Con motivo de la Pascua la Plaza de San Pedro se convierte en un jardín florido. Una vez más, el atrio de la basílica ha contado con adornos florales de los Países Bajos que han hecho una composición inspirada en el Jubileo 2025. El cardenal Angelo Comastri, arcipreste emérito de la Basílica de San Pedro y vicario general emérito de la Ciudad del Vaticano, ha presidido la misa de la resurrección de Cristo por delegación del papa Francisco rodeado de un inmenso jardín formado en el que se ha elegido el ranúnculo –hay 5.800 unidades de muchos colores y variedades– como flor especial que simboliza la alegría de la aventura de la esperanza.
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Pascua florida
En el atrio también hay mil rosas de color crema marfil; mil celosia cristata, series Act y Reprise; 1000 ramitas de Asparagus Setaceus; 700 Delphinium azules; 600 crisantemos; 300 hortensias moradas y azules; unos 18.000 tulipanes de diversas especies; unos 8.000 jacintos y unos 41.500 narcisos, entre grandes y pequeños. Todo ellos procedente de los Países Bajos –y bendecidas por el obispo de Rotterdam y presidente del Episcopado–. Un trabajo que dirige Piet van Burg con un grupo de voluntarios. Las diferentes flores se han comenzado a colocar a partir del Sábado Santo para que muchas de ellas florezcan en la misma noche de Pascua como símbolo de la Vida Nueva de Cristo.
La celebración de la misa ha comenzado con un rito particular de la misa papal: el ‘Resurrexit’. Durante el canto, al comienzo de la celebración, los diáconos abrían las portezuelas de un icono bizantino de la Resurrección –el llamado icono ‘Acheropita’, es decir, no pintado por mano humana, que se encuentra en la basílica de San Juan de Letrán–. Este símbolo, de claro sabor oriental, recuerda a Pedro como primer testigo de la Resurrección y por eso se repite ante el Papa, sucesor del príncipe de los apóstoles. También se ha proclamado el evangelio en latín y en griego. Y es que en esta ocasión la liturgia papal remarca la coincidencia de fecha con la primera luna nueva de primavera para celebrar el día de la Pascua con el canto, tras el evangelio del “Stichi” y “Stichirá”, unas alabanzas de la liturgia bizantina de Pascua.
Buscar al Resucitado
En la homilía preparada por el papa Francisco para esta misa, ha proclamado: “¡Cristo ha resucitado, está vivo! La muerte no lo ha podido retener, ya no está envuelto en el sudario, y por tanto no se le puede encerrar en una bonita historia que contar, no se le puede reducir a un héroe del pasado ni pensar en Él como una estatua colocada en la sala de un museo”. “Debemos ponernos en movimiento, salir a buscarlo: buscarlo en la vida, buscarlo en el rostro de los hermanos, buscarlo en lo cotidiano, buscarlo en todas partes menos en aquel sepulcro”, apeló.
Para Francisco “si ha resucitado de entre los muertos, entonces Él está presente en todas partes, habita entre nosotros, se esconde y se revela también hoy en las hermanas y los hermanos que encontramos en el camino, en las situaciones más anónimas e imprevisibles de nuestra vida. Él está vivo y permanece siempre con nosotros, llorando las lágrimas de quien sufre y multiplicando la belleza de la vida en los pequeños gestos de amor de cada uno de nosotros”.
La fe pascual, continuó el Papa, “está lejos de ser una solución estática o un instalarse tranquilamente en alguna seguridad religiosa; ya que “la Pascua nos impulsa al movimiento, nos empuja a correr como María Magdalena y como los discípulos; nos invita a tener ojos capaces de “ver más allá”, para descubrir a Jesús, el Viviente, como el Dios que se revela y que también hoy se hace presente, nos habla, nos precede y nos sorprende”.
Renovar en nosotros el don de esta esperanza
“Esta es la esperanza más grande de nuestra vida: podemos vivir esta existencia pobre, frágil y herida, aferrados a Cristo, porque Él ha vencido a la muerte, vence nuestras oscuridades y vencerá las tinieblas del mundo, para hacernos vivir con Él en la alegría, para siempre”, prosiguió. Por ello, el “Jubileo nos llama a renovar en nosotros el don de esta esperanza, a sumergir en ella nuestros sufrimientos e inquietudes, a contagiar con ella a quienes encontramos en el camino, a confiarle a esta esperanza el futuro de nuestra vida y el destino de la humanidad”. Entonces, añadió el Papa, “no podemos aparcar el corazón en las ilusiones de este mundo ni encerrarlo en la tristeza; debemos correr, llenos de alegría. Corramos al encuentro de Jesús, redescubramos la gracia inestimable de ser sus amigos. Dejemos que su Palabra de vida y de verdad ilumine nuestro camino”.
Cristo resucitado, apeló, “abre nuestra vida a la esperanza. Él está vivo, Él quiere renovar también hoy nuestra vida”. “En el asombro de la fe pascual, llevando en el corazón toda esperanza de paz y de liberación, podemos decir: contigo, Señor, todo es nuevo. Contigo, todo comienza de nuevo”, concluyó el Papa en su homilía leída por el cardenal Comastri.