Kirill dinamita la ortodoxia al acusar a Bartolomé de Constantinopla de haber “creado” un “cisma” en su seno

  • En una carta al CMI, el gran órgano ecuménico mundial, reitera su posicionamiento junto a Putin
  • La OTAN, además de “inundar Ucrania con armas”, “reeduca” a su pueblo para ser “enemigo de Rusia”
  • “La rusofobia se está extendiendo por todo el mundo occidental a un ritmo sin precedentes”
  • Llama al CMI al “diálogo imparcial, libre de preferencias políticas y enfoques unilaterales”

Kirill, patriarca de Moscú, y el patriarca ecuménico Bartolomé I, durante su encuentro en Estambul

Días después de su última intervención pública, cuando cargó contra un Occidente cuya supuesta decadencia ve encarnada en un “desfile gay”, Kirill, el patriarca ortodoxo de Moscú, se ha vuelto a manifestar sobre la invasión rusa de Ucrania. En este caso, ha sido en un mensaje en el que responde a una carta dirigida días atrás a él por parte de Ioan Sauca, secretario general interino del Consejo Mundial de Iglesias (CMI), el mayor órgano ecuménico mundial.



En la misiva, Kirll recuerda que la base del CMI es “promover la concordia y el respeto mutuo entre los representantes de las diferentes confesiones cristianas”. En este sentido, la Iglesia moscovita se unió al Consejo “en 1961, habiendo aceptado su base renovada como ‘comunión de iglesias’ y la Declaración de Toronto que decía, en particular, que ‘el Consejo como tal no puede convertirse en el instrumento de una confesión o escuela. (…) Las Iglesias miembros deben reconocer su solidaridad mutua, prestarse asistencia en caso de necesidad y abstenerse de acciones que sean incompatibles con la relación fraternal”.

Confianza en la solidaridad

En virtud a esa experiencia de encuentro, el patriarca ortodoxo de Moscú reitera que “nuestra pertenencia al CMI, los diálogos, las discusiones basadas en el principio de la igualdad y la cooperación con toda la cristiandad no solo fueron una expresión de nuestro compromiso con la causa de la reconciliación entre los pueblos, sino que también nos dieron confianza en la solidaridad y apoyo de la comunidad cristiana mundial”.

Tras este preámbulo, Kirill aborda directamente la crisis que zarandea a su región y al mundo entero y que le ha valido las críticas de varios líderes de la ortodoxia que entienden que se ha plegado a la estrategia belicista de Putin: “Estos días, millones de cristianos en todo el mundo, en sus oraciones y pensamientos, se vuelven hacia los dramáticos acontecimientos en Ucrania. Como saben, este conflicto no comenzó hoy. Creo firmemente que sus iniciadores no son los pueblos de Rusia y Ucrania, que provienen de una pila bautismal de Kiev, están unidos por una fe común, santos y oraciones comunes, y comparten un destino histórico común”.

Occidente vs Rusia

En este sentido, apunta que “los orígenes del enfrentamiento se encuentran en las relaciones entre Occidente y Rusia. En la década de 1990, a Rusia se le había prometido que se respetaría su seguridad y dignidad. Sin embargo, con el paso del tiempo, las fuerzas que consideraban abiertamente a Rusia como su enemigo se acercaron a sus fronteras. Año tras año, mes tras mes, los estados miembros de la OTAN han estado aumentando su presencia militar, sin tener en cuenta las preocupaciones de Rusia de que estas armas puedan algún día ser utilizadas en su contra”.

Además, “las fuerzas políticas que tienen como objetivo contener a Rusia no iban a luchar contra ella por sí mismas. Planeaban usar otros medios, después de haber tratado de convertir a los pueblos hermanos, rusos y ucranianos, en enemigos. No escatimaron esfuerzos ni fondos para inundar Ucrania con armas e instructores de guerra. Sin embargo, lo más terrible no son las armas, sino el intento de ‘reeducar’, de rehacer mentalmente a los ucranianos y rusos que viven en Ucrania en enemigos de Rusia”.

Ruptura tres siglos después

En este punto, denuncia que, en lo espiritual, ese supuesto objetivo antirruso ha cristalizado en el surgimiento, en 2018, de la Iglesia Autocéfala Ucraniana, pastoreada por Epifanyi y que ha roto con tres siglos de subordinación a Moscú. Todo ello sin olvidar que, paralelamente, sigue existiendo otra Iglesia ortodoxa ucraniana, liderada por el patriarca Onufriy y que reconoce la autoridad de Kirill.

De ahí que llegue su ataque más duro: “Persiguiendo el mismo fin fue el cisma de la Iglesia creado por el patriarca Bartolomé de Constantinopla en 2018. Ha cobrado su precio en la Iglesia ortodoxa ucraniana”. Toda una bomba, acusación de cisma incluida, dirigida contra el otro gran patriarca ortodoxo mundial y en el seno del CMI… Un órgano cuya convivencia puede haber dinamitado.

Supuesta toma de partido del CMI

Un ataque que prosigue y que, de un modo poco velado, dirige contra el propio Consejo: “Ya en 2014, cuando se estaba derramando sangre en Maidan, en Kiev, y hubo las primeras víctimas, el CMI expresó su preocupación. Olav Fykse Tveit, secretario general del CMI en ese momento, dijo el 3 de marzo de 2014: ‘El Consejo Mundial de Iglesias está profundamente preocupado por los peligrosos acontecimientos actuales en Ucrania. La situación pone en grave peligro muchas vidas inocentes. Y, como un viento amargo de la Guerra Fría, corre el riesgo de socavar aún más la capacidad de la comunidad internacional para actuar ahora o en el futuro sobre los muchos problemas urgentes que requerirán una respuesta colectiva y basada en principios’”.

Fue entonces, también en Ucrania, “cuando estalló un conflicto armado en la región de Donbás, cuya población defendía su derecho a hablar el idioma ruso, exigiendo respeto a su tradición histórica y cultural. Sin embargo, sus voces no fueron escuchadas, al igual que miles de víctimas entre la población de Donbás pasaron desapercibidas en el mundo occidental. Este trágico conflicto se ha convertido en parte de la estrategia geopolítica a gran escala destinada, ante todo, a debilitar a Rusia”.

Causar sufrimiento al pueblo

Ahora que “los líderes occidentales están imponiendo tales sanciones económicas a Rusia que serán perjudiciales para todos”, Kirill lamenta “que sus intenciones sean descaradamente obvias: causar sufrimiento, no solo a los líderes políticos o militares rusos, sino específicamente al pueblo ruso. La rusofobia se está extendiendo por todo el mundo occidental a un ritmo sin precedentes”.

Tras llamar genéricamente a que “el Señor ayude a establecer la paz duradera y basada en la justicia lo antes posible”, dice esperar que el CMI “pueda seguir siendo una plataforma para el diálogo imparcial, libre de preferencias políticas y enfoques unilaterales”.

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