León XIV ha comenzado su primera homilía como Papa -a caballo entre el inglés, para repetir las palabras del salmo en el que se alaban las maravillas de Dios, y el italiano- citando Mt 16,16 (‘Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo’).
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Precisamente el evangelio usado seguramente ayer por el cardenal protodiácono, Dominique Mamberti, cuando se dirigió al nuevo Pontífice de la Iglesia católica, ya vestido de blanco, una vez sentado en la sede colocada en la Capilla Sixtina.
En el mismo lugar, Robert Francis Prevost ha presidido su primera misa ante los cardenales electores, con lecturas en inglés y español -leídas por una laica y una consagrada-, mientras que las peticiones se cantaron en italiano.
León XIV ha usado la misma férula papal que Francisco en su primera celebración litúrgica, que este había heredado de Benedicto XVI inspirada en otra de Pío IX –papa que precedió a León XIII–. Sin embargo, la casulla y la mitra son nuevas.
“Jesús nos ha mostrado un modelo de humanidad santa que todos podemos imitar, junto con la promesa de un destino eterno que, sin embargo, supera todos nuestros límites y capacidades”, ha comenzado señalando parafraseando la constitución pastoral ‘Gaudium et spes’, la más social del Concilio Vaticano II, tan citada estos días de congregaciones generales por varios cardenales.
Llamada a la santidad
Asimismo, Prevost, dirigiéndose al Colegio Cardenalicio, ha recalcado que “Dios, de forma particular, al llamarme a través del voto de ustedes a suceder al primero de los Apóstoles, me confía este tesoro a mí, para que, con su ayuda, sea su fiel administrador en favor de todo el Cuerpo místico de la Iglesia; de modo que esta sea cada vez más faro que ilumina las noches del mundo”.
Y ha continuado: “Esto no tanto gracias a la magnificencia de sus estructuras y a la grandiosidad de sus construcciones -como los monumentos en los que nos encontramos-, sino por la santidad de sus miembros”.

Primera misa del papa León XIV
Mirando a la realidad del mundo, León XIV ha destacado que hoy, como ayer, también “son muchos los contextos en los que la fe cristiana se retiene un absurdo, algo para personas débiles y poco inteligentes, contextos en los que se prefieren otras seguridades distintas a la que ella propone, como la tecnología, el dinero, el éxito, el poder o el placer”.
“Hablamos de ambientes en los que no es fácil testimoniar y anunciar el Evangelio y donde se ridiculiza a quien cree, se le obstaculiza y desprecia, o, a lo sumo, se le soporta y compadece”, ha afirmado.
“Y, sin embargo -ha proseguido-, precisamente por esto, son lugares en los que la misión es más urgente, porque la falta de fe lleva a menudo consigo dramas como la pérdida del sentido de la vida, el olvido de la misericordia, la violación de la dignidad de la persona en sus formas más dramáticas, la crisis de la familia y tantas heridas más que acarrean no poco sufrimiento a nuestra sociedad”.
Sin derrotismos
Para Prevost, “no faltan tampoco los contextos en los que Jesús, aunque apreciado como hombre, es reducido solamente a una especie de líder carismático o a un superhombre, y esto no solo entre los no creyentes, sino incluso entre muchos bautizados, que de ese modo terminan viviendo, en este ámbito, un ateísmo de hecho”.
Lejos de derrotismos, Prevost ha recordado, citando la constitución dogmática del Vaticano II ‘Lumen gentium’, que “este es el mundo que nos ha sido confiado, y en el que, como enseñó muchas veces el papa Francisco, estamos llamados a dar testimonio de la fe gozosa en Jesús Salvador”.