Un reportaje de ‘La Bussola Quotidiana’ ha revelado el paradero de Marko Rupnik: un convento de monjas benedictinas situado en Montefiolo (Casperia, Italia). Y es que el ex jesuita, acusado de abusar sexualmente de varias mujeres, se habría asentado en este lugar junto a otros ex jesuitas del Centro Aletti, echando, así, a las pocas religiosas que quedaban en el convento.
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Allí está también Milan Žust, quien durante años fue superior de Rupnik en la comunidad jesuita del Centro Aletti, y de 2018 a 2021 miembro del Delegado del Superior General para las casas y obras interprovinciales de Roma.
El convento de Montefiolo era una residencia conocida y frecuentada por los del Centro Aletti, quienes, en una amplia ala del edificio organizaban ejercicios espirituales. Allí, según La Bussola Quotidiana, se encontraría también el cardenal Angelo De Donatis, penitenciario mayor de la Santa Sede, y quien tiene un apartamento en Montefiolo.
Las religiosas, expulsadas
“Las pobres monjas no parecen estar bien”, dice el artículo de ‘La Bussola Quotidiana’, firmado por su director, señalando que el cardenal y Rupnik impiden abrir el convento a las religiosas. Haciéndose pasar por turistas interesados en comprar la miel que venden, consiguen el teléfono de una de las benedictinas: “No es posible. No quieren que abramos”, responde la religiosa. “¿No quieren? ¿Quién no quiere? ¿Cardenal De Donatis? ¿Don Rupnik?”, dicen los periodistas al otro lado del teléfono, a lo que la monja responde: “No sé nada, ahora tengo que ir a misa”. Cuelga.
Sea como sea, lo que está claro es que las religiosas, hace tiempo muy presentes en el pueblo y reconocidas por su miel y bordados, hace tiempo que desaparecieron. Ahora, esta comunidad de monjas –varias de ellas mayores y en silla de ruedas– se están trasladando a la comunidad de San Felice Circeo. Lejos, ahora si, de Rupnik.