En entrevista para Vida Nueva, la hermana Gloria Murúa detalla cómo la Diócesis de San Cristóbal de Las Casas apoya en la solución de esta problemática, principalmente con albergue, atención a la salud física y emocional, así como con la ayuda humanitaria solidaria
Desplazados en Tila, Chiapas. Junio de 2024. Foto: EFE
En los últimos años, continuamente se registran desplazamientos humanos de comunidades sobre todo indígenas en el estado de Chiapas, por tal motivo, la Iglesia ha tenido que incluir como parte de su trabajo pastoral la atención a estas miles de personas, víctimas principalmente del crimen organizado que se ha apropiado de sus casas y terrenos.
A fin de conocer acerca de esta problemática, Vida Nueva entrevistó a la hermana Gloria Estela Murúa Valencia, coordinadora de Pastoral Social y Movilidad Humana de la Diócesis de San Cristóbal de Las Casas, quien aseguró que en dicho territorio diocesano se cuenta con un capital solidario: “las comunidades reconocen el dolor, el sufrimiento y la fuerte necesidad de quienes han sufrido el desplazamiento, las pérdidas, la enfermedad y la muerte a causa de la violencia”.
“Desde su pobreza comparten de sus cosechas de maíz, frijol, café, diversos víveres, ropa, cobijas y materiales de aseo para que se brinde la ayuda humanitaria desde los centros de acopio que se organizan con este fin”, agregó.
En ese sentido, refirió que son las parroquias y misiones distribuidas en zonas pastorales, quienes apoyan con albergue, atención a la salud física y emocional, además de coordinar la distribución de la ayuda humanitaria que aportan las comunidades.
La Caritas Diocesana -dijo- gestiona también recursos para hacer llegar el apoyo a los lugares donde hace falta, tanto a las comunidades que huyen de la violencia como a grupos desplazados por desastres naturales.
“A partir de ello ha implementado un programa de prevención de riesgos con lo que ofrece capacitación a las zonas que viven estas afectaciones. Otra de sus buenas prácticas es favorecer capacitaciones para emprender algunos proyectos productivos que favorezcan recursos a las familias en condición de desplazamiento forzado interno”, añadió.
La hermana Gloria lamentó que el desplazamiento interno en el territorio de la Diócesis de San Cristóbal de Las Casas, a causa de la violencia perpetrada por el crimen organizado y disputa del territorio entre cárteles del narcotráfico, “ha dejado fuertes secuelas en la población, pérdida de recursos, familias dispersas, tristeza, depresión, enfermedades crónicas, muertes, asesinatos y desaparecidos”.
Si bien, manifestó, hay presencia de diferentes cuerpos de seguridad policial, militar y la Fuerza de Reacción Inmediata ‘Pakal’ en las regiones donde se han dado fuertes conflictos de violencia, “la población no se percibe con paz y condiciones seguras”.
Por ello, aseguró, “como Iglesia seguimos acompañando sus procesos, los equipos pastorales parroquiales se esfuerzan por mantener cercanía, apoyo, escucha y colaboración con todos los medios y recursos espirituales y materiales a su alcance al servicio de las comunidades. La unidad de las zonas pastorales en el proceso diocesano alimenta y fortalece tales recursos”.
La hermana Gloria compartió con Vida Nueva algunos datos con los que cuenta la diócesis en torno a los grupos que han sido desplazados en la Región de los Altos de Chiapas.
Explicó que Chenalhó, cuya población es hablante de la lengua tsotsil, se dividió hace tiempo por problemas comunitarios, la Fracción Tsanembolom (FT) se alió al grupo criminal de ‘Los Herrera’ y el 14 de julio de 2024 amenazó a quienes se negaron a unirse a ellos y cooperar para comprar municiones, lo que provocó el desplazamiento de los habitantes de Tsanembolom Centro (TC), sobre todo de mujeres, llegaron a refugiarse a una escuela
“Por esos días los pocos militares que había les compartieron de su comida y, para salvarlos de los disparos que llegaban hasta la escuela, los trasladaron al auditorio de la misma. Fueron protegidos por los militares mientras que la policía sectorial les prometía que los iban a rescatar el 16 de ese mismo mes. Les fue difícil porque querían intercambiarlos por el sicario Felipe Jiménez Gómez, encarcelado en el Amate”.
