Los campesinos de El Seibo inician otra “peregrinación” por la justicia

  • Caminarán durante cinco días para exigir ante el Gobierno de República Dominicana que les devuelvan las tierras que los terratenientes les robaron en 2018
  • Los Misioneros Dominicos, que les acompañan desde hace décadas, reiteran que “no están solos, estamos con ellos”

Marcha campesina El Seibo

Los campesinos de El Seibo, región de República Dominicana en la que mantienen una histórica lucha por la dignidad frente a los intereses de las azucareras que devastan su tierra, han vuelto a movilizarse en defensa de sus derechos con una marcha de cinco días hasta el Palacio Presidencial, en Santo Domingo. La última causa de los organizados en torno a la Asociación Mamá Tingó es protestar para reclamar las tierras de las que han sido “injustamente desalojados”.



Como destacan en un comunicado que han hecho llegar a Vida Nueva los Misioneros Dominicos, quienes acompañan a los campesinos de El Seibo desde hace décadas, se trata de una “peregrinación”.

“Desalojados brutalmente”

Para que se comprendan las raíces históricas de esta situación, los religiosos explican que, “en 1975, Joaquín Balaguer les concedió el Decreto nº 486 de Utilidad Pública con el fin de que nadie molestara a los campesinos. En el año 2016, el Instituto Agrario Dominicano (IAD) repartió la tierra a las 613 familias en base a rigurosos estudios de peritos en el área. En el año 2018 fueron desalojados brutalmente, destruyendo sus casas y sembradíos”.

De hecho, “cuando se encontraron con el colmado de la señora Leónidas, no dudaron en tumbarlo y robar todos los alimentos, encañonando a su nieta embarazada a punto de dar a luz. Destruyeron 212 casas, muy humildes, pero casas con techo y suelo de tierra que permitía a sus moradores descansar del trabajo del día”.

Para los Misioneros Dominicos, “las tres T que proclama el papa Francisco (tierra, trabajo y techo) les fueron robadas en unos segundos. En los días siguientes, los campesinos sufrieron muchas torturas, apresamientos, persecuciones, heridos por armas de fuego”.

Compromiso ecuménico

Frente a ello, “las Iglesias, desde un precioso ecumenismo, siguen apoyando para que se cumpla la voluntad de Dios en esta tierra para que mane leche y miel, como sucedía hasta antes de los cruentos desalojos. Nadie se ha aprovechado de esta lucha cuyo objetivo prioritario es conseguir la tierra que les fue arrebatada de forma cruel el 6 de septiembre del año 2018”.

El siguiente día en el calendario del oprobio fue “el 25 de marzo de 2019, que quedó grabado con letras de sangre en la mente y el corazón de la comunidad: Carlitos Rojas Peguero, de 12 años, fue asesinado por un trabajador del terrateniente. El impune poder político y económico de la zona hirió con lanza de muerte el corazón de una comunidad laboriosa y pacífica. El asesino estuvo menos de tres años en la cárcel y, cuando salió, dio varias estocadas al hermano mayor de Carlitos, dejándolo medio muerto”.

Ya en octubre de 2019 hubo otra marcha de protesta-peregrinación hasta el Palacio Nacional durante otros cinco días. Tras dormir una semana al raso, fueron “sacados a la fuerza a las tres de la madrugada y después vivieron dos meses en la casa de las Misioneras Dominicas del Rosario. Volvieron por Navidad sin nada y así muestran sus manos vacías hasta el día de hoy”.

Tras el grito de Montesinos

Ahora, tres años después, vuelven “para recordar al Gobierno las promesas de recuperar la tierra de la que fueron despojados ilegalmente”. Y es que “siempre queda la esperanza de volver a la tierra que les vio nacer y en la que quieren morir, desde una actitud orante, confiando y agradeciendo a Dios la fortaleza para seguir proclamando bien alto el mismo grito por la dignidad de Fray Antón de Montesinos en el adviento de 1511”.

En otra carta, el dominico Javier Aguilera, promotor provincial de Justicia, Paz y Cuidado de la Creación de la congregación fundada por Domingo de Guzmán, reivindica que “los frailes de la Provincia no podemos ni debemos desconocer lo que ocurre en nuestros vicariatos, a nuestros hermanos y a las personas entre quienes viven. Sus problemas, sus trabajos, sus esfuerzos, sus ilusiones, sus alegrías, sus… también son los nuestros”.

Puesto que “ningún dolor humano nos puede ser ajeno”, deploran que “ser desalojado de sus tierras no es solo perder un terreno que es suyo, sino que puede conllevar y conlleva la pérdida de seguridad y de futuro. Sí, pierden seguridad porque pierden su casa, su techo, su hogar; pierden el lugar conocido que les hace sentirse resguardados y protegidos. Y pierden o pueden perder su futuro porque les son arrebatadas las tierras que son su pan y su sustento”.

Contra las injusticias

Al igual que, en su día, “nuestros hermanos de la Española, Pedro de Córdoba, Antonio de Montesinos y el resto de la comunidad, gritaron por la injusticias que estaban sufriendo los nativos a manos de los encomenderos”, hoy, “la injusticia la sufren esos campesinos a los que les han quitado las tierras y hoy, el grito de denuncia, el grito por la dignidad, es esta marcha que están realizando, como la que realizaron ya hace tiempo”.

“Les tenemos que hacer sentir que no están solos y que estamos con ellos”, concluyen con fuerza, reclamando que “no se olvide su lucha ni sus peticiones queden sepultadas bajo un manto de silencio”.

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