El pasado 7 de enero, un terremoto de magnitud 6,8 según el Centro de Redes Sismológicas de China (7,1 en la escala de Richter) a 10 kilómetros de profundidad azotó la ciudad de Shigatse, considerada sagrada para los budistas porque es la sede del Panchen Lama, segunda autoridad en el budismo tibetano. Está localizada en el condado tibetano de Tingri, a los pies del monte Everest, en la República Popular de China. El seísmo, que tuvo decenas de réplicas, se sintió también en Nepal, Bután e India. Se trata de uno de los mayores temblores de tierra del último siglo en esta zona del Himalaya.
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126 personas perdieron la vida, otras 188 resultaron heridas y 400 han sido rescatadas de los escombros. Se estima que más de 60.000 han tenido que desplazarse de sus hogares. Todavía no hay una estimación oficial del número de personas desaparecidas tras el temblor acaecido. Más de 3.000 edificios en toda la región sufrieron daños y el suministro de agua y electricidad resultaron interrumpidos en una zona que en estos días se ve sometida a la exigentes temperaturas nocturnas invernales, alcanzando -16 grados centígrados.
Por orden del presidente chino, Xi Jinping, el ejército chino desplegó más de 14.000 de soldados, equipados con drones de la Fuerza Aérea, para realizar las labores de rescate y minimizar el número de víctimas y afectados. El Gobierno chino destinará 30 millones de yuanes a reparar infraestructuras del condado afectado, situado en una falla geológica.
Según explicó a Vida Nueva un portavoz de la Casa del Tíbet de Barcelona, la mayor agrupación de tibetanos en España, “hay muchos afectados y el ejército ha tomado el control de la situación. Las llamadas están restringidas porque no quieren que se sepa cómo está afectando el terremoto. Es una zona con mucha pobreza, a pesar de que hay espacios turísticos para subir al Everest. Pedimos al gobierno chino que no explote a la madre naturaleza con minas, presas para desviar el Brahmaputra y túneles para trenes en la zona porque pensamos que ha contribuido a empeorar los efectos de este desastre”.
Al otro lado de la frontera, el seísmo apenas tuvo incidencia. Silas Bogati, provicario del Vicariato Apostólico del Nepal, aseguró a esta revista que, “cuando el terremoto sacudió nuestro altar y nuestra iglesia, salimos del templo temiendo lo peor. Sin embargo, el impacto fue mínimo. Una o dos casas resultaron dañadas”.
El papa Francisco, en su discurso ante el Cuerpo Diplomático en la Santa Sede el 9 de enero expresó sus condolencias y elevó una oración por las víctimas. El dalái lama mostró también su solidaridad con los afectados por el terremoto. “Ofrezco mis oraciones por aquellos que han perdido la vida y extiendo mis deseos de una pronta recuperación a todos los que han sido heridos”.
Calor de esperanza
La Diócesis de Pekín ha invitado a todos a “practicar las buenas obras del Año Jubilar y donar generosamente, para que la gente de las zonas afectadas por el terremoto pueda experimentar también la alegría del tiempo de Navidad y el calor y la fuerza de la esperanza cristiana”. Sus parroquias están pidiendo donativos y enseres para las víctimas. Toda la ayuda va a ser distribuida a través de la organización caritativa diocesana Divina Misericordia.
La Diócesis de Shanthou también ha lanzado un llamamiento a todas las comunidades católicas diocesanas a nivel internacional invitándolas a recoger donativos para las víctimas del terremoto en el Tíbet, refiriéndose al Jubileo de la Esperanza como una ocasión propicia para poner en práctica las obras de misericordia corporales y espirituales. Por su parte, la Diócesis de Shanghái ha entregado ya medio millón de yuanes (66.000 euros) para apoyar las iniciativas de socorro en favor de las víctimas.