Manuela Carmena: “El papa Francisco es fantástico, pero no le siguen en los púlpitos”

“¡Hola Pilar, reina! ¿Cómo estás?”. Apenas le ha dado un sorbo al café recién servido y una de las voluntarias de ‘Cosiendo el paro’ le interrumpe para entregarle una bolsa. Dentro van algunas prendas que una octogenaria de buen ver y misa de domingo ha cosido para la asociación que capitanea Manuela Carmena. “De eso se trata: de que, siendo diferentes unos de otros, contribuyamos a una causa común”, afirma la exalcaldesa madrileña en la mañana de un sábado en la terraza de La Tape, un bar que hace esquina entre San Bernardo y Manuela Malasaña.



Está a un par de pasos de Zapatelas, la tienda solidaria de ropa de niños que es el escaparate visible de una empresa social que incluye un taller con presos de la cárcel de Aranjuez que elaboran juguetes de tela y un taller de reinserción donde se arman los vestidos. Así se configura este proyecto que, a los 78 años, esta mujer casada, madre y abuela abandera tras ser la primer edil durante cuatro años bajo el paraguas de la plataforma Más Madrid, donde llegó tras su valorada trayectoria como abogada laboralista, jueza de vigilancia penitenciaria y vocal del Consejo General del Poder Judicial.

PREGUNTA.- Un día la convoca el cardenal Osoro para un foro de políticos. Otro día cuentan con usted los franciscanos para un congreso. Ahora, las Carmelitas de la Caridad Vedruna la eligen como ponente de cabecera de su Encuentro Formación-Misión de la Provincia de Europa. Cada vez que la llaman de la Iglesia, no se dice a sí misma: “¿No tendrán otra? Si yo soy agnóstica…”.

RESPUESTA.- Me hace ilusión y me parece interesante que cuenten conmigo. Habla de una Iglesia abierta, que considera importante escuchar a personas que no son de la Iglesia. Además, está dentro de la política diplomática vaticana, que siempre se ha caracterizado por escuchar y establecer puentes con todos. Soy una convencida de que la espiritualidad es una dimensión importante en el ser humano. Respeto el hecho religioso, aunque no lo comparta. Es más, lo he defendido mientras he sido alcaldesa, en muchas ocasiones, frente a mis propios compañeros y personas de izquierdas que no lo entendían y aún no lo han entendido.

No comprendían por qué yo iba a los actos religiosos. De hecho, esta defensa pública, en una ocasión, generó una tensión muy grande. En el parque de Valdebebas tuvieron que cortar un pino centenario. Algunos vecinos pidieron hacer una imagen de la Virgen con su tronco. Nadie sabía muy bien quién autorizó esa iniciativa, pero el caso es que se talló la imagen y se colocó. Algunos de mi grupo y del PSOE pidieron que se retirara la estatua bajo el argumento de la secularización. Yo me opuse. ¿Por qué?

Realmente, si lo piensas detenidamente, no es muy razonable que una imagen de la Virgen esté en un parque, pero si realmente era importante para algunos y en su momento la propuesta salió adelante, tengamos amplitud de miras para acoger las iniciativas de los demás. Por encima de todo, debemos entender la espiritualidad como un principio a respetar.

Amar y ser amados

P.- Manuela Carmena no cree en Dios. ¿En qué cree?

R.- En el ser humano. Creo en el humanismo. Me entusiasma el ser humano. Todos nosotros somos seres que deseamos amar y ser amados. En la medida en que amamos y somos amados por encima de todo, necesitamos y debemos defender la igualdad y la justicia de los demás. Cada vez que me preguntan qué cualidad es imprescindible en un político, contesto de inmediato: que le guste la gente. Si no te gustan las personas, dedícate a otra cosa.

