María Victoria Martinikorena: “Las mujeres abusadas y violadas por miembros de la Iglesia somos invisibles”

La pamplonesa de 73 años ha relatado cómo sufrió abusos por parte de una monja en el colegio

“Si mi historia sirve para que algunas mujeres sean escuchadas, vean que tiene derecho a quejarse y denunciar, me parecería algo inaudito”. Esta esperanza de que su propio testimonio sirva para que otros casos de mujeres abusadas en el seno de la Iglesia salgan a la luz es lo que ha llevado a la pamplonesa María Victoria Martinikorena a relatar su experiencia en el colegio de las Ursulinas de Jesús, el cual le ha dejado una huella que le ha acompañado durante toda su vida.



Tal como ha relatado a EFE, Martinikorena fue víctima de abusos sexuales por parte de una monja a los 11 años, en 1960. Esto ha provocado que haya arrastrado desde entonces “una inseguridad” con la que no ha conseguido “ni que me quieran ni querer”. Aunque está convencida de que su misma situación la sufrieron “muchas más” niñas a las que la sociedad ha dejado “invisibilizadas“.

Martinikorena incide en su voluntad de “hacer hincapié en que las mujeres abusadas y violadas somos invisibles”, más aún si como, en su caso, los abusos provenían de otra mujer, con practicas que “no se ve pero que hace el mismo daño” que la violación a los hombres y conlleva “las mismas consecuencias”.

El relato de Martinikorena

“En los abusos nos pillan a los más vulnerables. Saben distinguir a quienes tenemos problemas de autoestima, de cariño, y van a por nosotros, tanto hombres como mujeres. Y las mujeres actúan exactamente igual que los hombres, con el mismo abuso de poder. Ejercen, se comportan y te culpabilizan igual que a los niños”, ha explicado.

Todo comenzó cuando, con 11 años, ingresó junto con su hermana como alumnas internas en el colegio de las Ursulinas de Jesús, donde permanecían de lunes a viernes, aunque estaban en edificios separados debido a su diferencia de edad.

Tal como explica Martinikorena, los dormitorios eran compartidos por grupos de chicas, pero a ella poco tiempo después “la monja que yo creía que nos cuidaba” la trasladó a otro dormitorio con tan solo dos camas. Allí, aquella misma noche “apareció una monja que pensó que tenía todo el derecho del mundo de abusar de mí e hizo conmigo lo que quiso durante todo el año”. Para esta mujer, tan culpable de lo ocurrido era la monja que abusaba como la que “le procuraba niñas”.

Para ella, con 11 años, cualquier práctica sexual le era desconocida. “Pero aquel acariciarme, besarme, desnudarme” en el que “ella encontraba placer conmigo”, dejó su huella en ella, pero sobre todo recuerda las amenazas y el chantaje de la religiosa cuando la niña pasaba los fines de semana con su familia.

“Te graban a fuego una inseguridad, un deseo de agradar todo el rato para que te consideren algo bueno, porque haga lo que haga soy mala” y “siempre me parece que soy poca cosa para los demás”, dice recordando el chantaje emocional que inició aquella monja.

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