Ocho historias con un punto común: la violencia física y psicológica ejercida contra las mujeres, muchas veces cometida por maridos, parejas y amigos con doble personalidad: buenos hombres en público, pero verdugos en casa. ‘Amor robado’, (Rizzoli) es la colección de relatos en los que Dacia Maraini, ya en 2012, abordaba el drama de las relaciones tóxicas, los abusos no denunciados y los feminicidios.
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Entre las fundadoras del feminismo italiano, en primera línea de la batalla por los derechos de las mujeres desde los años 60, la escritora expone la historia de distintas víctimas como la de la joven esposa que llega a urgencias con el brazo roto por el marido, respetado por todos menos por un maniático del control; la de la estudiante de secundaria violada varias veces por sus compañeros de clase; la de la adolescente abusada y luego asesinada por el vecino pedófilo; o la de la mujer que decide no traer al mundo al niño nacido de una violación. Aunque relatadas con el lenguaje de la literatura, las historias parecen haber surgido de la crónica negra de nuestro tiempo. En 2016 se convirtieron en película, ‘Amor robado’, dirigida por el irlandés Braschi y protagonizada por Elena Sofia Ricci, Stefania Rocca, Gabriella Pession, Chiara Mastalli y otras actrices.
PREGUNTA.–¿Por qué decidió escribir el libro?
RESPUESTA.– Quería comprender y profundizar en la difícil, profunda y misteriosa relación entre hombres y mujeres en la sociedad actual. De esta inquietud nació el libro, que es una recopilación de relatos inspirados en hechos actuales.
P.– Tanto en estas historias como en la realidad encontramos una constante: las víctimas siguen “justificando” a los hombres violentos y evitan denunciarlos. ¿Por qué lo hacen?
R.– En parte porque creen que pueden redimir a los hombres a través del amor. En parte porque una mujer no puede imaginar que, después de haberla amado, un hombre pueda llegar a matarla. Ni siquiera la policía lo cree posible cuando recibe una denuncia de violencia machista. Las pulseras electrónicas y las recomendaciones son evidentemente inútiles. Ante las primeras señales se necesita más determinación. No puedes esperar a que una mujer muera antes para intentar hacer justicia.
P.– ¿Cree que Internet ha exacerbado la misoginia?
R.– Yo diría que sí. Esa herramienta perversa que es el anonimato, propia de las redes sociales, ha favorecido un cinismo y un exhibicionismo agresivo destinados a desembocar en un sentimiento antifeminista generalizado.
Hombres traicionados
P.– La violencia contra las mujeres surge a menudo de la inseguridad de los hombres que, frente a la autonomía femenina o, peor aún, a su rechazo, sienten que su poder está en crisis. ¿No hay excepciones?
R.– Hay hombres sabios y con los pies en la tierra. Son quienes aceptan el cambio, entienden el deseo de autonomía y libertad de las mujeres, entienden su deseo de ser reconocidas como profesionales y creadoras. E incluso deciden perder, a veces dolorosamente, algunos privilegios.
P.– ¿Y los que no aceptan el diálogo con la feminidad emancipada?
R.– Son más frágiles y asustadizos. Frente a la nueva autonomía de las mujeres, se sienten ofendidos, traicionados, heridos en lo más profundo y les asalta el deseo de destruir todo, a su pareja primero y quizás incluso a ellos mismos.
P.– ¿La violencia del hombre contra la mujer es fruto de la cultura patriarcal de la posesión?
R.– Yo también estoy convencida, como dice Simone De Beauvoir, de que las mujeres se hacen, no nacen. Y creo que lo mismo puede decirse del hombre: lo que aparece hoy es el fruto de tres mil años de historia, de condicionamientos culturales y de la memoria del pasado.
P.– Para combatir la violencia contra las mujeres, a muchos les gustaría que se introdujera la educación emocional en las escuelas: ¿cree que sería útil?
R.– Por supuesto y debe hacerse de inmediato, no quién sabe cuántos años después de haberlo discutido y vuelto a discutir entre los que están a favor y los que están en contra, como siempre ocurre aquí. Desde la infancia todos debemos aprender que no podemos ser dueños de nadie. Ni siquiera a un recién nacido, al que hay que alimentar y cuidar, podemos considerarlo de nuestra propiedad. El argumento es aún más válido si se trata de una mujer que ha sido amada.
P.– De los muchos feminicidios que han conmocionado a la opinión pública, ¿hay alguno que le haya impactado más?
R.– No solo uno, sino muchos. El hombre que mató a su novia embarazada apuñalando al feto, el marido que mató primero a sus hijos y luego a su esposa y quienes, tras matar a su pareja, hacen como si nada hubiera pasado y participan en la búsqueda tras “su desaparición” alegando que ella se fue voluntariamente… Todos estos casos demuestran hasta qué punto está en crisis el patriarcado.
Guerra de sexos
P.– ¿Significa que hoy hay una guerra entre sexos?
R.– Realmente espero que no. Hay muchos hombres inteligentes y generosos que comprenden a las mujeres y defienden sus intereses. La guerra entre sexos solo puede ser un enfrentamiento entre dos géneros entendidos como razas diferentes y opuestas. No creo que existan razas, por eso, rechazo esta idea.
P.– ¿No surge también la violencia de la incapacidad de las madres de educar a sus hijos para que respeten a las mujeres y a sus hijas para que no acepten los abusos?
R.– Siempre se ha culpado a las madres. Pero no es culpa suya si se vieron obligadas a actuar como policías de las leyes de sus padres. A veces lo hacen conscientemente, otras veces sin darse cuenta y por tanto con más determinación, pero siempre dentro de una concepción androcéntrica de la sociedad.
P.– ¿Usted ha sufrido o estado expuesta a una situación de violencia de este tipo?
R.– Muchas veces, sobre todo cuando era pequeña, tuve que huir como una liebre. Más tarde comprendí cuán fascinado y atraído está el mundo de los padres por los cuerpos indefensos y tiernos de las niñas. Pero ceder a esta atracción es un abuso horrible que va contra todas las reglas de convivencia afectiva y los derechos civiles. Invadir el pequeño y maravilloso mundo en evolución para imponer el propio egoísmo es un acto vil y horrendo.
P.– En la lucha contra la violencia hacia las mujeres, ¿tiene un intelectual deberes concretos?
R.– No les daría tareas ni deberes a los intelectuales. Prefiero buscar su participación emocional y creativa.
*Entrevista original publicado en el número de marzo de 2025 de Donne Chiesa Mondo. Traducción de Vida Nueva