Lisboa sueña con una JMJ 2023 en clave Laudato si’

Tres jóvenes portugueses pasean a orillas del Tajo con su camiseta de la JMJ de Lisboa 2023

Las diócesis españolas que hacen frontera con Portugal pueden ser llamadas a acoger a los participantes de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) de Lisboa 2023 durante la semana de la pre-Jornada, en el caso de que se produzca una gran participación de jóvenes. Se lo confía a Vida Nueva el obispo auxiliar de Lisboa y responsable de la organización, Américo Aguiar, que sueña con una JMJ en el espíritu de Laudato si’, la encíclica del papa Francisco sobre el cuidado de la Casa común.



Por el momento, en septiembre y octubre, el país vecino acogerá los símbolos de la JMJ. Y, en agosto de 2022, la cruz peregrina y el icono de María ‘Salus Populi Romani’ regresarán a territorio español, a Santiago de Compostela, para la Peregrinación Europea de Jóvenes.

La JMJ de Lisboa 2023, en primer lugar, quiere dejar “un legado muy Laudato si’: cualquier inversión destinada al evento debe ser ecológica”, asegura el prelado, pues se creará un “nuevo parque verde” en el lugar donde tendrán lugar los principales actos de del encuentro. No solo junto al Tajo, en los municipios de Lisboa y Loures, sino que toda la JMJ pretende enmarcarse en la perspectiva de Laudato si’. “No basta un discurso de alabanza a la encíclica”, afirma. Por eso, por ejemplo, habrá un mínimo de papel y de plástico, “envases que se puedan comer”, soluciones para el suministro de agua que eviten el uso de plástico y guiones 100% digitales son algunas de las hipótesis barajadas.

Las 21 diócesis a una

En la preparación del evento se quiere conseguir que las 21 diócesis portuguesas trabajen juntas, que no es una experiencia muy habitual, admite Aguiar, quien defiende que “la organización no puede ser una entidad central, sino otorgar un papel de liderazgo a los Comités Organizadores Diocesanos (COD). Así, cada día 23 desde enero, los COD vienen promoviendo iniciativas. “No es para rezar el rosario o tener un servicio de culto, sino para encuentros de temática y destinatarios diversos. En el verano de 2023, 1,8 millones de portugueses tendrán edad para ser peregrinos de la JMJ, por lo que la invitación tiene que llegar a todos, nadie puede sentirse olvidado o ignorado”, explica el obispo responsable.

João Costa, que trabaja en Faro (sur del país) en el mantenimiento de espacios verdes, forma parte del equipo diocesano de pastoral juvenil y es uno de los responsables del COD-Algarve. “Ir a las periferias geográficas y sociales, a las cárceles, a los hospitales, a los lugares donde no hay jóvenes tiene que ser uno de los objetivos de nuestro trabajo”, sostiene este joven de 24 años. “No veo a la Iglesia como una familia que se lleva siempre bien –añade–, sino que acoge a todos, incluso a quienes tienen opiniones o formas de vivir diferentes, también a los homosexuales”. Se trata de “un camino de diálogo y respeto”. João, que estuvo en la JMJ de Cracovia (Polonia) en 2016, recuerda la importancia de sentir que “no estamos solos, que hay millones buscando el encuentro pleno con la persona de Jesús”.

Un camino común

Ondina Matos, ex directora (2010-2016) del Departamento de Pastoral Juvenil de la Diócesis de Aveiro (centro-litoral), se suma al mismo sentir. Esta enfermera de 47 años participó en Roma 2000, Colonia 2005, Sidney 2008, Madrid 2011, Río de Janeiro 2013 y Cracovia 2016; y en todas ellas, a pesar de muy diferentes, tuvo una fuerte “experiencia de fe”, con “muchos otros siguiendo el mismo camino”.

El antropólogo Alfredo Teixeira, profesor de la Facultad de Teología de la Universidad Católica Portuguesa (UCP), por su parte, entiende que la JMJ fue concebida como un mega-evento que genera un “proceso de identificación” y “un conjunto de dinámicas centradas en el propio evento”.

Para Mafalda Pinto, que estuvo en Madrid 2011 y en Panamá 2019, “Madrid fue muy impactante como vivencia de fe y ahora se trata de profundizarla a través de acciones con personas necesitadas, haciendo la experiencia de Jesús misericordioso”. A sus 27 años, esta ingeniera alimentaria –que vive en la región de Bragança, en el extremo noreste del país (cerca de la frontera con Zamora y León), donde forma parte de un grupo juvenil vinculado a los Padres Marianos– espera que la JMJ de Lisboa ayude a “profundizar” en esas dimensiones y tenga un rol de concienciación ecológica para que, al final, “no queden toneladas de residuos de plástico, como en Cuatro Vientos”. (…)

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