El arzobispo de Córdoba y vicepresidente 1° de la Conferencia Episcopal Argentina, cardenal Ángel Rossi, celebró la Misa Pascual en la Catedral de la arquidiócesis, iniciando de este modo lo que el llamó el Camino Pascual, simbolizado en la imagen de esas mujeres que van al sepulcro a buscar al Señor resucitado.
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El signo de este camino tiene como gracia la alegría, un itinerario que va del dolor a la alegría. Alégrense ese el modo como el Señor saluda cada encuentro del resucitado con los discípulos o con su pueblo. La alegría es el imperativo de este tiempo, hacia donde hay que ir: la alegría de Cristo que rebalsa en el corazón de todos nosotros.
Testigo de la Resurrección
El arzobispo aseveró que en este camino cada uno tiene su ritmo, y destacó la figura de María Magdalena, quien muy de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, salió con otras mujeres al cerro. “Magdalena es la fuerza del amor. Es la primera testigo de la resurrección, y es la primera embajadora, la primera anunciadora de la resurrección“.
El Señor quiso que ella sea la primera anunciadora, la mujer que era espectadora en aquella época. El no se fija en las apariencias, sino que mira el corazón. A María Magdalena no la frena la piedra que tapaba la tumba del encuentro con el Señor. No la frena la piedra material ni tampoco la frena la piedra de su historia personal, y recordó lo que Pablo dice: dejando lo que queda atrás me lanzo hacia adelante. “A la esperanza ninguna piedra, por grande que sea”.
Piedra corrida
Comentó que cuando llegó, la piedra ya estaba corrida. Habrá que saber descubrir en nuestra vida la forma que tiene esa piedra corrida. Lo que el Señor ya hizo por mí en mi vida: obstáculos que quitó, impedimentos que venció, confianza que puso de pie, situaciones que creíamos clausuradas, de las que nunca saldríamos y que por la gracia de Dios pudimos salir. La piedra corrida es el símbolo. Por lo tanto, cada uno puede reconocer en la propia vida aquello que el Señor liberó en nuestro corazón.
Magdalena cree y no cree, va a anunciarle a Pedro y a Juan, pero no se anima a la luz; prefiere todavía hablar de muerte. No está hablando todavía de una resurrección, sino está contando un robo, un posible robo. “Interesante… el Señor gritándonos, alégrense, y nosotros rumiando tristezas. El Señor llenándonos de luz y nosotros a veces coleccionando tinieblas. El Señor, piedra corrida y nosotros lápidas cerradas. Este es el desafío de este tiempo“.
Los tres van al sepulcro a buscar a Cristo resucitado y, en realidad, hay que encontrar los signos de Cristo resucitado: la piedra corrida, los lienzos doblados. Y preguntó: ¿Cuáles son los signos de la resurrección de Cristo en nuestra propia vida?
Salir de la tristeza
Rossi reafirmó que, cada uno a su ritmo, comunica lo que poco que ha visto, se ayudan unos a otros a creer, se ayudan unos a otros a poner de pie la esperanza, a salir de las tristezas. Eso hace bien. Juan es el intuitivo, vio y creyó. Pedro es más duro, es pura pasión, pero necesita más, entonces el Señor le deja las vendas dobladas, el sudario, todos signos para que él pueda creer.
Cuando Magdalena les dice se han llevado al Señor, Pedro se levantó, no se apoltronó, fue en busca de Jesús, fue al encuentro, no cedió a la tristeza, le dio espacio a la voz de la esperanza, dejó entrar la luz.
Las mujeres que van al sepulcro también tienen la misma experiencia, buscaban entre los muertos al que está vivo, pero allá iban, levantando la cabeza. A veces la vida o las circunstancias nos tienen medio cabeza gacha. Sin embargo, el Señor pide: levanten la cabeza, levanten la mirada. Hay que dejar que el Señor quite la primera piedra de nuestro corazón que es la falta de esperanza. El Señor no está aquí, no está en la tristeza, en nuestros miedos, en las fragilidades. “Una trampa pretender ser cristiano sin esperanza, como si el Señor no hubiera resucitado”, aseguró.
Anunciar con alegría y esperanza
El cardenal afirmó que cuando faltan los signos visibles del Señor Resucitado hay que sacudirse, moverse, correr, comunicarse con otros y dejarse ayudar. Comienza nuestra peregrinación en ese tiempo hacia la tumba vacía, una resurrección, un vivir nuevo, un amanecer, el comienzo de algo nuevo.
Recordó que el papa Francisco expresó que no encontraremos la vida si permanecemos tristes y sin esperanza y encerrados en nosotros. Abrir los sepulcros sellados para que Jesús entre y los llene de vida. El desea venir y tomarnos de la mano para sacarnos de nuestras tumbas, para sacarnos de la angustia. Pero la primera piedra que debemos remover este día es esta la falta de esperanza. “Que el Señor nos libre de esta terrible trampa de ser cristianos sin esperanza”. Destacó que no podemos anunciar que Cristo es resucitado con rostro entristecido, con lamentos. La forma de pararme frente al mundo, frente al dolor, es pararme con esperanza, entregar la alegría que no es para nosotros. El mundo y la Patria andan necesitando imperiosamente la esperanza y la alegría.
Para finalizar, el cardenal Rossi insistió en pedirle a la Virgen que es Madre pueda ayudarnos a comenzar este camino pascual, levantando la mirada, yendo a buscar los signos de Cristo resucitado en mi propia vida para poder salir al mundo y decirle el Señor está vivo.