Ese grupo de desplazados, refirió la hermana Gloria, fue liberado el 20 de julio, “trasladados a San Cristóbal donde durmieron una noche, y luego les llevaron al Centro Cultural de Chenalhó, donde actualmente se encuentran. Tienen una composición religiosa diversa: presbiterianos, pentecostés, bautistas y católicos, lo que hasta ahora, no les ha creado problemas mayores”.
En lo que respecta al apoyo a estos desplazados -señaló- “es el municipio, a través de Protección Civil; los dotaron de alimentos, medicinas (consultorio médico) y los presbiterianos los visitan; el apoyo ha dejado de ser sistemático, ya que, desde el 25 de enero de 2025, los mismos desplazados presentaron una solicitud para solicitar alimentos, al Centro Coordinador de Pueblos Indígenas y al presente mes de abril continúan exigiendo ayuda humanitaria a las instancias del Estado”.
Otro grupo de desplazados son los de San José del Carmen (territorialmente pertenece a Pantelhó) y eclesialmente a Chenalhó; ellos pidieron refugiarse en la casa de César Santis (asesinado el 11 de abril de 2024), donde vivieron hasta comenzar este año 2025.
El apoyo a estas personas -relata la hermana Gloria- vino de las comunidades de la parroquia y Caritas; “actualmente se encuentran en sus casas”.
Un tercer grupo son los desplazados de La Esperanza; “fueron invisibles, ya que se integraron a familiares, y fueron acogidos por familias de Acteal Altos y otras; fueron apoyados por Caritas y los creyentes de la parroquia“.
Un cuarto grupo es el de San Clemente (Pantelhó): “fueron desplazados por los ‘Sirines’, “quienes se unieron a uno de los grupos armados, agredieron a los habitantes y prácticamente son la única familia que habita esa comunidad. El miedo los obligo a salir y no existen condiciones de retorno; algunas familias se fueron a C´anolal, Acteal Altos, Chenalhó… eclesialmente pertenecen a Chenalhó, pero los catequistas también salieron”.
Las autoridades de Yabteclum -dijo- “donde se encuentra el Centro pastoral de la Parroquia, para prevenir problemas, se negaron a aceptar desplazados en la comunidad ya que desde 2021 familias desplazadas de Pantelhó decidieron quedarse a vivir”.
El consejo parroquial en coordinación con la organización de las Abejas de Acteal, -señaló la hermana Gloria- “propusieron a las comunidades de San José del Carmen y de la Esperanza refugiarse en Acteal, pero no aceptaron las condiciones mínimas de seguridad que les propusieron (por ejemplo evitar salidas solos, a cualquier hora). Sin embargo, algunas familias que pertenecen a la organización, fueron acogidas en Acteal”.
El quinto grupo de desplazados es el de la Región de la franja fronteriza con Guatemala; desde hace 2 años y “con mayor énfasis durante el 2024 los enfrentamientos entre grupos armados del narcotráfico provocaron el desplazamiento de miles de familias del municipio de Comalapa y Chicomuselo, la mayoría de la población ha ido regresando a sus comunidades”.
Sin embargo, señaló, “muchos jóvenes se trasladaron a diferentes lugares con familiares o conocidos para poder continuar sus estudios fuera del control de grupos del crimen organizado, mientras que, algunas familias y mujeres con niñas, niños, adolescentes, permanecen en condición de desplazamiento forzado, por haber logrado la inscripción de los menores a la educación básica, ya que perdieron esa posibilidad por falta de acceso de docentes al territorio marcado por la violencia”.
Algunas familias -dijo- “se encuentran atemorizadas para emprender el retorno debido al trauma de las horas de enfrentamiento que vivieron desde sus hogares vulnerables a los disparos, no se sienten preparadas para volver; existen familias marcadas por la desaparición de sus familiares y este temor les impide emprender el regreso”.
Muchas familias -dijo- “perdieron sus cosechas, sus animales y las viviendas están muy afectadas, consideran más limitadas sus posibilidades de sobrevivencia en el retorno, por ello están emprendiendo nuevos modos de subsistencia experimentando precariedad al tener que pagar renta y, que ‘todo se compra’, mientras que en sus territorios la producción de huevo, aves de corral, recolección de varios alimentos y plantas medicinales que son nativas, resultan de gran ayuda al sustento cotidiano”.