Miryam Artola Dendaluce es la fundadora y CEO de Muxote Potolo Bat, todo un universo en el cual, a través del lenguaje visual, ha tratado –desde hace más de 10 años– de generar un impacto positivo en el mundo. Compartiendo sus experiencias personales y sus dibumensajes para inspirar a vivir con más conciencia, empatía y cuidado, este 22 de enero presenta en el Espacio Sabadell de Madrid (c/ Serrano, 18, 18:00 horas) ‘Con (mucho) cuidado. Un viaje para cultivar relaciones auténticas y nutrir tu Vida’ (Fundación Edelvives): un manual perfecto para quienes buscan mejorar su Bien Ser y Bien Estar y tener un impacto positivo en el entorno que les rodea.
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PREGUNTA.- ¿Cómo surge la ‘necesidad’ de crear este libro?
RESPUESTA.- Quería contar un poco mi recorrido en torno a esto del cuidado, ya que, con mis dibumensajes diarios, que llegan a la gente que me sigue, no solo me cuido yo, sino que les cuido a ellos. El libro es, además, un viaje que pongo al servicio de otras personas para que hagan su propio recorrido y su propia reflexión. En cuanto a mí, este viaje ha sido un crisol de cosas. En este libro está Miryam, aquella niña tímida que yo era cuando era pequeña, a la que le costaba mucho expresar sus sentimientos y que, además, viniendo de una familia muy católica, siempre se había enfocado más en el cuidar que en el cuidarse. Eso es una parte fuerte del contexto, un contexto personal que tiene que ver con el aprendizaje de dónde están mis límites, de reconocer cómo mis innegociables. También la muerte de mis padres, por ejemplo, está muy presente en el libro, como un espacio de conexión con la vida. Porque yo tuve una experiencia difícil de enfermedad y muerte, pero ellos a la vez fueron dos maestros que me enseñaron mucho y que me han llevado a celebrar la vida cada día. También hay una parte profesional. Después de haber estudiado Empresariales, yo lo que quería era cambiar el mundo. He estado en ONGs. Estuve cuatro años viviendo en México y luego estuve 12 años trabajando en el área de cooperación internacional de Alboán, que es la ONG de los jesuitas en Euskadi. Y entonces, de esas dos experiencias como más de conexión con otras realidades, trabajé con niños de la calle en México durante cuatro años. Esta experiencia me llevó a tocar realidades que son muy complicadas de sufrimiento, pero que a la vez son espacios de mucha vida, de mucho aprendizaje y de mucha lección.
P.- ¿Cómo se relaciona esto con el autocuidado?
R.- Todo esto me llevó a hacer el recorrido inverso de cuidar a cuidarme. El autocuidado, para mí, es aquel espacio en el que sé cuidarme a mí misma, pero te sé cuidar a ti y sé cuidar contigo y sé cuidar de mi ecosistema, de la relación con las distintas realidades, con la solidaridad. Si yo no soy una persona saludable y responsable, probablemente no esté apostando por mi autocuidado.
P.- ¿Se ha entendido mal, dentro del catolicismo, lo que es ponerse a uno mismo en el centro?
R.- Si, y seguramente también desde la perspectiva de ser mujer. Yo misma, durante muchos años, malentendí esto de la generosidad, la gratuidad, esos valores como estar con y para los demás… Porque yo lo de colocarme en el centro lo conectaba con el egoísmo, y el egoísmo como algo malo. Pero me he dado cuenta de que no es así. Ponerse a uno mismo en el centro tiene que ver con, partir desde ahí para encontrarse y, desde ahí, dar una contribución mucho mejor a los demás. Ese tránsito a mí me ha costado muchos años, mucha terapia, mucha meditación y mucha oración. Para mí ha sido un salto muy importante. Me coloco en el centro, pero no solo quiero pensar en mí, sino porque si yo me coloco en un mejor lugar respecto a mí, a quién soy, a cuáles son mis capacidades y mis límites, voy a estar en mejor disposición de hacer mejores y mayores cosas para los demás.
P.- Entonces, ¿pensar en uno mismo es algo bueno?
R.- No solo es bueno, es necesario. Y luego la experiencia me ha enseñado que generas una manera de estar y ser en el mundo mucho más conectada con la otra persona y con el ecosistema global.
P.- ¿Practica la Iglesia el autocuidado? Por ejemplo, las congregaciones religiosas.
R.- Precisamente en las congregaciones, acostumbradas a dar, hace falta mucho autocuidado. Sobre todo en la vida consagrada femenina. Son mujeres que lo dan todo. Es curioso porque muchas de las personas que siguen el dibumensaje diario son o comunidades religiosas o personas que han hecho también apuesta por la vida religiosa. Yo creo que las personas consagradas a Dios, al Reino, se olvidan de sí mismas entendiendo que eso es lo mejor. Yo me deshago de mí misma para darme a los demás. Yo creo que hay que mirarse en el espejo y decir “Bueno, o no”. Por eso yo creo que me siguen tanto, porque van reconociendo también que esa parte de trabajo, no solo personal, sino también de la propia comunidad. Es importante hacer ese trabajo de conectar con las propias emociones. Lo que pasa es que hemos hecho como una especie de atajo entre conocernos a nosotros y darnos a los demás.