Los tres meses del pontificado de Robert Prevost hablan de un pastoreo con discreción que refuerza con su impronta personal los procesos abiertos por Francisco
Vatican City (Vatican City State (Holy See)), 13/08/2025.- Pope Leo XIV (R) blesses a faithful during the weekly General Audience in the Paul VI Hall, Vatican City, 13 August 2025. (Papa) EFE/EPA/ANGELO CARCONI
Cuando se asomó revestido de blanco por primera vez a la Logia de las Bendiciones se vislumbraban sus ojos humedecidos. En algún momento le costó tragar. Se presentó al mundo con un discurso escrito, algo inusual entre los Papas recientes. “Queremos ser una Iglesia sinodal, una Iglesia que camina, una Iglesia que busca siempre la paz, que busca siempre la caridad, que busca siempre estar cerca especialmente de aquellos que sufren”.
Dijo lo que quería decir. Ni más ni menos. Con esta impronta han transcurrido los primeros cien días de pontificado de Robert Prevost, el Pontífice que nació en Estados Unidos y se nacionalizó peruano. El agustino que acabaría siendo superior general de la Orden y prefecto de la llamada ‘fábrica de los obispos’, previo pastoreo por Chiclayo y Callao.
León XIV ha afrontado estos tres primeros meses y pico de pontificado ajustándose al papel, con cautela, pero con esa seguridad de que expresar aquello que quiere transmitir, lo mismo a los jóvenes que a los sacerdotes y a los obispos en sus respectivos jubileos. Apenas ha improvisado en sus alocuciones, sean homilías o discursos. Con una centralidad en Jesús en cada una de sus intervenciones, con citas constantes al de Hipona, pero también sus predecesores en la sede de Pedro, especialmente a Francisco. Y con un cuidado por la liturgia propio de la familia carismática a la que pertenece.
Podría decirse incluso que el Pontífice ha optado por un perfil bajo en esta primera etapa, sin entrevistas, pero tampoco con medidas o alocuciones que se hayan enmarcado en luces de neón. Eso no significa que haya frenado en seco lo anterior o que lo haya puesto en cuarentena. Es cierto que está en una fase de escucha curial, recibiendo a unos y a otros, al que dice una cosa y la contraria, al que se sabe cercano y al que llega con su libro de reclamaciones. Pero eso no puede traducirse en tiempo de inmovilismo.
De hecho, hace una semanas, al equipo responsable de materializar la hoja de ruta marcada de aquí a 2028 por Jorge Mario Bergoglio para aterrizar la sinodalidad, les encomendó seguir adelante a velocidad de crucero con la hoja de ruta, con una apostilla: sin hacer ruido. El Papa les habría manifestado que es consciente de las resistencias minoritarias pero significativas, por lo que les apeló a trabajar en aras de la comunión con un ojo puesto en esa treintena de purpurados a quienes sabe que se les atraganta la corresponsabilidad.
O dicho de otro modo, el estilo Prevost parece marcarse por el momento por la discreción sin rebajar el ritmo de las reformas emprendidas hasta ahora, de las que también ha sido participe como ‘ministro’ vaticano centrado en los obispos. Y ahí se constata que más que una mera continuidad, hay un refuerzo convencido, a tenor, por ejemplo, de los báculos y mitras repartidas en nuestro país con destino Málaga y Lleida, a pesar de que hay quien profetizó una era glaciar a la espera del plácet del nuncio Piero Pioppo. Embajador que no ha sido vetado por Moncloa ni retenido como una rabieta, sino simplemente a la espera de una reunión técnica que no tendrá lugar hasta finales de agosto.
En cualquier caso, el nuevo Papa vendría a ser el hombre del cambio tranquilo, que no de la inercia, del gestor eficaz cuya acción puede pasar desapercibida. Solo aparentemente. Véase, por ejemplo, el esfuerzo diplomático que capitanea con relación a Ucrania y Gaza.
Además, León XIV afronta la encomienda compleja que ha recibido, a buen seguro con cuestiones apremiantes que abordar, pero sin necesidad de pisar el acelerador en otras tantas, a sabiendas de que Francisco abrió procesos -un término que usaba constantemente el jesuita- que necesitan ser encauzados y macerados. Y en este sentido, el Papa agustino es consciente de que llega al epicentro de la catolicidad con algo más de margen de actuación: 69 años, frente a los 76 con los que se asomó el porteño a la Plaza de San Pedro en 2013.
A la espera de que llegue su primera exhortación o encíclica programática, que podría haber esbozado en las escapadas veraniegas a Castel Gandolfo, si en la Logia de las Bendiciones ya dio algo más que pistas sobre sus sueños como Papa, si algo ha dejado claro de palabra, con gestos y firmas es su identificación con la llamada segunda recepción del Concilio Vaticano II que ha impulsado Francisco, con la Doctrina Social como eje que él asume como ‘ahijado’ nominal de Gioacchino Vincenzo Raffaele Luigi Pecci.
Ahí está esa mencionada luz verde para que se aplique el plan sinodal que pasa por una Iglesia más participativa, horizontal y menos clericalizada, lo mismo en las parroquias que en las diócesis y demás realidades eclesiales. León XIV ha hecho suya también la aprobación de la misa por la custodia de la creación. Introducir en el Misal Romano esta fórmula para rezar por la naturaleza y por quienes la habitan viene a reforzar una de los principales desafíos de Bergoglio, que puso en primer plano como compromiso primordial de los cristianos con la ecología integral. Diez años después de publicar la encíclica Laudato si’, esta incorporación litúrgica habla de una implicación eclesial 360 con el cuidado del medio ambiente que va desde lo social a lo celebrativo frente a los negacionistas del cambio climático. El Papa agustino podría haber demorado esta iniciativa, o haberse limitado a dar luz verde sin más. Sin embargo, quiso visibilizar que se identifica con esta iniciativa orante, siendo el primero en celebrar esta eucaristía precisamente en los jardines de Castel Gandolgo que Francisco convirtió en el Borgo Laudato Si’, un espacio formativo en esta materia.
La herencia compartida con Bergoglio más reciente que ha ratificado Prevost es la declaración del converso británico John Henry Newman como doctor de la Iglesia. El Pontífice jesuita ya había dado su visto bueno frente a otros candidatos, pero la muerte le sorprendió cuando solo faltaba la firma definitiva que ha otorgado León XIV.
Y quizá hayan pasado más desapercibidas otras medidas vinculadas a la hucha vaticana: el impulso del Óbolo de San Pedro, el motu proprio ‘Para armonizar mejor’ que busca desterrar los contratos a dedo con empresas y el rescripto sobre los permisos de paternidad, los derechos de los padres de hijos discapacitados o en situaciones de discapacidad grave y la concesión de subsidios familiares. Estos tres apuntes hablan del respaldo a la compleja reforma capitaneada por el prefecto de Economía, Maximino Caballero, uno de los fichajes clave para poner en orden las cuentas eclesiales y que, a la vista está, se ve respaldado.
Mañana celebrará sus 101 días de Pontificado con un nuevo guiño a Francisco sin ser Francisco ni pretenderlo. Celebrará la eucaristía en el santuario de Santa María della Rotonda, en la que participaran algunos de los beneficiarios de los programas que Cáritas tiene desplegados en la diócesis de Albano. Tras el rezo del ángelus almorzará con ellos en el Borgo Laudato si’.
León XIV se presentará hoy ante los pobres, como estos cien días, con el ADN de aquel que sigue a Cristo desde la estela marcada por san Agustín: “La prudencia es un amor que elige con sagacidad”.