En su último Te Deum como arzobispo de Buenos Aires, Poli pidió menos indiferencia y más amistad social

  • En el nuevo aniversario patrio, el arzobispo porteño dio gracias a Dios “por la Patria y el pueblo de esta bendita tierra”
  • Reclamó consensos y responsabilidad ante la pobreza infantil

En su último Te Deum como arzobispo de Buenos Aires, Poli pidió menos indiferencia y más amistad

En la Catedral Metropolitana y con la presencia del Presidente de la Nación, Alberto Fernández, el arzobispo de Buenos Aires y Primado de la Argentina, cardenal primado Mario Poli, presidió el Te Deum por el 213° aniversario de la constitución del primer gobierno patrio.



Dijo que el Te Deum es un buen momento para agradecer a Dios por la generación que consumó la Revolución de Mayo: “En un tiempo de desconcierto y confusión, se mantuvieron unidos en un ideal que les permitió superar diferencias y perseverar firmes en la convicción de asumir la representación de un pueblo ya maduro”.

Poli cree que el 25 de Mayo no es un feriado más para los argentinos; es el acontecimiento constitutivo de nuestra identidad; obliga volver a recordarlo, a pasarlo por el corazón. “Si no recordamos agradecidos de dónde venimos, difícilmente podremos avanzar hacia dónde queremos ir como Nación”, admitió. Continuó recordando que, después de un sinuoso camino de aciertos y fracasos, encuentros y desencuentros, y después de jurar observar la Carta Magna de la Independencia y luego la Constitución Nacional, se eligió el sistema republicano y democrático para ordenar la convivencia como pueblo.

Expresó que nuestra patria es un don de Dios confiado a nuestra libertad, que debemos cuidar y perfeccionar; crecer sanamente como Nación si reafirmamos la identidad común y la búsqueda del bienestar de todos. Aludió al documento del episcopado argentino (noviembre 2008) “Hacia un bicentenario en justicia y solidaridad” en el que señalaban que cuando priman intereses particulares o el afán de dominio por encima del diálogo y la justicia, se menoscaba la dignidad de las personas, e indefectiblemente crece la pobreza en sus diversas manifestaciones.

Cruda realidad

Indicó que, aún con todos los límites de este sistema, el régimen democrático ha probado ser el más óptimo para ordenar la vida civil, garantizando libertades, favoreciendo procesos de inclusión y promoviendo derechos sociales. Sin embargo, mencionó los recientes estudios de campo, realizados por el Observatorio de la Deuda Social Argentina, que describe la cruel desigualdad que alcanza a los menores en el país: 8.200.000 menores de edad son pobres (6 de cada 10), de los cuales hay más de 4.200.000 tienen carencias alimenticias, y 2 de cada 10 sufren privaciones graves. Y agregó: “Ellos son el valioso presente, y en ellos –si atendemos sus necesidades–, es posible imaginarnos un porvenir venturoso para el país que todos deseamos”.

El arzobispo porteño cree que hay que aceptar que toda democracia padece momentos de conflictividad. Por eso, ante situaciones complejas, alimentar la confrontación buscando culpables en el pasado o en el presente, puede parecer el camino más fácil. Pero es oportuno y sabio prevenirlas y abordarlas a través de consensos y diálogos. “Debemos admitir con humildad, que si hablamos de un debilitamiento y descrédito de nuestra democracia, sus causas hay que buscarlas en la suma de responsabilidades compartidas de todos” aseveró.

Ante los representantes de los distintos credos, admitió que “casi como una obsesión”, ellos son portadores de buenas noticias, con una mirada esperanzadora y con la predisposición de elevar oraciones por la paz, la justicia y el bienestar, siempre priorizando a los más vulnerables.

Nueva oportunidad

Asimismo, el cardenal Poli -en su último Te Deum como arzobispo de Buenos Aires- señaló que ante las próximas elecciones quienes aspiran conducir la Nación tienen una inmejorable oportunidad para manifestar su vocación de servicio y aprovechar sus palabras “para hacer docencia democrática, con propuestas claras y realistas, sin descalificar a los que compiten; con un lenguaje nuevo que promueva la solidaridad y devuelva al pueblo la confianza y el deseo de participar en la construcción de un destino común”.

Aludió “al argentino que hoy preside la Iglesia” quien trazó algunas líneas sobre la mejor política que espera la gente: «Una gran nobleza es ser capaz de desatar procesos cuyos frutos serán recogidos por otros, con la esperanza puesta en las fuerzas secretas del bien que se siembra. La buena política une al amor la esperanza, la confianza en las reservas de bien que hay en el corazón del pueblo, a pesar de todo». Y continuó refiriéndose a la Carta Encíclica en la que se destaca que la auténtica vida política, fundada en el derecho y en el diálogo entre los protagonistas, se renueva y puede liberar nuevas energías relacionales, intelectuales, culturales y espirituales (Fratelli Tutti, 196-197).

Finalmente el cardenal elevó su oración a Dios dándole gracias por la Patria y el pueblo que peregrina en esta tierra bendecida. Le pidió pasión por la unidad y  menos indiferencia: “Abre nuestro corazón y nuestra mente para mantenernos firmes en el compromiso por el bien común, sin excluir a nadie. Haz que no abandonemos nunca el ideal de construir una Nación fraterna, donde la amistad social supere toda división, para que podamos convivir en justicia y solidaridad”.

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