Una decena de víctimas de las Hijas del Amor Misericordioso reconstruyen en conversacion con Vida Nueva cómo es el supuesto sistema de captación y sometimiento del grupo
María Milagrosa Pérez, superiora general de las HAM
“Si no estás con Marimí, estás contra Dios”. Con esta máxima resume una víctima el proceder de las Hijas del Amor Misericordioso con quienes se acercan a ellas. Conocidas como las HAM, esta asociación pública de fieles ha sido intervenida por el Arzobispado de Madrid, después de considerar verosímiles las denuncias sobre presuntos abusos de poder y conciencia vinculadas a la entidad. Tal es la gravedad de lo que sucedería en el seno de esta realidad eclesial, que el equipo del cardenal José Cobo ha expulsado de forma temporal a la superiora general, María Milagrosa Pérez, Marimí, sustituyéndola por una comisaria extraordinaria, además de prohibir nuevas vocaciones y vetar cualquier de las actividades pastorales que capitanean, como ejercicios espirituales y retiros Effetá y Emaús. Hoy las HAM serían un centenar, a las que habría que sumar una treintena de aspirantes y novicias, unos cuarenta Hermanos del Amor Misericordioso y cerca de 300 laicos.
Desde que el 28 de julio trascendieran las medidas adoptadas por Madrid, Vida Nueva ha conversado con una decena de ese medio centenar de víctimas para conocer de primera mano cómo las HAM conforman “un auténtico sistema de captación basado en el control espiritual y mental”. De hecho, en este tiempo las denuncias presentadas han pasado de una veintena a medio centenar, un ‘efecto llamada’ que habría animado a otras tantas personas a relatar su experiencia.
El demonio – “el patas”, como se refieren a él coloquialmente– es una de las principales armas pastorales que configuran una particular teología del infierno, como pilar para condicionar la toma de decisiones de quienes se acercan a las HAM, especialmente las jóvenes que se platean su vocación. Así, se llevan a cabo todo tipo de prácticas, como las alabanzas, las imposiciones de manos, las oraciones de liberación, las ‘misas’ de sanación o los descansos en el Espíritu, catarsis individuales y colectivas de origen pentecostal, que, en teoría, tienen un poder curativo, conversión de almas y manifestación mística de Dios.
En el intento de ‘borrar’ todo estigma del pasado, también se enmarcarían las llamadas oraciones para la restauración de la virginidad, que se habría aplicado a algunas de las jóvenes para poder consagrarse con una mayor ‘autenticidad’ y eliminar de este modo, al menos desde el punto de vista espiritual, cualquier relación afectiva anterior.
Las Hijas del Amor Misericordioso -HAM-
En este contexto de casi omnipresencia del maligno, se enmarcaría la proliferación de exorcismos clandestinos, que incluirían a las propias consagradas, “dentro de esa riada de estímulos y altibajos emocionales que llevan a confundir una depresión o una situación de ansiedad con una posesión”.
“Caen en la ‘chamanería’ con rituales que se alejan de la liturgia católica y que buscan sanar de manera mágica problemas psicológicos y psiquiátricos, a golpe de mediaciones aparentemente milagrosas”, alerta un especialista en acompañamiento a víctimas de derivas sectarias dentro la Iglesia.
“Si alguien te sana en tu interior, aunque aparentemente invoques a Dios, en realidad a quien le debes fidelidad eterna es a quien te ha liberado del demonio con sus manos”, añade sobre la obediencia implícita que se le acaba debiendo al ‘salvador’ o ‘salvadora’. Así es como se forjaría, en parte, el sistema de “obediencia total” en las HAM, con el director o la directora espiritual como eslabón clave, bajo la máxima de que “lo que le ocultas a él, se lo ocultas a Dios”.
Y todo bajo el control directo de Marimí, que ejerce su férreo liderazgo desde una inteligencia emocional hiperdesarrollada y con una autoridad incuestionable que emana directamente de Dios, “que la habla en sueños hasta para decidir el nombre que tiene que tomar cada novicia”. “Yo he visto tratarla como una auténtica reina”, comenta una de las víctimas. “La consideran una santa”, apostilla otra. “He llegado a esperar varias horas de fila para poder saludarla y que me diera consejo”, expone uno de los adultos que ha seguido fielmente cada una de las pautas que le ha indicado para su vida. “Si Marimí te dice que dejes tu trabajo o que no te compres un coche, lo haces porque consideras que ella tiene contacto directo con el Espíritu”, señala otra mujer. Esta dependencia es todavía mayor entre las jóvenes que han dado su ‘sí’ como ‘pseudomonjas’. Dentro de esa ruptura que se produce con la familia y que conlleva integrarse en las HAM, resulta muy habitual que este distanciamiento con sus padres llegue hasta tal punto que, cuando se escenifica el definitivo enfrentamiento con ellos, de la boca de las nuevas consagradas broten expresiones del tipo “mi madre de verdad es Marimí”.
El liderazgo que se le otorga es tal que todas las víctimas consultadas coinciden en hablar de “idolatría” hacia ella, y algunas hablan incluso de “culto a Marimí”. Prueba de ello es que tanto las Hijas del Amor Misericordioso como los Hermanos del Amor Misericordioso, la rama masculina, llevarían en el interior de las cruces que portan al cuello reliquias tanto de ella como del fundador de la entidad: el ex jesuita fallecido Antonio Mansilla. En algunos casos, pueden ser unos hilos de alguna prenda de ropa que llevó puesta el sacerdote, a los que se sumarían pelos de la propia Marimí.
Por su parte, los ‘Laicos vinculados a la Comunidad Hijas del Amor Misericordioso’, erigidos como portavoces oficiales de la asociación, a través de un comunicado han rechazado “aquellas versiones que presentan la vida comunitaria como un entorno sectario, restrictivo o manipulador”.
En esta misma línea, subrayan que “las religiosas y novicias que forman parte de esta comunidad lo hacen por voluntad libre y personal, conforme al marco legal de la vida consagrada reconocido por la Iglesia”. En este sentido, detallan que cuentan con el testimonio de jóvenes consagradas y familias que “pueden acreditar su alegría por tener hijas que hayan decidido libremente entregarse a Dios”.