Bono: un “medio católico” se confiesa

El “corazón excéntrico” de Bono –la voz y el alma de U2– estuvo a punto de estallar hace seis años, en la Navidad de 2016. En la sala de urgencias de Mount Sinaí, en Nueva York, confiesa que se sintió “sin aire, sin aliento, los nombres que le damos a Dios. Puro Aliento”. Y sintió miedo: “Estoy aterrado porque, por primera vez en la vida, busco la fe y no la encuentro. Sin aire. Sin plegaria”.



Así lo escribe en las primeras páginas de Surrender. 40 canciones, una historia (Reservoir Books), las memorias que acaba de presentar con un concierto en el Teatro Coliseum de Madrid y en las que revela el desenlace de aquel pánico: el recuerdo de su padre, Bob, en un hospital en Dublín quince años antes. “Durante aquellos últimos días me contó –narra– que, mientras aceptaba sus distintos cánceres, había perdido la fe, pero también me dijo que yo no debía perderla. Que era lo más interesante de mí”. Le vino entonces a la cabeza –y así lo admite el cantante– el salmo 32 del rey David: “Tú eres mi refugio; / me guardarás de la angustia; / con cánticos de liberación me rodeas”.

Paul David Hewson (Dublín, 1960), de nombre artístico Bono, arranca así un libro que, ante todo, describe como “mi propia peregrinación”. Lo equipara, por tanto, a la famosa novela alegórica –y teológica– de John Bunyan, El progreso del peregrino (1678-84), en la que su protagonista, Cristiano, relata el viaje de su vida buscando la salvación. Lo mismo hace el propio Bono, que expone, mide, reflexiona –sin ningún tipo de tapujos– sobre su fe, marcada por sus padres: “Bob era católico, Iris era protestante. Su matrimonio había escapado al sectarismo de la Irlanda en la época”. Su padre, incluso, aceptó que los niños –Bono y su hermano Norman– acudieran a la iglesia con su madre cada domingo. “Después, mi padre escuchaba misa en la misma calle, pero en la iglesia católica, que también se llamaba St. Canice. ¿Confuso? ¡Sí!”.

Alguna vez, el propio Bono se ha calificado de “medio católico”, precisamente, porque se educó entre esas dos aguas, entre esos dos ritos. En Surrender –que no es rendición, sino entrega, a Dios, a los más desfavorecidos, a la música–, no hace nada así. Pero afirma, por ejemplo, de manera significativa: “Católico es tanto un adjetivo como un nombre”, a propósito de su sincronía con Joe Biden y su visión de la pobreza, años antes de que alcanzara la Casa Blanca, cuando solo era un diputado que le ayudó ante Bill Clinton para la condonación de la deuda a Uganda. La lectura da testimonio de un católico, de un hombre de fe, de un ser espiritual, pero también de un hombre que quiere progresar, que se siente peregrino, que busca, que duda. “Soy un seguidor de Cristo que no da la talla”, llega a decirse. Pero encuentra, vaya si encuentra…

Dar la vida por Cristo

Por ella, por la fe, comienzan estas memorias de 670 páginas. Realmente la religión –el testimonio– salpica casi todos los capítulos, que titula según las canciones de U2. La fe es protagonista, porque así lo es en su vida. Relata, por ejemplo, capítulos adolescentes en los que desliza cómo “me sentí aún más atraído hacia el Dios de las Sagradas Escrituras”, apunta. “Poseía cierto sentido de lo divino –reconoce–, pero era rudimentario e informe, así que, cuando empecé a hallar pistas sobre la naturaleza de esa presencia, me quedé fascinado. La Biblia me atrapó. Las palabras me salían de la página y me seguían a casa. Encontraba algo más que poesía en esa caligrafía gótica del rey Jacobo”.

Llama la atención, por ejemplo, lo que afirma sobre Jesús a raíz de un campamento del YMCA al que asistió por entonces junto a Derek Rowen, su amigo Guggi, que fue quien le puso el sobrenombre de Bono: “Siempre era el primero en responder cuando llamaban al altar, cuando llegaba el momento de ‘acercarse a Jesús’. Todavía soy así. Si estuviera en una cafetería ahora mismo y alguien dijera: ‘Levantaos si estáis preparados para dar la vida por Cristo’, sería el primero en ponerme en pie. Llevaba a Jesús conmigo allá donde fuera, y todavía lo hago. Nunca he apartado a Jesús de las acciones más banales o profanas de mi vida”.

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