Las Nathalie Becquart de Pablo VI

Íbamos todas rigurosamente vestidas de negro y un velo tupido cubría nuestras cabezas. Ello no obstante, cuando nos cruzábamos con algunos padres conciliares, estos bajaban pudorosamente su mirada para no caer en no se sabe qué tentación“. Recuerdo haber escuchado en la antigua sede de Vida Nueva esta divertida confesión a la española Pilar Bellosillo, una de las 23 auditoras que Pablo VI invitó a participar en las sesiones del Concilio Vaticano II. Ella representaba, como presidenta de la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas (UMOFC), a millones de mujeres.



Estoy seguro de que esta absurda reacción no ocurrirá cuando, ahora, los padres sinodales se crucen con la hermana Nathalie Becquart, la francesa a quien el papa Francisco acaba de nombrar subsecretaria del Sínodo de los Obispos. Y es que estamos ante la primera mujer con derecho a voto junto con los obispos y superiores generales masculinos que participarán en el próximo Sínodo de 2022.

Con siete décadas de distancia entre sí, estamos ante dos etapas bien diferenciadas en el largo y fatigoso camino del sexo femenino para acceder, progresivamente, a puestos de decisión para el futuro de la Iglesia. Y es innegable que se le deben a Francisco los pasos que se están dando en esta dirección durante los últimos años.

Sin voto

No olvidemos, además, que, casi simultáneamente al nombramiento de la religiosa francesa, una jurista italiana, Carla Summaria, ha sido incorporada al Tribunal de Apelación del Estado de la Ciudad del Vaticano. También es, sin duda, toda una primicia.

Hablaba al inicio de esta crónica de un largo camino porque es cierto que, ya desde las primeras asambleas sinodales, algunas pocas mujeres eran nombradas auditoras; condición que les daba derecho a participar en las reuniones, pero no a votar. Su número e influencia en el debate ha ido creciendo poco a poco.

Así, por citar un caso reciente, en el último Sínodo sobre la Amazonía,  participaron 33 mujeres, de las cuales 29 fueron auditoras, a las que se añadieron dos invitadas especiales y cuatro expertas. Una presencia, pues, cada vez más numerosa, pero siempre sin derecho a voto.

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