Cuando las mujeres dirigen las oraciones…

Anne-Sophie Monsinay y Pauline Bebe

Pauline Bebe explica que creció en una familia judía que vivió la guerra. “Mis padres se sentían profundamente judíos, pero no habían recibido una educación judía. Cuando mi hermano y yo éramos niños, no querían darnos solo la visión negativa del judaísmo, es decir, la del antisemitismo que habían vivido. Encontraron la única sinagoga liberal de entonces, la de la rue Copernic de París, que unía judaísmo y modernidad, espiritualidad y racionalismo. Estudié allí. Me encantaban los textos y la filosofía y quise ser rabino. Me enteré de que había rabinas en Estados Unidos e Inglaterra. Fui a verlas y, después de obtener dos títulos, fui a estudiar al Léo Baeck College de Londres, el único seminario rabínico de la época para estudiantes hombres y mujeres. Como parte de mis estudios, también pasé dos años en Israel”.



Me convertí al islam hace unos diez años y, después de la conversión, me orienté hacia las asociaciones interreligiosas para no encontrarme en entornos demasiado cerrados, ya que tenía una visión muy progresista. Allí conocí a imanes, teólogos y pensadores y me inscribí en sus cursos. También me volví muy activa en redes sociales donde conocí a otra mujer, Eva Janadin. Al cabo de un tiempo recibimos varias solicitudes para abrir una mezquita en consonancia con nuestras propuestas reformistas. Lo logramos en septiembre de 2019. Antes de que comenzara la crisis sanitaria, celebramos dos encuentros para unas 50 o 70 personas”, cuenta Anne-Sophie Monsinay.

PREGUNTA.- ¿Es difícil ser pioneras?

RESPUESTA. Bebe.- Es difícil y al mismo tiempo estimulante. Es una gran oportunidad estar en una posición en la que puedes ayudar a hacer evolucionar la mentalidad. A veces hay que aguantar y simplemente hacer tu trabajo sin tomarte las hostilidades como ataques personales. La mejor recompensa se da cuando valoran tu esfuerzo.

RESPUESTA. Monsinay.- Sí, es inevitablemente difícil, porque hay que empezar de cero. Se ha puesto en cuestión nuestra legitimidad, porque además de mujeres somos conversas y jóvenes… Es inevitable tener que responder ante la confusión de algunos. Otra cuestión es la de la formación. Cuando eres pionero, tienes que crearlo todo desde cero. Nos gustaría que hubiera una formación completa, pero no existe por lo que tenemos que hacerlo de otra forma. Nos decimos a nosotras mismas que trabajamos para las generaciones futuras.

P.- ¿El rabinato y el imanato femenino son ideas reformadoras o se enmarcan en una tradición?

R. Bebe.- Siendo sincera, antes de los movimientos por la igualdad entre hombres y mujeres, la cuestión no se planteaba en estos términos. Por el contrario, la ley judía ha abordado de muchas formas lo que las mujeres tienen derecho a hacer o lo que les está prohibido. Y lo interesante es que los sabios y los que deciden no son todos de la misma opinión. La mayoría de los actos de un rabino, que es principalmente un maestro, están permitidos a las mujeres. El problema es la guía del culto público, el puesto de juez o de testigo… pero tenemos el ejemplo de Débora en la Biblia para reivindicar que es posible. Las actitudes cambian con las edades y las circunstancias. Por lo que se podría decir que es algo innovador y a la vez enmarcado en la tradición

R. Monsinay.- Al contrario de lo que se podría imaginar, no se trata de un concepto ultra reformador. En el Corán, el término “imán” se utiliza para designar a los profetas y guías. Además del Corán, existe la tradición profética. Una de estas tradiciones dice que el Profeta llamó a una mujer para que dirigiera la oración junto a un muecín. ¡Y esto en el siglo VII, una época en la que las mujeres no tenían los mismos derechos que los hombres! Después, hubo debates teológicos, y entre los siglos IX y XIII, algunos incluso hablaron a favor, pero con el tiempo esas voces se fueron apagando. Las mujeres imanes siempre han existido en círculos privados o semiprivados. Las maestras espirituales siempre han existido en el sufismo, aunque las corrientes más conservadoras se opusieran a ellas.

Excluidas del espacio de culto

P.- ¿El papel de las mujeres en los espacios de oración es una cuestión tabú?

R. Monsinay.- En la época del Profeta, las mujeres se ponían detrás de los hombres, después se colocaron cortinas de separación, luego paredes… A veces rezaban en una habitación contigua. Las mujeres fueron excluidas progresivamente del espacio de culto. Dirigir la oración es un problema por la cuestión del cuerpo. Una mujer imán frente a una asamblea de mujeres no es un problema. Una mujer en una asamblea mixta se convierte en un problema. Si se acepta a regañadientes que una mujer predique frente a un hombre se debe por el miedo al deseo que pueda despertar un cuerpo femenino. Esto revela una mirada errónea sobre la mujer y también un problema de los hombres, porque significa que son incapaces de controlar sus impulsos.

R. Bebe. Si estudias la Biblia y la Historia, te das cuenta de que las mujeres tenían libre acceso al templo y podían hacer sacrificios. Entre la época bíblica y la talmúdica se ha excluido cada vez más a las mujeres. En las sinagogas tradicionalistas, los hombres y las mujeres están separados, pero no en las sinagogas liberales. El origen de la separación es interesante porque en la época del Templo era temporal y revocable, mientras que luego se hizo permanente. La separación se debe a la exclusión general de la mujer de la esfera pública. Deriva de una visión patriarcal de lo que una mujer puede representar a los ojos de los hombres. Incluso para Platón la mujer pertenecía al mundo material y el hombre al mundo espiritual. Es hora de revisar estas nociones y permitir a las mujeres el libre acceso al mundo religioso.

P.- En cuanto a la presencia de la mujer en el mundo religioso en un sentido amplio, ¿es algo que da miedo afrontar?

R. Bebe.Por desgracia, muchas veces es una cuestión de poder y conocimiento. Estamos donde nos dejan. El filósofo Emmanuel Lévinas decía que el “después de ella” debe ser la expresión más hermosa de nuestra civilización. Prefiero considerarlo como el lugar de una expresión espiritual. Las mujeres, como los hombres, tienen una dimensión espiritual. No creo que el cuerpo sexuado nos impida ser un guía espiritual para el otro. Los sexos se complementan y conviene recordar que en el Génesis todos fuimos creados a imagen de Dios.

R. Monsinay.- El imán se considera que está “al servicio” de la comunidad, y esto se aplica tanto a mujeres como a hombres. Incluso en círculos conservadores hay teólogas y maestras que instruyen a los niños y a otras mujeres. En cuanto a las instancias religiosas, están compuestas principalmente por hombres, las mujeres son una minoría. Pero personalmente, a mí no me da miedo lo que hago. Muchos hombres están trabajando en algunas reformas teológicas. Por otro lado, creo que no hay un enfoque femenino del islam que pueda considerarse más progresista, porque hay mujeres que son hasta más conservadoras que algunos hombres.

*Entrevista original publicada en el número de marzo de 2021 de Donne Chiesa Mondo. Traducción de Vida Nueva

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