Violencia en Torre Pacheco (Murcia)
Esperanza Guerra de la Peña, superiora de la comunidad de Religiosas Reparadoras del Sagrado Corazón de Jesús en Torre Pacheco, cuenta a Vida Nueva cómo llegaron a la localidad murciana hace casi 40 años, en 1986. Como explica, “somos un grupo pequeño, conformado por cuatro consagradas, todas ya jubiladas y una con una fuerte dependencia”. Eso sí, fueron y son un fuerte fermento de fraternidad.
Desde la actitud de “ponernos siempre en las manos de Dios”, fueron metiéndose de lleno en todo tipo de proyectos: “En la localidad vecina de San Javier, impulsamos un colegio concertado en el que hemos dado clases hasta nuestra jubilación, cuando han continuado la obra los dehonianos. Por las tardes, en Torre Pacheco, siempre nos hemos ofrecido a la parroquia, la de Nuestra Señora del Rosario, para apoyar en lo que hiciera falta”.
Durante muchos años, “nos centramos en la formación, dando catequesis de confirmación y comunión, así como preparando a los catequistas”. A nivel social, ante la alta afluencia de inmigrantes al municipio, “nos comprometimos con Murcia Acoge, que nos pidió darles clases de español”. Eso también lo estuvieron haciendo hasta su jubilación, “cuando pasamos a hacerlo con la Cáritas parroquial, asistiendo a nuestras clases mujeres marroquíes. Antes venían de varias nacionalidades, pero hoy ese es el perfil”.
Además, “desde hace 14 años, nuestra congregación y la parroquia local dieron un paso muy importante al crear y sostener un economato en el que, a precios muy bajos, personas en situación de vulnerabilidad, en su mayoría familias con menores a cargo, puede comprar bienes de primera necesidad”. El primer paso del programa consiste “en un estudio del caso por parte de los profesionales de Cáritas para evaluar la situación de la familia. Según sea esta, les dan una ayuda directa o pueden acceder al economato para elegir ellos mismos lo que necesitan, que es lo que suelen preferir”.
Tanto la congregación como la entidad eclesial son las que sostienen económicamente el proyecto, pero, además, “todos nos comprometemos con nuestra presencia directa”. En el caso de las reparadoras, “estamos en el momento de la acogida, dando a las familias información sobre lo que les puede ser más útil y orientándolas en torno a los precios, pero también visitamos las casas de la gente para conocer de primera mano su situación”.
Fruto de esos 40 años de presencia encarnada, conociendo a miles y miles de personas de todos los perfiles (al economato acuden, entre otros , muchos marroquíes y gitanos), Guerra destaca una realidad incontrovertible: “En todo este tiempo, jamás ha habido un problema con nadie. Siempre han reinado el respeto, la convivencia y la cordialidad”. De ahí su “incomprensión” ante la situación de tensión actual, con disturbios y cacerías contra inmigrantes después de que un anciano recibiera una paliza por parte, presuntamente, de tres marroquíes que ya han sido detenidos y que no son residentes en el municipio.
En pleno clima de violencia (“llevamos días sin salir a la calle”), la religiosa insiste en que “no se entiende lo que está pasando”, y más al comprobar que la crisis está siendo azuzada “por gente que no es del pueblo y que está viniendo estos días de varios sitios de toda España para participar en esta persecución” a un colectivo, valiéndose de la generalización y la estigmatización. Unos hechos que “nos duelen muchísimo”, pues “conocemos a mucha gente que nunca ha hecho nada malo y ahora lo está pasando mal”.
Con todo, “solo nos quedar confiar en Dios” y esperar a que amaine la tormenta. Todo para que en unos días, cuando esperan haber recuperado la normalidad, puedan seguir construyendo sociedad. Con todos.
