El Foro Económico Mundial de Davos, que reúne cada año a los principales líderes del planeta, en esta edición plantea un discernimiento en torno a esta cuestión: ‘Colaboración para la era inteligente’. Algo que Francisco no ha querido dejar pasar por alto, por lo que ha enviado un mensaje a los participantes ante lo que considera “una buena oportunidad para reflexionar sobre la inteligencia artificial como herramienta no solo de cooperación, sino también de acercamiento entre los pueblos”.
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Al igual que ha hecho en las numerosas ocasiones en las que ha abordado los muchos retos a los que aboca a la humanidad la inteligencia artificial, el Papa apunta en esta misiva que “la tradición cristiana considera el don de la inteligencia como un aspecto esencial de la persona humana creada ‘a imagen de Dios’. Al mismo tiempo, la Iglesia católica siempre ha sido protagonista y partidaria del avance de la ciencia, la tecnología, las artes y otras formas de esfuerzo humano, considerándolas ámbitos de ‘colaboración del hombre y la mujer con Dios en el perfeccionamiento de la creación visible’ (Catecismo de la Iglesia católica, 378)”.
Nivel de destreza y velocidad
En cuanto a la inteligencia artificial, es evidente que “pretende imitar la inteligencia humana que la diseñó”. Por ello, “a diferencia de muchas otras invenciones humanas”, estamos ante una herramienta que adquiere “un nivel de destreza y una velocidad que a menudo rivalizan o superan las capacidades humanas”.
Todo ello, “suscita preocupaciones críticas sobre su impacto en el papel de la humanidad en el mundo”, ya que llega un momento en el que “los resultados que puede producir la inteligencia artificial son casi indistinguibles de los de los seres humanos”.
En este sentido, para Bergoglio se plantean “interrogantes sobre su efecto en la creciente crisis de la verdad en el foro público”. Además, “esta tecnología está diseñada para aprender y tomar determinadas decisiones de forma autónoma, adaptándose a nuevas situaciones y ofreciendo respuestas no previstas por sus programadores, lo que plantea cuestiones fundamentales sobre la responsabilidad ética, la seguridad humana y las implicaciones más amplias de estos avances para la sociedad”.
Un término equivocado
Analizando pros y contras, el Pontífice reitera que, aunque estamos ante “un logro tecnológico extraordinario”, hay que tener en cuenta que “el propio uso de la palabra ‘inteligencia’” en este ámbito nos lleva a “un término equivocado”, ya que “la inteligencia artificial no es una forma artificial de inteligencia humana, sino un producto de ella”.
Utilizada siempre con “responsabilidad”, esta “debe estar ordenada a la persona humana”, promocionando la auténtica fraternidad. Lo que en absoluto sucede cuando se incide en el “riesgo” de que “se utilice para hacer avanzar el ‘paradigma tecnocrático’, que percibe todos los problemas del mundo como solucionables únicamente con medios tecnológicos. Dentro de este paradigma, la dignidad humana y la fraternidad se subordinan con frecuencia a la búsqueda de la eficiencia, como si la realidad, la bondad y la verdad emanaran inherentemente del poder tecnológico y económico”.
Al contrario, “la dignidad humana nunca debe ser violada en aras de la eficiencia. Los avances tecnológicos que no mejoran la vida de todos, sino que crean o empeoran las desigualdades y los conflictos, no pueden llamarse verdadero progreso. Por ello, la inteligencia artificial debe ponerse al servicio de un desarrollo más sano, más humano, más social y más integral”.
Cuidar la Casa común
En definitiva, “el progreso marcado por los albores de la inteligencia artificial exige redescubrir la importancia de la comunidad y renovar el compromiso de cuidar la Casa común que Dios nos ha confiado”.
De este modo, para “navegar por las complejidades de la inteligencia artificial”, “los gobiernos y las empresas deben actuar con la debida diligencia y vigilancia. Deben evaluar críticamente sus aplicaciones individuales en contextos particulares para determinar si su uso promueve la dignidad humana, la vocación de la persona humana y el bien común”.