Acompañados por los arzobispos de Chicago, Washington, Seattle y Santa Fe, la peregrinación tiene como objetivo “establecer diálogos de oración por la reconciliación, solidaridad y paz en todo el Pacífico, entre religiones y generaciones”
Cúpula de la bomba atómica en Hiroshima. Foto: Arzobispo de Seattle, Paul D. Etienne
Católicos de cuatro arquidiócesis de Estados Unidos realizan una peregrinación en Hiroshima y Nagasaki del 4 al 11 de agosto, a fin de recordar el 80 aniversario de los bombardeos atómicos sobre esas ciudades de Japón.
La peregrinación -cuyo objetivo es “establecer diálogos de oración por la reconciliación, solidaridad y paz en todo el Pacífico, entre religiones y generaciones, en medio de la inestabilidad local, divisiones generalizadas y amenazas nucleares cada vez más intensas”- se lleva a cabo con el acompañamiento de los arzobispos de Chicago, el cardenal Blase Cupich; de Washington, el cardenal Robert W. McElroy; de Seattle, Paul D. Etienne; y de Santa Fe, John C. Wester.
En ese contexto, los arzobispos estadounidenses, así como los obispos de Japón y Corea del Sur emitieron una declaración conjunta con motivo del 80 aniversario de los bombardeos atómicos en Hiroshima y Nagasaki y el fin de la Segunda Guerra Mundial.
En el documento expresaron su compromiso con los supervivientes de la bomba atómica, “reconocemos que el poder destructivo de las armas nucleares amenaza la supervivencia de la humanidad. Insistimos firmemente en la urgente necesidad de que la comunidad internacional construya la no violencia, basada en el diálogo y la cooperación, como fundamento de nuestra ferviente búsqueda de la paz y la solidaridad”.
Asimismo, elevaron sus oraciones “para que los sinceros deseos de los ancianos sobrevivientes de la bomba atómica por la paz mundial y la eliminación de las armas nucleares lleguen y conmuevan a personas de todo el mundo”.
Al estar reunidos en Hiroshima, pidieron por “un mundo libre de armas nucleares” y en representación de la Alianza para un Mundo Libre de Armas Nucleares, “los obispos se unieron a organizaciones de sobrevivientes de la bomba atómica para honrar la memoria de quienes perecieron, solidarizarse con los sobrevivientes e instar a la comunidad internacional a rechazar la posesión, el uso y la amenaza de las armas nucleares. Su mensaje unánime es claro: las armas nucleares no tienen cabida en un mundo justo y pacífico”.
En la referida declaratoria -también firmada por representantes de organizaciones de sobrevivientes de las bombas atómicas- se mencionó: “nos hemos reunido en Hiroshima para recordar a las víctimas de la Segunda Guerra Mundial, honrar la memoria de quienes soportaron el sufrimiento inimaginable causado por los bombardeos atómicos, incluyendo a aquellos de la Península de Corea y otras regiones de Asia, y orar para que tal tragedia no se repita”.
En el documento se hizo referencia al hecho de que “recientemente, se ha expresado la preocupación de que los signatarios del Tratado de No Proliferación Nuclear, no están cumpliendo con su obligación, en virtud del Artículo 6, de negociar de buena fe para el desarme nuclear. Además, las alianzas militarizadas, en particular con estados poseedores de armas nucleares, se consideran cada vez más cruciales para la protección nacional”.
Reiteraron su condena enérgica a “todas las guerras y conflictos, el uso y la posesión de armas nucleares y la amenaza de su uso. Nos negamos a aceptar las persistentes justificaciones de los bombardeos atómicos como medio para poner fin a la guerra. Junto con otras organizaciones de la sociedad civil y religiosas, seguiremos protestando contra la inhumanidad de las armas nucleares e insistiendo en el bien común de proteger la Tierra y toda la vida que la habita. Abogamos por la ratificación y ampliación del Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares (TPAN). También nos comprometemos a cooperar con las iniciativas previstas en los artículos 6 y 7 del TPAN para apoyar a las víctimas de las armas nucleares y restaurar los entornos afectados por ellas”.