Los gitanos de Hungría, a Francisco: “¿Podemos bendecirle?”

Al final del encuentro de esta mañana de Francisco con los pobres y refugiados un festivo coro de gitanos le cantó una ancestral canción de su pueblo. Antes de iniciarla le preguntaron: “¿Podemos bendecirle?”, a lo que el papa respondió con un sí tan espontáneo como decidido. Ellos le explicaron que la letra era una bendición y con su guitarra y vestidos con sus vistosos trajes hombres y mujeres alegraron la fiesta y pusieron un nota de exotismo en tan solemne contexto gótico-litúrgico.



Hoy, según las estadísticas oficiales, pertenecen a la raza gitana (a los llamados rom) un tres por ciento de la población húngara, es decir unas trescientas mil personas. Ocupan estas tierras desde tiempos inmemoriales y han resistido invasiones tártaras o turcas más dos guerras mundiales.

Apreciados por la Iglesia

No sufren discriminación social alguna pero viven aislados del resto de los habitantes de este país, conservan sus formas dialectales de hablar, sus ritos y sus códigos de conducta, un cierto nomadismo; el hecho de haberles aceptado en uno de los templos más acrisolados de la cristiandad húngara (algunos permanecieron en la plaza adyacente) indica que la Iglesia tampoco les margina.

Al final Bergoglio les agradeció su homenaje y les recompensó a cada uno con un rosario; una de las mujeres del grupo no dudó en ponérselo al cuello.

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