Francisco pide en el ángelus una Navidad para “acoger, proteger y respetar a los demás”

El Papa reclama a los peregrinos que “no confundamos la fiesta con el consumismo compartiendo con quien le falta lo necesario o le falta la compañía”

Pocas horas antes de la Nochebuena, el papa Francisco ha rezado el ángelus con los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro a mediodía de este cuarto domingo de Adviento comentando el pasaje bíblico de la Anunciación (cf. Lc 1,26-38). Tras la oración mariana el pontífice ha saludo a los peregrinos especialmente a un grupo de italianos deseó una vigilia de la Navidad vivida desde la oración, el calor de los afectos y la sobriedad pidiendo “no confundamos la fiesta con el consumismo, se puede y se debe festejar con sencillez, sin derroches y compartiendo con que le falta lo necesario o le falta la compañía”. También recordó a quienes sufren la guerra en Palestina, Israel o Ucrania o quienes viven otras situaciones de hambre o miseria.



La sombra de Dios

El pontífice destaca que Dios en María “actúa como un amor suave que abraza, fecunda y custodia, sin hacer violencia, sin herir la libertad” como la sombra en una tierra soleada. “La de la sombra que protege es una imagen recurrente en la Biblia” para el Papa que recuerda el camino de Éxodo, la experiencia de Jonás o los salmos. “La sombra habla, en definitiva, de la bondad de Dios. Es como si dijera, a María, pero también a nosotros hoy: ‘Estoy aquí para ti y me ofrezco como tu refugio y tu cobijo: ven bajo mi sombra, quédate conmigo’. Así se comporta el amor fecundo de Dios”, destacó.

“Dios ama así y nos llama a hacer lo mismo: acoger, proteger y respetar a los demás” añadió Francisco destacando que “en estos días nos reuniremos en las iglesias, en las casas y en las calles, nos encontraremos con parientes y amigos a los que quizá hace tiempo que no vemos, tal vez oigamos hablar de alguien que pasa las fiestas solo. Todas estas son buenas ocasiones para cuidar de manera delicada y discreta: escuchando, acompañando, visitando, haciéndonos para los demás ‘sombra del Altísimo’”. Por ello deseó “que María nos ayude a ser abiertos y acogedores a la presencia de Dios, que con mansedumbre viene a salvarnos”.

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