P.- No será creyente, pero lo que acaba de decir es Evangelio puro y duro…

R.- La verdad es que sí, pero no quiero que me pongan etiquetas ni me gusta ponerlas. Soy como soy. Precisamente, en el turno de preguntas del encuentro de las carmelitas, una de ellas me dijo convencida: “Tú eres cristiana, aunque no lo creas”. No soy cristiana y me gusta reivindicar mi agnosticismo, porque los católicos pensáis que esta vida tiene trascendencia después de la muerte y yo, no. Tiene trascendencia el recuerdo que tú dejas, tus hijos, el legado para mejorar tu pequeña parcela del mundo…

Pero no creo que cuando muera haya algo más y me vaya a encontrar con los familiares que he perdido de vista. Fíjate: tenía una prima segunda a la que quería mucho, muy maja y religiosa, que ‘heredó’ el novio de su hermana y me llegó a confesar que estaba preocupada por ir al cielo por si su difunto marido Pepe estaría allí con su hermana o con ella… Se trata de una anécdota con humor llevada al extremo, pero, volviendo a la cuestión de fondo, para mí la vida se acaba cuando te mueres y ya está. Eso sí, admito que morirse es una ‘putada’, porque a mí me gusta vivir.

P.- De primeras, a nadie le viene bien morirse…

Si estás sufriendo mucho, puede que quieras, pero encontrándote bien como yo me encuentro ahora, no tengo ni puñetera gana de morirme. Es cierto que, por mi edad, estoy mucho más cerca de lo que estaba hace unos años… Por eso, cuando llegue la hora, intentaré hacerlo bien, no dar guerra y despedirme en condiciones de los que quiero.

Defender a los los migrantes

P.- Si le pregunto cómo ve a la Iglesia hoy día, sé que no me responde una atea con estereotipos, porque tiene amigos curas, estrechos colaboradores que son creyentes…

R.- Veo una Iglesia muy diversa y diferente. Conozco y trabajo codo con codo con gente religiosa verdaderamente entregada y maravillosa, pero la Iglesia, en general, como institución, no está proyectando ese humanismo del que hablaba antes. Como cualquier institución –por ejemplo, los partidos–, la Iglesia se ha cerrado para defender lo suyo, situando su doctrina por encima de la persona. Ese discurso me parece tremendo, más en las circunstancias que vivimos. La Iglesia tendría que concentrar todos sus esfuerzos, documentos y recursos, que son muchos, en abanderar los derechos de los migrantes.

Una Iglesia como debe ser no puede tolerar lo que está pasando hoy. La migración es el mayor ‘marrón’ que nos vamos a llevar por delante en nuestra generación. Como sociedad, tenemos una actitud inhumana porque hemos decidido que en este mundo haya ‘con papeles’ y ‘sin papeles’, personas que, por el mero hecho de intentar cruzar una frontera, se les puede hacer sufrir hasta el extremo, desgarrar sus carnes… La muerte de esta treintena de jóvenes en la valla de Melilla es contra derecho, porque son sujetos de asilo a los que se les ha negado toda opción a solicitarlo.

¿Cómo pueden pedir el derecho de asilo si no le dejas acercarse? Es un caso de vulneración jurídica total que me irrita enormemente. Por eso, estoy convencida de que la Iglesia sería más Iglesia si tuviera una actitud absolutamente decidida y volcara toda su fuerza en defender la dignidad de estas personas, y no dedicándose a otras cuestiones más ideológicas…

P.- Francisco se está volcando con ellos en cada viaje, de Lampedusa a Lesbos…

R.- ¡Me parece fenomenal lo que hace este Papa! ¡Es fantástico! Pero a Francisco no le siguen en los púlpitos. Y tampoco los que dicen ser católicos y utilizan las siglas de un partido como si fuera un púlpito. Es lo que hace Vox. Son los primeros que se ponen en la fila para comulgar, pero niegan los derechos del extranjero. Si algo me indignaba en mi etapa como alcaldesa, era comprobar cómo estas personas que tenían actitudes totalmente reprochables, desde el punto de vista del humanismo, dirigían un discurso de aparente pureza y una mirada de elevación en los actos religiosos.

