Jorge Enrique Jiménez Carvajal: “No es fácil cambiar corazones”

Un susurro al oído del papa Francisco: “Gracias, Santo Padre”. Eso fue lo primero que Jorge Enrique Jiménez Carvajal, CJM, arzobispo emérito de Cartagena, hizo tras recibir, a sus 80 años, la birreta cardenalicia. Nació el 29 de marzo de 1942, en Bucaramanga, departamento de Santander, al noreste de Colombia. Ordenado sacerdote el 17 de junio de 1967, tras ser nombrado por Juan Pablo II, el 9 de noviembre de 1992 se convierte en obispo de Zipaquirá.



El 6 de febrero de 2004 es nombrado arzobispo coadjutor de Cartagena, para convertirse al año siguiente en su titular. Renunció en 2021, pero Francisco le ha otorgado este reconocimiento tras 56 años al servicio de la Iglesia, donde ha ocupado cargos como secretario general y presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño (CELAM), entre 1995 a 2003, y secretario de la Confederación Latinoamericana y Caribeña de Religiosos (CLAR) de 1989 a 1991. El décimo cardenal colombiano conversó con Vida Nueva tras regresar a Colombia del consistorio.

PREGUNTA.- ¿Qué anécdotas tiene de este octavo consistorio del Papa?

RESPUESTA.- En primer lugar, para mí era una novedad total, pues nunca había estado en un consistorio; quienes han participado en anteriores me decían que, lógicamente, en este fue diferente, que el ambiente que se vivió fue especial. Cada tiempo trae su propia marca, pero no hay duda de que en este momento vivimos circunstancias inéditas. Francisco ha traído a nuestra Iglesia, desde hace nueve años, un aire nuevo, un aire de mayor compromiso y, para mí, fue realmente muy interesante ver cómo, entre las preocupaciones prioritarias de la Iglesia, figuran todas las situaciones donde el mundo sufre, tiene dolores.

Eso fue lo más importante, el hecho de estar en un lugar totalmente inédito, que no imaginaba vivirlo, y luego el aire nuevo que se respira adentro. Todavía tenemos problemas y necesidades, pero somos una Iglesia de dos mil años. Por ello, debemos estar siempre alerta para dar esperanza. Dentro del consistorio, eso me pareció precioso, lo gocé.

Una Iglesia diversa

P.- Usted habla de problemas y necesidades. ¿Cuáles puede identificar?

R.- Por ser una Iglesia presente en todos los países del mundo, con más de 1.700 millones de fieles, sintetizar las situaciones difíciles y los desafíos no es tarea fácil, porque somos una unidad que recibimos a partir de la persona de Jesús y de la persona del Papa, y de nuestra fe. Entonces, somos una Iglesia diversa, y la diversidad se integra de una manera muy importante en nuestra fe, que vivimos en cada parte como algo único que nos dio Jesús a todos.

Por tanto, tiene que aplicarse en cada situación. Si miramos a la Iglesia de Asia, en otros momentos se oía muy poquito; pero se ha centrado como algo muy importante de futuro. Cuando escuchamos, por ejemplo, los esfuerzos que hace la Iglesia surcoreana o cómo la africana resiste la persecución, realmente uno se entusiasma con ello, porque son situaciones y desafíos sociales terribles y tremendos, problemas culturales, económicos, de pobreza… de diversa índole.

Sin embargo, tenemos que aterrizar cada situación y el discernimiento es un método sencillo que nos ayuda a ello: desde el pensamiento de Jesús sobre el mundo y sobre toda la vida humana, lo podamos aterrizar en cada circunstancia, en cada momento, y podríamos decir que en cada siglo, en cada coyuntura social en la que nos movemos. El discernimiento nos enseña a descubrir cómo Dios, de una manera misteriosa, muchas veces silenciosa, siempre con una luz especial, nos enseña a mirar la realidad y nos enseña a descubrir cómo tiene que ser nuestro actuar personal, porque el discernimiento también es personal.

P.- ¿Y qué hace el Papa para ejercer como mediador en medio de las tensiones propias que estos cambios actuales implican, como en el caso de ‘Praedicate Evangelium’?

R.- El Papa está haciendo un esfuerzo muy grande, y la Iglesia le está siguiendo en eso. Cambiar mentalidades, sobre todo cambiar corazones, no es fácil. El Papa, en algunas de las reflexiones que ha hecho sobre Praedicate Evangelium durante el consistorio, recordó que lo primero que hay que cambiar es el corazón y que no se dan cambios si no hay una espiritualidad, una manera diferente de vivir y esta manera diferente de vivir es hacerlo según el Evangelio, según la propuesta de Jesús.

Entonces, no es fácil, pero quiero apuntar algo que me llamó mucho la atención durante estos días en el consistorio: el Papa lleva trabajando en la Praedicate Evangelium desde hace nueve años, porque él nos ha compartido cómo tomó la resolución de hacer una reforma desde que fue elegido. De hecho, antes de su elección se dieron todos esos encuentros de precónclave y cónclave en los que los cardenales compartieron su visión sobre el mundo y sobre la Iglesia. Entonces, hubo voz común, muy insistente: hay necesidad de hacer una reforma de la Curia romana y le pedimos al que salga elegido que tome muy en serio esa tarea.

El Santo Padre no se quedó de brazos cruzados esperando a ver qué había que hacer; no, al mes tenía un equipo de cardenales, el famoso C-9, trabajando y moviéndose por el mundo, haciendo consultas a todas las conferencias episcopales y pidiendo luz. Y no solo pidiendo luz para escribir la carta, sino haciendo cambios tan pronto como pudo. Vio que había cambios que estaban maduros, los fue introduciendo y ya están consagrados ahora en la Praedicate Evangelium.

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