Hernán Ingelmo nació en la Ciudad de Neuquén en 1969 y se formó en el colegio Don Bosco de Neuquén. Cursó estudios en el Seminario de Villa Devoto de la arquidiócesis de Buenos Aires y en el Seminario San Agustín de la diócesis de San Isidro. Realizó su licenciatura en Teología con los jesuitas del Centro Borja de la Facultad de Barcelona. Actualmente, es consultor psicológico y trabaja en la Universidad de Flores.
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Tiene amplia experiencia comunitaria y educativa, en abordaje de problemas sociales complejos en la gestión de equipos multidisciplinarios con perspectiva pluricultural y en la construcción de redes comunitarias, como la Red de Centros de Atención y Acompañamiento Comunitario para personas con Adicciones (CAACs) en Neuquén y la Red de abordaje comunitaria COVID. Asimismo, ha coordinado equipos para la implementación de programas de desarrollo económico con financiamiento de organismos internacionales, como el Banco Mundial y Naciones Unidas. Fue ganador del concurso de ensayos 2005 de la Fundación Octubre, publicó “Cocinas solidarias, familiares, (CoSoFas) de tácticas y estrategias para una redistribución más equitativa”.
El 19 de mayo se cumple el 30° aniversario del fallecimiento del primer obispo de la diócesis de Neuquén, Jaime Francisco de Nevares. Por tal motivo, Ingelmo presenta su libro “Vida con sabor a Evangelio”, con sus reflexiones a partir de los manuscritos de “don Jaime” (como se lo conoce popularmente) y expone una base documental en las homilías que escribía el obispo De Nevares. El libro está prologado por el arzobispo de Buenos Aires, Jorge García Cuerva, y por el escritor y teólogo jesuita, José Ignacio González Faus, fallecido en marzo de 2025.
Vida Nueva dialogó con el autor para interiorizarse sobre sus vivencias con Don Jaime, que le abrieron la posibilidad de dar testimonio sobre su pastoreo, profundamente cercano al rebaño.
“Hacía libres a las personas”
PREGUNTA.- ¿Cómo y cuándo conoció al obispo don Jaime de Nevares? ¿Cuál fue su relación personal con él?
RESPUESTA.- Con don Jaime, en primer lugar, tuve una relación familiar. Podría decir que él me conoció a mí antes que yo a él. Mi papá fue pupilo en el Colegio Don Bosco de Bahía Blanca. Más tarde, cuando a don Jaime lo nombraron obispo, mis padres vinieron a Neuquén invitados por él. Para mí, era una figura adulta cercana como un abuelo. En mi niñez, yo no lograba dimensionar que él era el obispo de la diócesis y todo el valor que posteriormente se le fue reconociendo. Tengo muchas anécdotas familiares, algunas dejo entre ver en el libro, y sin duda, él marcó mucho de mi pensamiento y de mi manera de ser.
Ya como joven, supo acompañarme. Mientras estudiaba bioquímica en la UBA en Buenos Aires, realicé con mi director espiritual un proceso de discernimiento, y decidí ingresar al seminario de la arquidiócesis de Buenos Aires y no al de Neuquén. Entendía que don Jaime hubiera preferido que ingresara al de Neuquén y cuando quise explicarle esto no me dejó, y me dijo que “si lo había discernido con mi director espiritual era lo mejor que había hecho”. Por eso digo siempre que don Jaime era una persona libre, libre de pensamiento y de corazón, y a la vez era una persona que hacía libres a las personas.
Ya como seminarista, en el tiempo de su posoperatorio por su enfermedad, muchos domingos que estaba en casa de su familia –de la familia Dumas– me ocupaba de asistirlo. Fue mi posibilidad de charlar, de celebrar la eucaristía con él en esa casa y que me aconsejara en mi formación.
En su último verano, tuve la oportunidad de grabar parte de su historia en cintas de cassette, donde él relató parte de su historia: su llegada a Neuquén, algunas de esas anécdotas del Concilio Vaticano II donde refiere que para él fue un curso acelerado de obispo, y tantas otras.
P.- ¿Qué lo motivó a escribir y publicar el libro “Con sabor a Evangelio”?
