El desierto de migrantes y refugiados

El itinerario de los exiliados, ya sea entre aguas negras y traicioneras o entre guijarros blancos y helados, supone una verdadera peregrinación

Ya sea entre aguas negras y traicioneras o entre guijarros blancos y helados, las calles transitadas por refugiados y migrantes son el espejo de Europa: de su civilización y de su espiritualidad. La imagen que se nos devuelve es la de las pesadillas plasmadas en cuentos de hadas y mitos: la gracia se hace trizas y poco a poco aparece un rostro desfigurado y decrépito.



La Europa de los derechos y las Iglesias de la caridad se desmorona: lo dicen los voluntarios que trabajan en las rutas terrestres y marítimas, el papa Francisco lo repite con creciente angustia y lo reflejan estudios geopolíticos y estadísticos.

¿Por qué repetirlo aquí aun pudiendo rozar la retórica barata? Porque no sería posible hablar de la peregrinación como forma de religiosidad antigua y nueva, del viaje como metáfora de vida e iniciación y de los viajes seculares y de los devotos sin poner al menos un espacio entre palabras, ese espacio representado por los pies heridos de quienes emprenden el camino por causas de fuerza mayor.

Es ante todo una cuestión de honestidad, de limpieza mental, de integridad semántica, como cuando una entrada de diccionario devuelve todos los significados posibles de un término. Existe otra razón, menos exigente moralmente pero no irrelevante en un discurso religioso: la emulación. Intento centrarme en este aspecto, apoyándome en mi experiencia, que se ha desarrollado en ámbitos nómadas y migratorios.

Tener los pies en más sitios y, especialmente en ciertos sitios, te hace caminar de manera diferente. Trato de explicarlo a través de los temas de la itinerancia y la extranjería. A veces el camino en el desierto son experiencias vividas, como el itinerario que compone la Vida de Antonio de Atanasio de Alejandría, o la peregrinación a los lugares bíblicos como en el Diario de Egeria, o el peregrinaje visionario como en El Principito de Antoine de Saint-Exupéry.

Testigos de la fuerza de su caminar

En muchos casos, quienes las escribieron son personas que han sabido captar su significado a través de los demás y así han hecho de estas experiencias un tesoro interior para sí y para todos. Esto sirve, por ejemplo, para alguien que se ha movido poco, pero también para quien lo ha hecho continuamente como son los monjes, escritores y peregrinos. Los han visto, han sido testigos de su debilidad y de la fuerza de su caminar. Diferente, radical y muchas veces violenta es la experiencia de la migración forzada, de no tener un lugar a dónde ir.

En un ensayo, Emanuele Trevi rastrea “caminos, peregrinaciones, ritos y libros” en escritos etnográficos entendidos como viajes iniciáticos. Ilustra bien cómo en algunos casos un libro desfigura sus límites convirtiéndose en una experiencia:

Prosigue Trevi sugiriendo que no se trata de un mayor o menor contenido de verdad, sino de la capacidad “para imitar el funcionamiento de la memoria, con sus contenidos que reaparecen en la conciencia de modo impredecible, con sus zonas de sombra y su poder prodigioso de interpretación y deformación”.

Todo esto no puede sustituir la acción política y una respuesta eficaz a la emergencia humanitaria. Sin embargo, contribuye a iluminar los caminos de la vida espiritual, en ese cruce de historia y palabra, de pasos e interioridad, de libertad y limitación que la constituyen colocándose del lado de los que aprenden y dando a los demás el título de maestros.

*Reportaje original publicado en el número de marzo de 2022 de Donne Chiesa Mondo. Traducción de Vida Nueva

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