Me preocupan estos grupos religiosos cerrados que viven una espiritualidad sin humanismo, porque en realidad son ‘yoistas’. No les preocupa más que lo suyo, y eso es muy grave. Nunca se me olvidará que un día coincidí en una misa con una política católica de derechas y vi cómo echaba en el cepillo dos euros, y yo iba con mi billete de 50 euros preparado de casa porque sabía que aquello era para ayudar a los demás.

Hasta la chica que recogía el dinero se me quedó mirando extrañada y con cierta complicidad, preguntándose cómo alguien que presumía de ser cristiana contribuía menos con su Iglesia y con los pobres que yo que soy ajena a la institución. Si afinamos más, me atrevería a decir que no son católicos, van de católicos.

P.- ¿Católicos de salón?

R.- Así es. El otro día llamé a un cura amigo mío y le dije: “Esto de los mandamientos, ¿sigue estando en vigor?”. Y me contestó: “¡Qué cosas dices, Manuela! Pues claro”. A partir de ahí, le dije que entonces teníais que cambiar las penitencias de la confesión. Por ejemplo, incluir la obligación de la rectificación cuando se hace el mal.

P.- En principio, para obtener la absolución, se necesita el propósito de enmienda, la reparación del daño causado…

R.- Pues yo no lo noto. Mientras he estado en el Ayuntamiento, esos católicos de derechas que comulgaban como locos, mentían continuamente. O bien la gente no se confiesa de mentir, o estás poniendo unas penitencias tan pequeñísimas que les da igual ser unos mentirosos. Algo tenéis que hacer…

Prioridad eclesial

P.- Ya sabe que la Iglesia está en un proceso sinodal de escucha. ¿Qué cambiaría de la Iglesia si tuviera voz y voto, o si tuviera hilo directo con el Papa?

R.- Francisco está haciendo lo que puede. Bastante está haciendo. Para mí, lo más importante es recuperar definitivamente ese humanismo en la Iglesia, por encima de los mandamientos y de los dogmas. En un momento histórico en el que los más vulnerables están machacados, el objetivo eclesial prioritario sería hacer lo imposible para que vivan mejor. Me parece muy bien que las mujeres sean curas y creo, con todos mis respetos, que el celibato es una tontería, pero estas cuestiones no son tan trascendentes como el hecho de que la Iglesia sea coherente con su principio más básico: el amor al pobre.

Es cuestión de prioridades en la agenda del día a día. Cuando estaba en el Ayuntamiento, yo siempre priorizaba los encuentros con los migrantes y, cuando se iban, me quedaba con la sensación de estar en deuda con ellos. Por eso, cuando quitamos el cartel de Refugees Welcome de la fachada, decidí levantar un monumento a los migrantes. Pero fíjate el grado de polarización al que llegamos, que simplemente lo colocamos sin inauguraciones ni propaganda, porque tenía miedo a que algunos boicotearan el acto o se cargaran la estatua.

P.- ¿Se puede frenar esa espiral de polarización?

R.- Lamentablemente, no. Todavía no hemos tocado fondo. Hasta que los que llevan las riendas de los partidos no pongan el freno, seguiremos divididos, porque la ideología y la rentabilidad de los votos se pondrán por delante del servicio a los ciudadanos. Si en las empresas se trabajara como en la política, estaríamos todos en la quiebra, porque los políticos se pasan el día tirándose los trastos. Sigo sin entender qué hacen en el Congreso y en el Senado todas las semanas echándose los trastos con discursos impostados, cuando lo que tendrían que hacer es reunirse unos con otros constantemente para escuchar los problemas de la gente y solucionarlos.

Cuando tienes la experiencia de romper con esa dinámica del enfrentamiento, ves que es posible. Cuando Carlos Osoro nos convocó hace unos meses a la consulta sinodal, hablé como lo hago siempre. Al terminar, un alcalde de derechas que se había dedicado a machacarme durante años se acercó para pedirme perdón por todos los ataques que me había lanzado sin conocerme. Ese día, después de abrir los oídos para descubrir lo que yo tenía que decir, valoró que nos movían muchas más cosas en común que lo que nos separaba. Solo por eso, mereció la pena ir. (…)

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