R.- Escribir y publicar este libro ha sido un gran desafío, porque escribir sobre una persona de su envergadura, de su talla, implica un compromiso. A la vez, la carga afectiva que tengo ha marcado mi vida y eso implica entender que no soy objetivo. Soy consciente en este caso de ver atravesada mi subjetividad por esas vivencias. Quizá eso también sea bueno porque puedo diferenciar entre lo mío y lo de don Jaime.
También me llevó mucho tiempo interior y material publicar el libro porque conocía de las opiniones de don Jaime, respecto de que la formación y los estudios teológicos, muchas veces servían para el engorde personal y alejaban de la gente.
Por eso, el libro tiene dos partes. La primera que tiene como origen mi tesis de licenciatura en teología sobre el pensamiento de don Jaime y realizada en Barcelona, donde quiero rescatar sobre todo lo que serían las semillas de su pensamiento, los núcleos teológicos de su predicación. Y la segunda, que son los manuscritos de don Jaime, que realizaba para hacer sus predicaciones.
Sabiendo que es un material inédito, quiero ponerlo a disposición de la gente que conoció a don Jaime, y de la gente que no lo conoció y necesita también en estos tiempos de su palabra –de esa palabra encarnada– porque, si hay algo distintivo en don Jaime, es que no puede leerse sin el contexto en el que le tocó vivir.
“Hectáreas no trabajadas”
P.- ¿Qué anécdota con Don Jaime elegiría para que llegue hoy a los jóvenes?
R.- El día de su último cumpleaños, el 19 de enero de 1995, Jaime cumplía 80 años. Ese día a la tarde se iba a celebrar una misa en privado en el patio de la casa parroquial donde vivía en Parque Industrial.
Con Juampi Lavigne, todavía seminarista, pasamos a despedirnos porque no íbamos a poder quedarnos a la misa ya que salíamos a una misión de evangelización en Chos Malal como solíamos hacer en los veranos. En esa charla, nos dijo a ambos que, así como en la chacra de mis papás había una hectárea que estaba muy bien cuidada, con un gran jardín, muchas flores, y que luego venían tres hectáreas con una gran maleza, que nos ocupáramos primero de esas tres hectáreas que todavía no estaban trabajadas. Esa metáfora, esa parábola al modo de Jesús, fue para nosotros un gran mensaje sobre donde teníamos que ejercer nuestro ministerio.
Esa misma tarde, don Jaime, a quienes participaron en esa misa en la que no pudimos estar, tratando de explicarse porque su vida había tenido tanta trascendencia, les dijo: “No me lo explico, pero trato de buscar los motivos sin mandarme la parte. Y creo que todo ha sido porque, como obispo, no he trabajado sólo para la gente de mi diócesis, sino que he dado espacio a toda la gente que me ha necesitado de donde fuera, sin preguntar sobre sus ideas o ideologías. Nos pasa que estamos dedicados a ‘los nuestros’ y olvidamos a las otras ovejas que no son de nuestro corral”. Dijo Jesús: ‘Tengo, además, otras ovejas que no son de este corral y a las que debo también conducir“.
Creo que sigue siendo vigente esto un gran desafío para los jóvenes de hoy que quieran vivir el Evangelio de un Jesús mesías servidor.
P.- ¿Es posible sintetizar el mensaje de Don Jaime con una cita bíblica?
R.- Hay algunas que repetía constantemente. Hagamos una síntesis de su puño y letra de la homilía que preparó para el domingo de la Asunción en el año 1983:
- Conocer a Dios más perfectamente ¿cómo? Amando. El que ama ha nacido de Dios, conoce a Dios. (1 Juan 4).
- El que no ama no conoce a Dios porque Dios es Amor. (1 Juan 4).
- El que dice “yo lo conozco (a Dios) y no cumple sus mandamientos (amar al prójimo), es un mentiroso y la verdad no está en él”. (1 Juan 4, 8).
- El que dice que está en la luz (de la Fe) y no ama a su hermano está todavía en tinieblas. (1 Juan 2, 9).
- El que no ama a su hermano no es de Dios. (1 Juan 3, 10).
En resumen, dice don Jaime: rezar para vencer al egoísmo y dar lugar al amor, porque es por el amor al hermano que conocemos a Dios