‘Godspell’: pasión con el rock&roll

En 1973, Rita Irasema, hermana de Emilio Aragón, acababa de pasar la audición para incorporarse a la primera compañía que estrenaría el musical Godspell en Madrid. Lo hizo, meses después, ya en 1974, en el Teatro Marquina, protagonizado por Juan Ribó. Ahí supo Emilio Aragón del musical que creó John-Michael Tebelak en Pittsburg mientras estudiaba en la Carnegie Mellon University. “Si de algo habla esta obra –declara el ahora director, compositor y productor–, es de amor, de abrazarnos más, de querernos más, sin condición”.



Aquel montaje –que tuvo su polémica por el Jesús moderno que mostraba y el rock and roll que le revestía– impactó en el joven Emilio, de apenas 14 años y recién llegado a España junto a su familia circense. Ahí nació una pasión. “Un tiempo después, Godspell volvería a cruzarse en mi camino, al ser la obra elegida por mis amigos del barrio y yo para interpretarla y recaudar fondos para el colegio. Nos movía la música, el escenario. Mi amigo Antonio Vega estaba entre ellos, por supuesto, a cargo de la música”, recuerda ahora.

Aquel Godspell –el del Marquina y Juan Ribó– giró por España y, entre otros teatros, también se pudo ver en el Cervantes, en Málaga, a donde acudió otro joven: Antonio Banderas. “Recuerdo el color, la energía positiva que se desprendía en el escenario, se contaba la Pasión de Cristo y sus enseñanzas de una forma que algunos consideraron irreverente para aquel momento. Me produjo tal impacto, que me hizo pensar que quizás había un lugar para mí al otro lado de ese espejo. Yo quería irradiar esa energía, era algo contagioso”, rememoró también Banderas durante la presentación del nuevo montaje en el malagueño Teatro del Soho.

Energía muy positiva

Tebelak había logrado estrenar su musical en Off-Broadway en 1971, pero fue con la incorporación de Stephen Schwartz, quien compuso y escribió todos los números musicales en apenas cinco meses –a excepción de un único tema que sobrevivió–, cuando el proyecto creció hasta convertirse en todo un éxito en Nueva York. Pasó después al West End londinense y luego a Madrid, donde su estreno resultó una anomalía en aquella España de entonces.

Al fin y al cabo, Tebelak creó un musical en el que la figura de Jesús y las parábolas del evangelio de san Mateo servían para rebelarse frente a la guerra de Vietnam, para pedir la paz y la igualdad en una época de protestas sociales, para sumarse a las reivindicaciones del amor en plena ola hippy y del flower power. “Para mí, la palabra clave de este musical es energía, hay una energía muy positiva en todo el espectáculo y todos los principios que se juegan son principios universales, que pertenecen no solo a una religión, sino a una forma de pensar que va más allá de las creencias, a la gente le puede atraer desde la emoción”, asegura Banderas.

El actor quería producir este Godspell en su aventura malagueña del Teatro del Soho. Un día se lo contó a Emilio Aragón sin saber de su pasión por ese mismo musical. “Casi 50 años después, en el camerino, tras una entrañable grabación y con la adrenalina de haber cantado juntos, Antonio Banderas me habla del siguiente musical que le gustaría estrenar. Era Godspell. De nuevo, la amistad y la pasión que nos une, por la música y el privilegiado oficio de contar historias, vuelve a traerme a Godspell. Quizá ya no sea solo una casualidad”.

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