Mi Navidad misionera en… Albania

Eva Maldonado, misionera en Albania

La granadina Eva Maldonado lleva desde 2017 como misionera en Albania, un país de clara mayoría islámica y en el que los católicos representan un 17% de la población. A sus 48 años, lleva 20 consagrada como Hija de Cristo Rey. De ellos, los cuatro últimos son en la localidad albanesa de Gjirokaster, donde, junto a sus compañeras de comunidad, impulsan una pequeña comunidad católica de bautizados convertidos, una escuela y, en general, desarrollan una importante pastoral social en la zona, donde visitan a las familias y les procuran a los enfermos medicinas, sillas de ruedas, alimentos y diversas ayudas sociales.



También visitan a personas solas y organizan juegos con los niños en otras aldeas. Y, al estar en una región muy cercana a la frontera con Grecia, reciben mucho flujo de inmigrantes de Siria, Afganistán, Libia, Irán o Iraq. A todos ellos les atienden junto a Cáritas y a otras entidades sociales.

Una isla espiritual

Un ritmo frenético, aunque siempre preparadas para vivir la Navidad. Lo que hacen desde la íntima hermandad, pues la iglesia más cercana está a más de 100 kilómetros, por lo que su comunidad es la única presencia católica en la zona.

Maldonado recuerda el villancico que dice así: “Qué le llevaré yo al Niño; poco le puedo llevar…”. Y, a modo de oración compartida, lo reza así hoy en voz alta: “Este villancico, que tantas veces te he cantado en mi tierra, hoy, Jesús, mi Rey chiquito, tiene otra música en mi interior y es que aquí tu nacimiento solo importa a este grupo de ‘anawin’ del sur de Albania, un pequeño grupo de católicos que saben que Tú vas a nacer y que esto es una buena Noticia. Sin campanas, sin iglesia, sin belenes, pero con amor”.

La Navidad es otra cosa

“Aquí –prosigue–, en esta misión, descubrí que la Navidad es otra cosa. Por eso, este año será como el anterior… Una Navidad más auténtica, sin tantas parafernalias. Mientras que en las noticias vemos tantos conflictos por las restricciones de horas, de fiestas, de comidas…, aquí prepararemos el pesebre que se asemeja a alguna de las casas que visitamos; pobre, humilde y hasta con los animales, como Jesús”.

Al modo de los Reyes Magos, Maldonado se cuestiona: “¿Qué te llevaremos al portal, Mi Rey chiquito? Te llevaremos tantos nombres de aquellos que nos rodean, tantas lágrimas, tanto dolor en esta pandemia, donde los que ya eran pobres, ahora… Bueno, tú lo entiendes… Pero, Jesús, mi Rey chiquito, en esta cesta también traemos la esperanza de un padre de familia que encontró algo de trabajo, o la recuperación de la frutera de enfrente, o la abuela de una joven que ya no necesita el oxígeno, o las risas de nuestros niños que juegan en la calle y los cantos de nuestra pequeña comunidad que se levanta del COVID”.

Una cesta pobre pero real

Una oración del alma que se cierra con pasión, hondura y belleza: “Quizá, Jesús, este año nuestra cesta ante tu portal es más pobre pero real, y de mucho más valor, porque en ella estamos metiendo nuestro día a día, ese en el que nuestras miradas se alzan al cielo tantas veces para pedir fuerzas, ayuda y también para decir: ‘Gracias, Señor’. Jesús, tu nacerás aquí, tú vivirás aquí donde te necesitan aun sin saberlo y donde te buscan aun sin quererlo. Porque aquí siempre está naciendo Dios en alguien que escucha su nombre por primera vez. Por eso aquí siempre es Navidad…”.

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