de los pueblos que lo han perdido todo, lo que más agradecen es esa presencia, porque les da esperanza. A la vez, toda esa entrega de los vecinos y de los compañeros sacerdotes también nos dan una lección de que la esperanza se vislumbra cuando el humo parece que la oculta. Todos ellos me están enseñando cómo la esperanza brota y brota de esa fe recia de nuestras gentes y de nuestros sacerdotes, que están día a día a pie de calle preocupándose de sus pueblos y de sus montes, de cada personas y de cada situación. Es ahí donde brota la esperanza.

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