Un triple discurso. Uno, ante las autoridades eclesiásticas y la opinión pública que ofrece una aparente normalidad y comunión eclesial. Otro, ante sus adeptos, para reafirmarles en sus postulados y cuestionar a Roma. Y un tercero, el estratégico, ante la cúpula encubierta. Es el juego que, según explican a ‘Vida Nueva’ quienes conocen de cerca a la familia del Verbo Encarnado, llevarían manteniendo desde su creación para zafarse de cualquier control eclesial y, a la vez, seguir multiplicándose.
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“Los intentos de Santos Abril de descabezar a quienes manejan los hilos han sido nulos, y eso que el cardenal es un hombre hábil y capaz”, aseguran desde Roma quienes han trabajado con el purpurado, que hablan de una estructura piramidal y jerárquica perfectamente engrasada.
Esta cadena de mando y una obediencia que califican de “extrema” es la que permitiría ofrecer una imagen de un bloque hermético de “aparente felicidad”. Esta docilidad a quienes toman las decisiones es la que habría permitido materializar una estrategia de expansión.
Voces eclesiales consultadas por esta revista apuntan que la aparente vocación por fundar en periferias de las periferias, esto es, en lugares de frontera tendría tras de sí un objetivo que no sería tan loable: “Se estaría utilizando a los pobres y a la evangelización como excusa para impedir que la Santa Sede se plantee desmantelarlo, bajo el argumento de su entrega incuestionable allí donde ninguna otra congregación puede o quiere ir”.
Nociva e ilegal
Las fuentes consultadas ponen como ejemplo que el Instituto del Verbo Encarnado y las Servidoras del Señor y la Virgen de Matará son los únicos católicos en Gaza, en la zona conflictiva de Ucrania y espacios recónditos, como Papúa Nueva Guinea. “Quienes están en estos destinos son peones y meras víctimas de quienes mandan”, alertan los que han seguido los pasos de esta plataforma eclesial, y subrayan “la preocupante movilidad de quienes forman parte de las comunidades, una inestabilidad que a todas luces es nociva y e ilegal desde el punto de vista canónico”.
En España, el Instituto cuenta con ocho comunidades presentes en Manresa, Santiago de Compostela, Granada, Córdoba, Tenerife, Ibiza, Logroño y Barbastro. La rama femenina está repartida por Madrid, Valencia, Vic, Tarragona, Ibiza, Alcalá de Henares, Tenerife, Navarra, Granada, Córdoba y Santiago.