La Dimensión Episcopal de la Pastoral de Movilidad Humana pide orar e informarse, así como acompañar y orientar “para que nadie sea engañado ni enganchado hasta convertirse en víctima de la trata”
Víctima de trata de personas. Foto: UNICEF
Este 30 de julio, Día mundial contra la trata de personas, la Iglesia en México hizo un llamado a los feligreses para que participen en la vida social y elijan cuidar de los demás: “Acompañemos al Estado para que garantice la seguridad, la adecuada impartición de justicia, y ofrezca programas de verdadero desarrollo social a los sectores más vulnerables”.
En un comunicado de la Dimensión Episcopal de la Pastoral de Movilidad Humana, firmado por su responsable, el obispo de Matamoros-Reynosa, Eugenio Lira Rugarcía, se exhortó a tratar a cada persona “con el respeto que su dignidad humana merece. Favorezcamos un ambiente social en el que percibamos que todos somos hermanos y juntos construyamos un México y un mundo mejor, en el que nadie quede excluido”.
La Dimensión Episcopal de la Pastoral de Movilidad Humana hizo un llamado a orar e informarse pero también a acompañar y orientar “para que nadie sea engañado ni enganchado hasta convertirse en víctima de la trata. Así seremos peregrinos y testigos de esperanza. De esa esperanza que en definitiva es Dios, que en Jesús nos ha prometido: ‘Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo’ (Mt 28, 20)”.
La referida Dimensión, perteneciente a la Conferencia del Episcopado Mexicano, reflexionó acerca del delito de la trata, que dijo, atenta “contra la libertad, la dignidad y la integridad de las personas. ‘Constituye -decía el papa Francisco– una llaga en el cuerpo de la humanidad’. Por eso, para promover la conciencia respecto de este grave mal que nos afecta a todos y unir esfuerzos a fin de erradicarlo, la Organización de las Naciones Unidas ha establecido el 30 de julio como el Día mundial contra la trata de personas“.
Para la Dimensión Episcopal de la Pastoral de Movilidad Humana, no es normal que las organizaciones criminales recluten personas o las desaparezcan; “no es normal que las secuestren para extraer sus órganos y venderlos. Que abusen de ellas y las exploten sexualmente. Que las discriminen y las obliguen a trabajar jornadas excesivas, a veces sin salario, para hacerlas pagar la deuda del viaje en busca del sueño americano, o aprovechándose de su condición de ‘indocumentado’, particularmente en el caso de las personas desplazadas, migrantes y solicitantes de refugio, que temen ser deportadas”.
Y continuó: “No es normal la desigualdad que impide a muchos, sobre todo mujeres, vivir con dignidad, realizarse, progresar, participar y vivir en paz. No es normal ser indiferentes al grito de la paisana o la extranjera prostituida, del obrero esclavo, de los niños obligados a dejar la escuela y a cruzar las fronteras, de las familias que sufren la desaparición de uno de los suyos. ‘Nos encontramos frente al otro -dice el papa León XIV-, frente a su fragilidad y su debilidad, y podemos decidir qué hacer: cuidar de él o hacer como si nada’ (Audiencia general, 28.05.2025)”.
