Balance de la Semana de Vida Consagrada: “Evangelizar no es llenar los noviciados”

El director del Instituto Teológico de Vida Religiosa, Antonio Bellella, subraya que las jornadas celebradas sobre las relaciones contribuyen a que la sinodalidad “no sea un maquillaje que camufle las arrugas del rostro”

Antonio Bellella, director del ITVR

El misionero claretiano Antonio Bellella, hace balance de la 51ª Semana de Vida Consagrada, convencido de que “para evangelizar, no basta con llenar las iglesias de fieles ni tener feligreses ni llenar noviciados”, de la misma manera que tampoco “es tener pacientes en los hospitales o pobres en las filas de nuestros comedores sociales”. Para el director del Instituto Teológico de Vida Religiosa (ITVR), “evangelizar es amar, y amar es vivir una relación nueva, la que nos descubre la Pascua que estamos celebrando”.



Es la reflexión que nace del invesigador y docente tras concluir unas jornadas en las que han participado más de 2.000 consagrados, entre quienes acudieron presencialmente al auditorio madrileño Amor de Dios y quienes siguieron el encuentro en formato digital.

No un concepto, sino personas

Así, meditando sobre lo vivido en estos cuatro días de encuentro, Bellella ha destacado que “no he visto un concepto ni una noción abstracta de Vida Consagrada que pretenda englobar el contenido de una forma de ser y vivir en el Iglesia”. “He visto a personas consagradas, hombres y mujeres cuyos ojos brillaban y cuyo corazón ardía”, subrayo , consciente de que, entre los participantes, había “algunas cargadas de años y de historias, otras más jóvenes, anhelantes de hacer que su vida sea vida en el Señor de la Vida, y que sus búsquedas de autenticidad y su voluntad de entrega colmen su ser, y le den sentido”.

Al igual que se ha admirado por la diversidad experiencial presente en la asamblea (“distintas mentalidades, distintos enfoques, distintos efectos, distintas dimensiones…, todas relacionadas entre sí”, en una Iglesia en la que todos “caminamos juntos hacia el Cordero”), el claretiano ha valorado que “casi el 50% de los asistentes a nuestra Asamblea tiene menos de 35 años”.

Un gran fermento

Una presencia juvenil que ha sido un gran fermento: “¿Os habéis dado cuenta de que casi todas las preguntas las han hecho los jóvenes? ¿No habéis sentido que, al igual que el verlos nos alegra, el escucharlos nos despierta?”.  “Su sola presencia parece despejar algunas nubes que cubren el cielo de la alegría del Evangelio”, valoró sobre el relevo generacional.

En cuanto a las palabras que a su juicio más han resonado estos días han sido las siguientes: “Relación, nosotros, diálogo, cercanía, cuidado, tejido, entramado, coloquio, filiación, rostros, fraternidad, adoración, sororidad, peregrinación, acompañamiento, soledad sonora…”. Una lluvia lenta y suave que ha brotado en esperanza: “A veces parecemos inmunizados ante las palabras positivas y excesivamente expuestos a los virus de términos que suenan como la trompeta del ángel del apocalipsis y despiertan el fragor de olas portadoras de malos augurios; oigamos el lenguaje del corazón, que es el de la sobredosis de comunión que mencionaba el cardenal Bocos al principio de estos días”.

Sinodalidad vivida

Sobre si se ha “oído pocas veces la palabra de moda, ‘sinodalidad’”, Bellella ha recalcado que “la sinodalidad no puede ser un maquillaje o un contorno de ojos que camufle las arrugas del rostro; solo si somos relación y somos en relación, caminaremos juntos en participación, comunión y misión”.

En definitiva, para Bellella se ha experimentado tal caudal de vida que la principal conclusión es que “hemos abierto el apetito, despertado el interés, suscitado preguntas, empezado a construir caminos. ¡Cuánto nos queda pendiente de reflexionar! ¡Cuánto nos falta por aprender!”.

Abrazo que nutre

El misionero claretiano ha subrayado que este abrazo sinodal al otro se da sin perder la propia identidad, sino nutriéndola: “La relación es una extensión y, en la correcta relación a imagen de Dios, nos extendemos sin invadir, ocupamos sin destruir, nos estrechamos sin desaparecer y nos ampliamos sin reventar; nos hacemos sin disolvernos y vivimos desviviéndonos”.

En esta misma línea, y desde la relación como eje de la Semana Nacional de Vida Consagrada, aprecia que “solo con concienciarnos de que somos hijos e hijas, hermanos y hermanas, peregrinos y peregrinas, cuidadores y adoradores ya estamos evangelizando”, así como “colaborando en la construcción de un mundo nuevo”.

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