Dos películas que el papa Francisco invita a recuperar a los lectores de Vida Nueva en este verano

Francisco con VN en Santa Marta

Francisco nunca deja de sorprender. Cuando alguien se acerca y le insinúa si habrá tiempo para la foto, extiende la mano mientras esboza una sonrisa: “Cento lire!” (cien liras). El reclamo, con tono de guasa, lo toma prestado –y así lo hace saber– de ‘Milagro en Milán’ (1951), película que recuerda “con cariño”, dirigida por el neorrealista italiano Vittorio De Sica basándose en la novela de su compatriota Cesare Zavattini.



No es para menos. Aquella rebelión del mísero campamento de chabolas a las afueras de la ciudad, liderada por el bondadoso huérfano Totò en compañía de su milagrosa paloma, es una alegoría fantástica sobre la pobreza y la injusticia que, en cierto modo, nos remite al “derecho sagrado” de las ‘tres T’ reivindicado con frecuencia por este Papa: tierra, techo y trabajo. “Nos basta una cabaña, para vivir y dormir; nos basta un poco de tierra, para vivir y morir; nos bastan un par de zapatos, leche y un poco de pan. Es todo lo que necesitamos para creer en el mañana”, cantan unidos los desheredados de esta fábula de posguerra tan tierna como crítica.

Y lo hacen sin perder la alegría ni el humor, pidiendo unas liras –como el propio Bergoglio– por regalarte el oído o poder ver la puesta del sol en primera fila. Ese astro rey cuyos rayos se disputan a empujones entre la nieve y el frío, mientras el rico dueño de los terrenos donde se han instalado solo necesita abrir la ventana y consultar al señor que tiene colgado fuera para saber el grado de humedad del ambiente.

Milagro en Milán

Todos, desde quien desea ser más alto (o blanco) hasta un anciano famélico que devora el pollo sorteado ante la mirada envidiosa de sus vecinos, sueñan con volar alto “hacia un reino donde ‘buen día’ quiere decir realmente ‘buen día’”.

Naíf y mística

En la memoria cinematográfica de Francisco hay otro filme que ocupa también un lugar destacado, y esta vez nos traslada a su Argentina natal. Se trata de ‘Pelota de trapo’ (1948), “una película muy linda que ahora cumple 75 años”. “Es naíf –advierte–, pero véanla, es muy bonita para ver la mística de una pelota con los chicos”.

La cinta, dirigida por Leopoldo Torres Ríos y protagonizada por Armando Bo y Andresito Poggio, relata la historia de un niño de familia obrera –apodado ‘Comeuñas’– que fantasea con ser una estrella del fútbol y, con sus amigos del barrio y la Pelota de trapo del título, forman el equipo ‘Sacachispas’, pero su sueño es comprar una pelota de cuero. Ya adulto, triunfa y llega a jugar en primera división, aunque una dolencia cardíaca hará peligrar su mayor pasión.

Pelota de trapo

‘Pelota de trapo’ (1948)

Ocurrió en el transcurso de su viaje apostólico a Mozambique, durante un encuentro con Scholas Occurrentes en Maputo, el 5 de septiembre de 2019. Allí, los niños le regalaron al Papa una pelota de trapo con la que ellos juegan, y eso no solo le “tocó mucho el corazón”, sino que avivó sus recuerdos de infancia: “Cuando era chico, yo jugué con una pelota de trapo, porque en aquella época las pelotas de cuero eran muy caras. Y nosotros, que íbamos a la escuela todos juntos, no teníamos para comprar esas pelotas número 5 que eran muy grandes. Todavía no estaba el plástico ni la pelota de goma. Estaba la pelota de cuero o esta de trapo. Así que, en la esquina de mi casa donde jugábamos, una placita que todavía está, jugábamos con una pelota de trapo. En Argentina, la pelota de trapo pasó a ser un símbolo cultural de aquella época, a tal punto que un poeta popular argentino escribió una poesía que se llama ‘Pelota de trapo’”. Como esta película que a él le gusta… y mucho.

Foto: Jesús G. Feria/VN

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