El papa León XIV ha rezado este mediodía su primer Regina Coeli desde el estudio del Palacio Apostólico. Mientras el primero fue desde la logia central de la Basílica de San Pedro, el segundo fue directamente desde la plaza, tras finalizar, el pasado domingo, su misa de inicio de pontificado.
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Una vez más, Robert Francis Prevost ha cantado en lugar de recitar la oración mariana, en lo que parece que ya va a ser tradición en el nuevo pontificado.
Tras la oración, el Pontífice, muy enérgico en sus pronunciamientos, ha recordado el décimo aniversario de la ‘Laudato si” del papa Francisco. “Hace 10 años, el Pontífice firmaba la encíclica que nos invitaba a cuidar la casa Común, esta ha tenido una extraordinaria acogida, enseñándonos a todos a escuchar el doble grito de la tierra y de los pobres”, ha dicho, al tiempo que ha animado el compromiso del Movimiento Laudato Si y de “todos aquellos que llevan adelante este compromiso”.
Por otro lado, León XIV ha recordado la beatificación ayer en Polonia de Stanisław Streich, “sacerdote asesinado por odio a la fe en 1938 porque su obra en favor de los pobres y los obreros molestaba al régimen comunista”. Pidiendo su intercesión, el Pontífice ha pedido que su ejemplo “pueda estimular a los sacerdotes a derramarse por el Evangelio”.
También ha tenido el Papa un recuerdo para los católicos chinos, pues ayer se celebró la Jornada de Oración por la Iglesia en China, instituida por Benedicto XVI.
Así, León XIV elevó su oración por todos los pueblos “que sufren la guerra”. Y envió su abrazo a “cuantos están comprometidos con el diálogo y la búsqueda de la paz”.

El nuevo Papa León XIV
La guía del Espíritu Santo
Antes del rezo del Regina Coeli, León XIV ha agradecido “el afecto que me están manifestando, al mismo tiempo les pido que me sostengan con su oración y cercanía”.
Haciendo referencia al Evangelio de este domingo (cf. Jn 14,23-29), el Pontífice ha recalcado que, “en todo aquello a lo que el Señor nos llama, a veces nos sentimos insuficientes, pero no “debemos fijarnos en nuestras fuerzas, sino en la misericordia del Señor que nos ha elegido, seguros de que el Espíritu Santo nos guía y nos enseña todo”.
En este sentido, ha señalado: “A los Apóstoles que, en la víspera de la muerte del Maestro, se encontraban turbados y angustiados, preguntándose cómo podrían ser continuadores y testigos del Reino de Dios, Jesús les anuncia el don del Espíritu Santo”.
Y ha continuado: “Si permanecemos en su amor, Él mismo hace morada en nosotros, nuestra vida se convierte en templo de Dios y ese amor nos ilumina, va entrando en nuestra forma de pensar y en nuestras decisiones, hasta alcanzar también a los demás e iluminar todos los ámbitos de nuestra existencia”.
Pese a la fragilidad
“Sí, este morar de Dios en nosotros es precisamente el don del Espíritu Santo, que nos toma de la mano y nos hace experimentar, incluso en la vida cotidiana, la presencia y la cercanía de Dios, haciéndonos morada suya”, ha aseverado.
Por eso, “es hermoso que, al mirar nuestro llamado, las realidades y personas que nos han sido confiadas, los compromisos que llevamos adelante y nuestro servicio en la Iglesia, cada uno de nosotros pueda decir con confianza: aunque soy frágil, el Señor no se avergüenza de mi humanidad, al contrario, viene a habitar dentro de mí”.
Sobre el fundamento de esta promesa, “caminemos en la alegría de la fe, para ser templo santo del Señor. Comprometámonos a llevar su amor a todas partes, recordando que cada hermana y cada hermano es morada de Dios, y que su presencia se revela especialmente en los pequeños, en los pobres y en quienes sufren, pidiéndonos ser cristianos atentos y compasivos”, ha añadido el Papa.
Para concluir, ha pedido encomendarse a “la intercesión de María Santísima”. “Por obra del Espíritu, ella se convirtió en la ‘Morada consagrada a Dios’. Junto con ella, también nosotros podemos experimentar la alegría de acoger al Señor y ser signo e instrumento de su amor”, ha subrayado.