La llamada de la Iglesia española: “La vocación no es algo solo de curas y monjas, toca ‘meterse a laico’”

  • La ponencia marco del Congreso Nacional de Vocaciones reivindica una pastoral “multidimensional”
  • “No podemos caer en el dualismo que escinde la fe de la vida”, se asegura en la conferencia colectiva que presentaron la periodista Ana Samboal y el jesuita Alfonso Alonso-Lasheras

Ponencia marco del Congreso Nacional de Vocaciones

La Iglesia española está convencida de que la pastoral vocacional “es tarea multidimensional” dentro de una “diversidad de vocaciones que no sólo habla de la importancia de todas ellas, sino también de su complementariedad”.



Así al menos se expone en la ponencia marco con la que se buscó resituar a los más de 3.000 participantes en el Congreso Nacional de Vocaciones que se celebra en el Madrid Arena desde hoy y hasta el domingo y en que participan cardenales, obispos, sacerdotes, religiosos y laicos con el que buscan un nuevo despertar eclesial en medio de una galopante secularización.

Ocupa y preocupa

Como ya sucediera con el Congreso Nacional de Laicos, lejos de buscar a una estrella eclesial para glosar determinadas claves de pasado, presente y futuro, la conferencia es fruto del trabajo de un equipo designado por la Conferencia Episcopal Española, entre quienes se encuentran algunos de los referentes de la pastoral vocacionales de nuestro país como Luis Manuel Romero, José Benito Gallego,  María José Tuñón, Florentino Pérez y Gabriel Richi. Al frente, para dar voz sobre el escenario a estas reflexiones, se encontraban la periodista Ana Samboal y el jesuita Alfonso Alonso-Lasheras.

Mano a mano, admitieron que hay quien puede pensar que este macroencuentro surge porque “cada vez hay menos curas y monjas”. “Está claro que esa realidad nos preocupa y ocupa, pero no es la razón última de nuestros esfuerzos”, señalaron los conductores del acto, que consideran que el problema no es la falta de clérigos y religiosos, “sino de falta de vidas entendidas y vividas como vocación” en todos los ámbitos: en el familiar, en el profesional, en la Iglesia…”.

Estructura antropológica

“La vocación no es un extra a lo que somos, no es un añadido a la estructura antropológica fundamental, es lo que somos: ‘Somos vocación’”. Por ello, se plantea que “no es algo de curas y monjas, sino que también toca -dicho coloquialmente- ‘meterse a laico’”.

A partir de ahí, se hace un llamamiento a “crear una cultura vocacional” que pase por “repensar el lenguaje y las prácticas de nuestras comunidades e instituciones”. O dicho en otras palabras, “recrear una cultura supone buscar caminos para que todo lo que somos y hacemos sume en la misma dirección, es decir, para normalizar la vida así entendida y vivida”. “De lo contrario se generan incoherencias entre teoría y práctica, que no sólo no suman, sino que restan con todo el perjuicio que conlleva”, se alerta en el escrito que entonaron Samboal y Alonso-Lasheras.

Crisis antropológica

“Lo que está en crisis es la vida entendida como vocación”, subraya la ponencia que ahonda en la actual “crisis antropológica, de comprensión de lo que somos”. “Por eso se puede decir que el paradigma actual es el de “personas sin vocación”, se insiste.

En el documento se critica el “sobredimensionamiento” de la libertad, la “volatilidad de valores” y la “quiebra de los procesos reflexivos” que desemboca en “un relativismo donde parece que no hay tierra firme, ni nada sólido que pueda dar horizonte a la vida”. “Casi desaparece cualquier lugar para la trascendencia”, se comparte en el texto.

El propio bienestar

De la misma manera, se constatan “grandes heridas personales, sociales y eclesiales”, fruto de que “el paradigma de hoy sitúa en el centro al sujeto, la libertad y la búsqueda de bienestar”.

Participantes en el Congreso Nacional de Vocaciones

Participantes en el Congreso Nacional de Vocaciones

“La cultura reinante hoy es “anti-vocacional”, se sentencia en el texto, desde el convencimiento de que “prima el propio bienestar, la libertad por encima de amor, y desemboca en valores que son opuestos a las virtudes necesarias para poder responder a la propia vocación”. Incluso, se llega a decir que “el proceso de emancipación del individuo ha descarrilado”.

Criterios sentimentales o afectivos

“Y una advertencia: esta realidad no es algo de afuera, es algo que también se da dentro de la Iglesia y dentro de cada uno de nosotros”, se añade en una ponencia en la que se hace autocrítica: “¿Acaso no caemos tantas veces en una pastoral de valores más que de encuentro y escucha de Dios, en la que la vida cristiana termina siendo una pastoral que reduce la vocación a una mera opción con criterios sentimentales o afectivos, sin apertura a la transcendencia y con escasa responsabilidad respecto a la vida propia o ajena?”. “Me temo que sí”, apostilló durante su exposición el jesuita.

Frente a este análisis nada halagüeño, desde el equipo organizador del congreso se plantea en la ponencia “la absoluta confianza de que Dios ‘sueña’ para todos y cada uno un camino de dicha verdadera y plenitud”. “¿Podemos, por tanto, hacer alguna cosa mejor que ayudar a cada persona a descubrir y alcanzar la plenitud de vida a la que es llamada?”, se preguntan.

Identidad y misión

A partir de ahí, en la ponencia se adentra en el sentido del término vocación: “Aúna la identidad y la misión, de modo que no nace una al margen de la otra”. De la misma manera se apunta que “somos un ‘yo en relación’”.

Con estas coordenadas, el documento marco defiende que “la Iglesia no es un elemento más, sino que posee una dimensión genética de la propia vocación para el tejido de la vida cristiana”.

En esta misma línea, se explicita que “la Iglesia no se halla en el mundo para crear otro mundo al lado del primero creado por Dios, sino para ayudar al mundo real”. “No podemos caer en el dualismo que escinde la fe de la vida, reduciendo la misión de la Iglesia solo a fines para el “más allá”, olvidándose de que ya aquí, en lo temporal, hemos de ir construyendo Reino de Dios y saboreando la Salvación”, se sentencia en esta conferencia que sirve de referencia para el trabajo en el congreso. Incluso se deja caer que “quizá” se encamine hacia “una Iglesia más pequeña, pero más auténtica, más significativa y más testimonio confesante”.

Aterrizando en lo concreto, la ponencia reivindica la necesidad de cuidar “los procesos de iniciación cristiana con sus tres sacramentos”, poner en valor “la importancia de la educación cristiana”, redescubrir “la interioridad como capacidad de hacer silencio y de escucha”, así como impulsar “experiencias que pongan el corazón de la persona en contacto con la gracia”.

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